domingo, 6 de marzo de 2022

LA FRAGILIDAD

 









La pandemia puso a prueba nuestra capacidad para enfrentarnos a un dislocamiento repentino de la realidad. Por una cosa o por otra, todos nos convertimos en epidemiólogos, en virólogos y en vacunólogos espontáneos. Ahora hemos pasado de la fatiga pandémica al estupor bélico: Rusia invade Ucrania y de repente nos vemos obligados a añadir a nuestro currículo el título de experto en geopolítica, a pesar de que el punto de partida no es el idóneo: incluso algunos de nuestros cargos públicos siguen convencidos de que el de Rusia es un régimen comunista, lo que no deja de ser tan exacto como suponer que la Junta de Andalucía está en manos de caudillos musulmanes.

         Puesto que la ultraderecha española se ha concedido el derecho a legitimar todos los disparates que se les pasen por la cabeza a sus histriónicos representantes, no duda en achacar a los socios del Gobierno central una complicidad ideológica con el dirigente ruso, lo que no deja de resultar un poco desconcertante, dada la simpatía recíproca –más estratégica que estrictamente emocional- entre Putin y los líderes de las ultraderechas europeas, a las que se sospecha –y algo más- que financia, en parte por sintonía ideológica y en gran parte por su afán de desestabilizar desde dentro las democracias occidentales.

         En el frente ideológico contrario, algunos socios gubernamentales se han opuesto a la ayuda militar a Ucrania con el argumento, igualmente desconcertante, de que las armas agravan los conflictos bélicos. (Sin duda, sobre todo si no tienes armamento para defenderte de quienes te atacan). Como alternativa, abogan por agotar la vía diplomática con un dirigente que se ha burlado desde el principio de la diplomacia internacional. Gracias a ese espíritu flower power, se supone, no sé, llevando las cosas al terreno de la caricatura fácil, que España debería enviar a Ucrania un lote de libros de autoayuda, en el que no podrían faltar El arte de no amargarse la vida y Cómo hacer que te pasen cosas buenas. Por otra parte, renegar de la OTAN en medio de una crisis bélica de alcance potencialmente mundial viene a ser, aparte quizá de inoportuno, tan sensato como beberte el gas de un extintor en mitad de un incendio para no deshidratarte a causa del calor.

         Pero incluso los despropósitos admiten matices… Lejos de representar un ideal comunista (por si alguien sigue empeñado en ignorarlo: el Partido Comunista es minoritario en la Duma Estatal), Putin es hoy un autócrata de facto acogido a la doctrina económica del todo vale -incluidas en ese privilegio las mafias, siempre y cuando no se inmiscuyan en las decisiones políticas-, aunque su figura quizá no puede entenderse sino como una herencia directa del KGB y, por tanto, del espíritu más siniestro de la URSS, aquella utopía humanista que derivó en una pesadilla distópica.

Cayó como tal la URSS, cambió de nombre el KGB, cambiaron de bando ideológico Putin y la mayor parte del pueblo ruso, pero lo que no cambió en su esencia fue el propio Putin, que ha pasado de ser un asesino selectivo a convertirse en un criminal de guerra con aspiraciones de genocida. Podría suponerse que el comunismo ruso acabó siendo una especie de enfermedad mental colectiva que optó por redimirse mediante la adopción de otra enfermedad mental: un capitalismo radicalizado que se avergüenza de serlo. Del “salvémonos todos”, en definitiva, al “sálvese quien pueda”.

         Otro matiz: con respecto al envío de armas a Ucrania, tal vez hay que entenderlo más como un deber moral que como una vía de solución. Por mucho que nos conmueva su discurso heroico de resistencia, Ucrania tiene perdida la guerra de antemano, por la sencilla razón de que Putin no puede permitirse perder esta guerra y tiene además capacidad sobrada para convertir Kiev, en un abrir y cerrar de ojos, en un escenario idéntico al de Berlín en 1945, por ejemplo. A poco que el presidente ruso se tope con un par de contrariedades en su plan de invasión y ocupación, es más que probable que opte por soluciones expeditivas que da escalofrío imaginar. La estrategia de destrucción progresiva puede dar paso, en cuestión de minutos, a una maniobra de destrucción fulminante.

         Los gobernantes ucranios, en su lógica desesperación, suplican la intervención de la OTAN en el conflicto, aun sabiendo de sobra que un simple disparo de un soldado de la OTAN en territorio ucranio magnificaría el conflicto hasta extremos de consecuencias casi inconcebibles, ya que si Putin tiene la habilidad –entre calculada y delirante- de acogerse a pretextos imaginarios para justificar sus acciones, mejor no imaginar nosotros lo que puede ocurrir si el pretexto fuese real.

