lunes, 28 de agosto de 2017

BABEL Y BLABLABLÁ


(Publicado en sábado en prensa)


Tras un atentado terrorista, nuestra memoria emocional nos dice que pasaremos un duelo colectivo, pero nos avisa también de que padeceremos otro tipo de terror: el de la glosa generalizada del terror.

            Por una parte, los medios informativos de toda la gama cromática suelen virar de manera espontánea al amarillo, ya sea por la vía del patetismo o de la cursilería, con el contrapeso analítico de esos opinadores profesionales que se rigen por un lema antisocrático: “Sólo sé que sé de todo”. A eso debemos añadir las revelaciones de nuestros políticos, que nos regalan por Twitter el catálogo de tópicos específicos para catástrofes naturales o artificiales, invariablemente solidarios, y podemos considerarnos afortunados si el asunto no tiene derivaciones interpretativas de esencia bíblica, con aportaciones como la del cura madrileño que anatemizó a dos alcaldesas por el procedimiento visionario y expeditivo que se aplicaba a las brujas en los juicios de Salem. 

               Por si fuese poco, todos tenemos la facultad cognitiva y el derecho adquirido de divulgar barbaridades y desatinos en las redes sociales, por lo general gracias a esa fractura que tan a menudo se produce entre la información y la opinión: no necesitamos el requisito de informarnos sobre un asunto para sentar cátedra sobre cualquier asunto, movidos por un argumentario que se genera de manera silvestre en las vísceras, que se salta a la garrocha los circuitos neuronales y que desemboca en los dedos que teclean con urgencia en la pantalla de un smartphone.

            Quien desee mantener algún tipo de esperanza en la sensatez del género humano, en fin, mejor que no se asome a las redes sociales en los días posteriores a una tragedia, porque se arriesga a perder no sólo esa esperanza, sino también el apetito, a la vista de esa exhibición de vómitos en 140 caracteres: desde quien supone que el atentado es obra del gobierno central para desestabilizar al gobierno catalán hasta quien pide la expulsión global de los musulmanes, pasando por una gama estremecedora de propuestas, incluidas las de los partidarios de la barbarie.

        Y cuidado: la barbarie puede resultar ecuménica. La islamofobia, al ser un sentimiento primario, tal vez requiera una refutación meramente matemática: si todos los musulmanes que residen en Europa fuesen terroristas, se produciría un atentado cada medio minuto. Bien es cierto que la multiculturalidad no es ese escenario arcádico que algunos nos pintan: la convivencia de credos genera conflictos, pero el mayor conflicto de todos tal vez sea el no saber administrarlos socialmente no sólo desde la tolerancia, sino también desde la desconfianza, ya que, a fin de cuentas, guste a quien guste y disguste a quien disguste, el futuro de nuestras sociedades no será tribal, sino babélico. Con sus ventajas. Con sus peligros.


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jueves, 17 de agosto de 2017

LO PLURI



(Publicado en prensa)


El día en que Pedro Sánchez se decida a hablar sin tópicos de mitin, sin clichés y sin eslóganes de catálogo, podremos calibrar la hondura o la superficialidad de su pensamiento político, asunto que, aunque con indicios preocupantes, sigue siendo uno de los grandes misterios del momento presente. Entre esos indicios se cuenta el de haber puesto en circulación un concepto pluripintoresco: el de plurinacionalidad, cabe suponer que como parche retórico para el ensueño telúrico más o menos colectivo que de un tiempo a esta parte ameniza nuestros días sobre la Madre Tierra, a la que en España no cabe aplicar aquello de que madre no hay más que una.

            Hasta hace no mucho, la iglesia católica tuvo una piedra en el zapato con el culto al Santo Prepucio, del que algunos teólogos daban por supuesto que había ascendido al cielo teológico, por su cuenta y riesgo, el mismo día de la resurrección de Cristo, criterio juicioso donde los haya ante el que se rebelaron otros sabios en asuntos parapsicológicos, que dieron en sostener que tanto el prepucio como el pelo o las uñas del Redentor eran elementos secundarios que bien pudieran haberse quedado en este valle de lágrimas sin menoscabo de la integridad del susodicho Redentor. A finales del siglo XVII, el teólogo León Alacio puso un poco de sentido común en la disputa: según sus conclusiones, el Santo Prepucio ascendió al Cielo a la vez que Cristo y dio origen a los anillos del planeta Saturno.

