domingo, 28 de agosto de 2022

DE FIESTA

 (Publicado en prensa)



Una noticia ha eclipsado la guerra en Ucrania, la sequía, la crisis energética, la inflación, el riesgo de una catástrofe nuclear en Zaporiyia, los incendios, las olas de calor, la amenaza china a Taiwán y la viruela del mono, por no seguir. Esa noticia estelar y neutralizadora de todas las restantes se ha presentado con tintes apocalípticos: la primera ministra de Finlandia, de 36 años de edad, estuvo de fiesta con unos amigos. Bailando, cantando y riéndose. Nada menos. ¿Cuándo se ha visto un escándalo semejante? Habría que remontarse a los tiempos del emperador Calígula, que era muy fiestero, para encontrar un parangón. No solo el neopuritanismo internacional se ha rasgado las vestiduras, sino que incluso algunos miembros de su partido se han echado las manos a la cabeza con el argumento de que pueden perder el voto de las personas mayores que ya no tienen el cuerpo para fiestas.

         Según algunos, la conducta de la primera ministra no admite disculpa: una mandataria puede emplear su ocio en rezar el rosario, en practicar la meditación trascendental a la manera tibetana o, como poco, en distraerse con la jardinería. Pero ¿asistir a una fiesta? ¿Eso es tener sentido de Estado? Porque luego pasa lo que pasa: que los politólogos amarillistas te comparan con Boris Johnson y alegan que estás amparándote en los privilegios del feminismo para hacerte la víctima, aunque pasan por alto un pequeño detalle: que al primer ministro británico no se le afeó el que organizara fiestas, sino que las celebrase cuando el resto de la población estaba confinada en virtud de un decreto firmado por él.

         Tal vez, no sé, digo yo, no debería preocuparnos el que una mandataria cante, beba y baile con unos amigos, y sí el que algunos mandatarios ocupen su tiempo libre en planear invasiones, en cobrar comisiones o en planificar corrupciones. Por decir algo, ¿eh? (Y sin señalar a nadie).

         A partir del vídeo de la fiesta de la primera ministra, surgió –cómo no- la sospecha del consumo de drogas, dando por hecho que la alegría solo puede ser artificial. Es el signo de los tiempos: tienes derecho a conjeturar sin fundamento, o con el solo fundamento de la insidia, y a obligar al inocente a demostrar su inocencia con respecto a una culpabilidad imaginaria. (Hay por ahí alguna que otra presidenta que parece vivir en el mundo alucinatorio de la Alicia de Carroll, pero no por eso vamos a suponer que desayuna LSD).

         Conclusión generalizada: si una joven se va un día de fiesta, significa que está incapacitada para gobernar un país. No sé… Yo mismo estuve ayer en la fiesta de despedida veraniega de unos amigos y es posible que me haya salido un artículo repleto de faltas de ortografía. Por decirlo de una manera regia: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”.


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domingo, 21 de agosto de 2022

EL TRAMO FINAL

 (Publicado en prensa)



La temporada de vacaciones entra en su tramo final y empieza a definirse en el horizonte mental de los ociosos esa estación que es menos meteorológica que anímica: el resto del año. En estos días finales de agosto, la luz parece adquirir un matiz un tanto mustio, con pátina de oro viejo, sin ese vigor cristalino que hasta hace poco exhibía. Los amaneceres se retrasan y se adelantan los anocheceres, como si el sol se hubiese vuelto perezoso y la luna, en cambio, madrugadora. A estas alturas, hay quienes han vuelto de su fuga veraniega y quienes aún la disfrutan, y todos andarán, imagino, en una fase emocional marcada por la nostalgia: los que volvieron por haber vuelto y los que aún están por ver que esto se les acaba. Y es que todos los paraísos son provisionales, pues no hay paraíso conocido del que el ser humano no acabe siendo expulsado… dejando al lado el de ultratumba, que parece ser que permite su disfrute a perpetuidad, aunque quién sabe: se supone que uno accede a él por méritos propios cuando se muere, pero los teólogos no precisan si un mal comportamiento en el paraíso conlleva el que te manden al purgatorio… y más vale que te portes bien allí para no seguir descendiendo de ambiente. Todo paraíso es, en fin, una ficción transitoria, y con esa condena vivimos desde los tiempos que se narran en los primeros capítulos del Génesis, libro sagrado que no soportaría una revisión laica por atribuir a la mujer el grueso de la culpa de que tengamos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, que es algo que se agrava bastante a causa de las olas de calor que venimos padeciendo.

         Las grandes ciudades que se vaciaron durante los meses vacacionales van repoblándose, y sus avenidas dejan de ser perspectivas fantasmagóricas y con un ligero aspecto de escenario entre postnuclear y pandémico, mientras que los pueblos turísticos recuperarán de golpe, el 1 de septiembre, su aire fantasmal y solitario, perdiendo su banda sonora de música, de cláxones y de gritos jubilosos en la madrugada.

Algo tiene el verano de gran festival del nomadismo, de huida a lo desconocido y de alteración de la realidad en beneficio de una teatralización colectiva en la que todos vamos disfrazados, procurando profesionalizarnos como seres despreocupados y dichosos, aunque a contrarreloj, dado que el tiempo de la felicidad es volandero.

         Dentro de unos días, todo volverá a su ser, como quien dice. La realidad, que tiene fama de dura, se impondrá a la fantasía, que tiene fama de libre, y el verano será el recuerdo del verano, a la vez que nosotros vamos siendo cada vez más, en fin, el recuerdo de nosotros mismos.


