(Publicado en sábado en prensa)
Tras un atentado terrorista,
nuestra memoria emocional nos dice que pasaremos un duelo colectivo, pero nos avisa también de que padeceremos otro tipo de terror: el de
la glosa generalizada del terror.
Por
una parte, los medios informativos de toda la gama cromática suelen virar de
manera espontánea al amarillo, ya sea por la vía del patetismo o de la
cursilería, con el contrapeso analítico de esos opinadores profesionales que se
rigen por un lema antisocrático: “Sólo sé que sé de todo”. A eso debemos añadir
las revelaciones de nuestros políticos, que nos regalan por Twitter el catálogo
de tópicos específicos para catástrofes naturales o artificiales,
invariablemente solidarios, y podemos considerarnos afortunados si el asunto no
tiene derivaciones interpretativas de esencia bíblica, con aportaciones como la
del cura madrileño que anatemizó a dos alcaldesas por el procedimiento
visionario y expeditivo que se aplicaba a las brujas en los juicios de Salem.
Por si fuese poco, todos tenemos la facultad cognitiva y el derecho adquirido
de divulgar barbaridades y desatinos en las redes sociales, por lo general gracias
a esa fractura que tan a menudo se produce entre la información y la opinión:
no necesitamos el requisito de informarnos sobre un asunto para sentar cátedra
sobre cualquier asunto, movidos por un argumentario que se genera de manera
silvestre en las vísceras, que se salta a la garrocha los circuitos neuronales
y que desemboca en los dedos que teclean con urgencia en la pantalla de un smartphone.
Quien
desee mantener algún tipo de esperanza en la sensatez del género humano, en
fin, mejor que no se asome a las redes sociales en los días posteriores a una
tragedia, porque se arriesga a perder no sólo esa esperanza, sino también el
apetito, a la vista de esa exhibición de vómitos en 140 caracteres: desde quien
supone que el atentado es obra del gobierno central para desestabilizar al
gobierno catalán hasta quien pide la expulsión global de los musulmanes, pasando
por una gama estremecedora de propuestas, incluidas las de los partidarios de
la barbarie.
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