            El PSOE parece estar ahora en su fase prepucio con lo de la plurinacionalidad. Los socialistas valencianos, en línea con el aparato central del partido, defienden un “federalismo asimétrico”, como las narices que pintaba Picasso, en tanto que los socialistas andaluces reclaman un “federalismo cooperativo”, con la agravante de que ninguno de los ellos cuenta con la versión irrefutable de un equivalente de León Alacio que dictamine cuál de ambas modalidades de federalismo puede dar origen a esos anillos saturnales que cohesionen nuestra pequeña nación de pequeñas naciones. 

              Por otra parte, todos ellos reconocen no tener muy claro no sólo cuál es el modelo federal que propugnan, sino incluso qué distinguiría a un estado federal de nuestro actual escenario de autonomías, ni si, monárquicos como dicen ser, convertirían a Su Majestad en rey asimétrico o en monarca cooperativo de una federación, pero el hecho de que no se sepa con exactitud el significado de un sustantivo nunca ha sido impedimento para que se le añadan adjetivos. Para alegrar esta maratón de imprecisiones, los socialistas baleares reclaman una “federación de islas”, lo cual puede dar pie –con arreglo a la vieja consigna de “café para todos”- a que otros territorios de nuestra plurinación reclamen una federación de montañas, de mesetas, de costas o incluso de secarrales. 

            Algunas ocurrencias políticas corren el riesgo, en fin, de acabar en chistes. Chistes sin demasiada gracia. Pero se ve que a sus divulgadores les divierten. Al menos de momento.


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domingo, 13 de agosto de 2017

LA ESCOBA



(Publicado ayer en la prensa)



       El cartel de inspiración leninista de la CUP, aunque en realidad diga poco, ya que se sostiene sobre una metáfora simplista, dice mucho más de lo que dice. Dice, por ejemplo, que a los políticos corruptos no hay que llevarlos a los tribunales y juzgarlos con arreglo a las normas propias de un Estado de derecho, sino barrerlos. Dice que a la monarquía no hay que someterla a un cuestionamiento racional como modelo de jefatura del Estado, sino barrerla. Dice, por ejemplo, que a los matadores de toros de la España cañí no basta con prohibirles torear en tierras catalanas, sino que además hay que barrerlos. Dice que a la iglesia católica no hay que equipararla a efectos administrativos al nivel de cualquier otra confesión, sino barrerla. 

       Por otra parte, dice que el independentismo catalán no se conforma con una independencia modestamente catalana y que aspira a anexionarse a la Comunidad Valenciana y a Baleares para la conformación arcádica de los Paisos Catalans, a un tris del imperio catalán. Dice, en fin, otras muchas cosas ese cartel profiláctico, pero pasa de puntillas sobre un aspecto relevante, a saber: una vez barrida una superficie, a los residuos hay que darles un destino. Se comprende que la CUP quiera barrer de Cataluña a los políticos y a los toreros españoles, entre otros, pero se da el caso de que la barrendera del cartel barre también a Pujol y a Mas, un abuelo y un padre de la patria, lo que genera una serie de incertidumbres: ¿se los barre de la Cataluña independizada y nos los mandan a España en calidad de refugiados políticos?, ¿se los destierra a Andorra?, ¿se los tira al mar jurisdiccional de los Paisos?, ¿se crea un gulag para ellos en la catedral de Barcelona, una vez expropiada? A la espera quedamos de que nos aclaren el enigma.


            Cuando se opone la patria verdadera a una nación espuria se suele caer en un error de duplicación de concepto, ya que todas las patrias son ficticias. Lo que no es ficticio es el funcionamiento administrativo de una nación, que, como no haría falta recordar, se fundamenta en unas convenciones territoriales, en un pacto social y en unas aspiraciones comunes. Si el patriotismo individual se escora al sentimentalismo colectivo, ya no estamos en un debate de esencia política, sino en el mundo de la magia, y la magia no admite debate: la magia sucede. 


            En Cataluña está produciéndose un apoderamiento diversificado de la realidad para conseguir la unificación de una realidad, sin duda porque la realidad no puede caminar sin la muleta de la paradoja. De ahí que la derecha gobierne gracias a la izquierda y que a ambas les parezca natural esa alianza que no contenta a nadie, pero que satisface a una fantasía superior, a un ente abstracto: la patria verdadera de todos ellos.


            El espectáculo sólo presenta un defecto: que no tiene un desenlace posible, ya que su sentido está en el nudo. Gordiano.


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