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domingo, 14 de agosto de 2022

LA ESPADA

 (Publicado en prensa)



En otros países no sé, pero en el nuestro se percibe la tendencia creciente de los partidos de la oposición a convertirse en partidos antisistema, transformación que tiene su aplicación práctica en una postura paradójicamente sistemática: oponerse a cuanto diga el Gobierno, así diga que el agua del mar es salada. Como fenómeno pintoresco, contamos ahora en el Gobierno central con una especie de intraoposición antisistema disfrazada de sistema alternativo, lo que nos depara la emoción de un ejecutivo bifronte sustentado en la virtud de la desconfianza mutua.

         Bien. Como ustedes saben, el rey de España viajó a Colombia para asistir a la toma de posesión del presidente Petro, quien dispuso a última hora, al margen del protocolo fijado para la ceremonia, que se sacase en procesión la espada de Bolívar, reliquia sagrada para la gente de allí. Se supone que los ocupantes de la tribuna debían levantarse al paso de la espada, como muestra de respeto, pero se dio el caso de que nuestro monarca se quedó sentado, supuesto desplante o presunto despiste que hizo que de inmediato tanto el líder emérito Iglesias como el portavoz en activo Echenique pusieran el grito no en el cielo, que está pendiente de asalto, pero sí en Twitter, que es donde los políticos y politólogos estelares del momento exponen sus ideas para instruir ideológicamente al vulgo popular, por usar la inspirada acuñación de Lola Flores.

         Lejos de mí cualquier fervor monárquico, pero lejos también la afición de algunos de nuestros prohombres a dar categoría de maremoto al hecho de que un grifo gotee. ¿Es posible que el rey tuviera jet lag y en ese instante padeciera ese estado de sopor del que hizo gala su padre? ¿Puede que estuviera en todo su ser, pero, como no le habían dicho nada de la espada mítica, el hombre la viese pasar ante sí sin saber de qué se trataba, que es tal vez lo mismo que le pasaría al flamante presidente colombiano si viniese a España y le pasearan por delante la Tizona del Cid sin avisarle de que se trata de un glorioso símbolo nacional, equiparable a la espada del Libertador, ya que podría pensar algo tan simple como que es la espada con que se corta aquí la tarta en los banquetes de gala?

Claro que también cabe la posibilidad de que el rey fuese al país americano con la intención de desairar no solo a Bolívar y a Petro, sino al pueblo colombiano en su totalidad, con el propósito secreto -siguiendo instrucciones de la OTAN y con el beneplácito de Sánchez- de detonar una guerra entre España y Colombia, que es lo que deseamos todos. Es posible, ya digo. Porque en nuestro País de las Maravillas, repleto de sombrereros que no pueden dejar de hablar, ya no se extraña uno de nada.

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domingo, 7 de agosto de 2022

LA COMPRENSIÓN

 (Publicado en prensa)



Supongo que a causa de la degeneración neuronal que trae consigo el paso de los años, cada vez tengo un nivel más bajo de comprensión, de ahí que no alcance a comprender ni la mitad de las cosas que antes creía comprender, por incomprensibles que fueran a veces.

         Tras haber aplicado la sociedad mundial una especie de amnesia colectiva al covid -a pesar de que la tasa de incidencia sigue siendo alarmante-, ha venido nuestro antepasado el mono con su viruela para avisarnos de que esto de las plagas víricas –a la espera de las bacterianas- va a ser menos una excepción que una costumbre.

Imagino que por tratarse de un simple mono, se optó en un principio por quitar importancia a su viruela, de igual modo que algunos se la quitaron en su momento al coronavirus, empezando por el añorado doctor Simón, que no era precisamente uno de esos médicos o paramédicos negacionistas que animaron Youtube con sus pintorescas teorías conspiranoicas, sino el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, que se dice pronto… o no tan pronto, ya que el título es largo. Comoquiera que estamos en temporada turística, da la impresión de que hemos dejado al mono en una jaula y su viruela en una probeta, lo que no quita que el yo astral del mono deambule ya por todo el mundo. Es lo que hemos aprendido de la pandemia de Covid-19: que siempre será mejor curar que prevenir.

         Y ahora vienen los aspectos incomprensibles del asunto, al menos para mí, que de ciencia médica sé menos no ya que un mono, sino que una simple ameba. Bien. La ministra de Sanidad se apresuró a aclarar que la viruela del mono no es una enfermedad de transmisión sexual, a pesar de que está transmitiéndose de manera predominante por vía sexual, lo que viene a ser como decir que el asma no es una enfermedad respiratoria, salvo que te empeñes en respirar. No paró ahí: “Es un virus, por tanto no es una enfermedad de transmisión sexual”, aseveró la ministra, licenciada en Derecho, y se pregunta uno, desde la ignorancia: ¿no es también un virus el VIH, pongamos por caso?. 

        La cuestión nos lleva a un territorio menos médico que metafísico: ¿no es una enfermedad de transmisión sexual aquella que puedes contraer al mantener relaciones sexuales, aunque se dé el caso de que también puedas contraerla practicando taekwondo con una persona infectada, sin necesidad de acostarte con ella tras el combate?. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud, en vista de que la casi totalidad de los casos registrados se han dado entre varones homosexuales, recomendó que se limitasen las relaciones sexuales en ese colectivo, a lo que el colectivo en cuestión respondió de manera airada, al sentirse estigmatizado y considerarlo un aviso paternalista de trasfondo homofóbico, aparte de atentatorio contra la libertad de ejercer la promiscuidad.

         En fin, lo que les decía al principio: que ya no comprendo ni la mitad de las cosas que antes comprendía, incluidas –ay- las incomprensibles.

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