         El corazón nos susurra que Ucrania debe vencer al invasor, pero la razón concluye que esa victoria es imposible. A lo sumo, una vez ocupada ante la obligada pasividad del resto del mundo para que el mundo siga siendo mundo, le quedaría la opción de la resistencia clandestina, de la escaramuza y el sabotaje, pero me temo que poco más, y tampoco en eso tendría el éxito asegurado, por la larga experiencia rusa en el control implacable de cualquier disidencia.

         Tanto la pandemia como ahora la amenaza bélica global nos han dado, en fin, la medida de nuestras fragilidades como civilización, cuyos cimientos pueden tambalearse por un virus y cuyo edificio puede demolerse por decisión de un megalómano con una mentalidad menos cercana a la politología que a la psicopatología.

Porque lo impensable acaba siendo posible. Porque así se escribe la Historia. Porque así se empeñan algunos en reescribirla.


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5 comentarios:

Anónimo dijo...

El 75% de ciudadanos estadounidense es favorable a una guerra contra Rusia , ojo al dato , el hecho es que son régimenes comunistas totalitarios quienes apoyan al genocida ruso , y en caso de guerra atómica apuesto a que todos los misiles nucleares del mundo se disparará contra Rusia para evitar confrontaciones en frentes varios .
El asunto de la niña patinadora rusa que dio positivo en la Olimpiada de invierno en China , después de ser la mujer que hizo el primer cuádruple salto de la historia , fue el detonante . Cuando Putin llama drogadictos a la cúpula Ucrania " piensa el ladrón que todos son de su condición " , estoy seguro que Putin es un consumidor de esteroides , algo que en mi opinión también influye en esta locura.
Si salimos de esta todos los países de la OTAN tendrán arsenal nuclear , parece lo lógico, es la única manera de evitar genocidios y abusos

Hiparco2 dijo...

Fríamente Ucrania es el campo de batalla y la antesala de esa partida global por el fin de la guerra fría en Europa. Un asunto pendiente de democratizar el Este europeo, incluida Rusia, de verdad. La ficción del fin del siglo pasado aquí se termina. O eso deseamos.

Tale dijo...

Cuando el cristal está muy limpio no parece frágil. Sencillamente porque de tan limpio resulta invisible. Pero sigue siendo igual de frágil. Y ahora además lo vemos.

M. Dolores Deblas dijo...

No son pocos los oligarcas rusos que están en contra de Putin por haber desencadenado esta guerra. ¿A la mafia rusa le interesa y favorece? ¿Se mantendrá al margen de las decisiones políticas de Putin si éste perjudica sus intereses en Rusia y Europa? Si Putin quiere permanecer en Ucrania va a tener que movilizar muchos medios para controlar una guerra de guerrillas inevitable, a menos que decida lanzar misiles de destrucción masiva sobre los ucranios, algo que no sería bien visto por la población rusa sobre un pueblo hermano. La cosa cambiaría si el ataque tuviera lugar sobre otro país Europeo, sobre todo Alemania, que sigue consumiendo el gas ruso más por una cuestión de supervivencia que de hipocresía. Putin sabe que lanzar sus misiles contra Alemania provocaría una respuesta de la OTAN, pero también sabe que debilitar Europa es beneficioso para la economía estadounidense, descontenta y perjudicada por la competividad Europea, como ya nos dejó ver el impresentable Donald Trump. La cuestión es que Europa está en un brete trágico y horrendo. (Una no es politóloga sino del oficio teatral, que no existe sin conflicto y se entiende mejor desde los modelos actanciales imprescindibles en un análisis dramatúrgico. El teatro es, por otra parte, comunicación. En eso Hamlet fue un maestro. A ver quién le dice a la cultura anglosajona que Hamlet no fue más que un psicópata paranoide que provocó una sangría innecesaria causada por conversar con el espectro de su padre.) Europa es un escenario de guerra en el que Putin y su dudosa salud mental es de temer, pero EEUU, en remoto, desde la tranquilidad de su casa, no lo es menos. A saberse si China y Corea del Norte encontrarían aceptable esa calma. El conflicto está planteado, esperemos que el nudo no ahogue a Europa y al mundo.

Anónimo dijo...

¿Logrará salir el Mundo indemne de la locura de Putin y sus cómplices militares?
¿Inmolarse millones de personas por un país, por una bandera?
¿Armar y alentar (y seguir estando indefensos) frente a sicópatas con armamento de destrucción infinita?
¿Es lícito obligar a miles de personas que presten su vida enviándolos a una muerte casi segura?
¿La solucion frente a un sicópta es rearmarse, no se nos ocurre otra?

(China está tomando nota de los errores de Putin, ellos no los cometerán)