domingo, 29 de diciembre de 2024

LOS MINDUNDIS

 (Publicado en prensa)

La realidad resulta extraña incluso cuando se desenvuelve en unos patrones convencionales de normalidad, pero resulta absurda cuando se sale de todo patrón y se manifiesta como una trama sin sentido ni lógica alguna.

         Las noticias caducan muy pronto, porque la actualidad es una novela vertiginosa que agrega capítulos incesantemente, pero recordarán ustedes que la semana pasada, en la ciudad alemana de Magdeburgo, un tipo se lanzó con su coche contra la multitud que visitaba un mercado navideño. Cinco muertos y más de 200 heridos. En un principio, oído o leído el titular, uno piensa, menos por prejuicios que por inercia, en un atentado islamista. Una vez enterado de los pormenores, la realidad te estalla dentro de la cabeza: el conductor homicida es un ciudadano saudí, residente en Alemania desde 2006, que decidió castigar a su país de acogida por ser precisamente un país de acogida y aplicar ese castigo de corte islamista precisamente desde su fanatismo antiislamista. Para completar su perfil asombroso, nos enteramos de que ejercía como psiquiatra, y se compadece uno de los pacientes que confiaron su sanación a un loco de remate.

         Las autoridades saudíes alertaron a las alemanas del peligro latente de este trastornado, pero al parecer la alerta se desatendió, y eso que dio bastantes pistas con respecto a su trastorno: pedir la pena de muerte para Angela Merkel por su plan diabólico para islamizar Europa, acusar a Alemania en abstracto no solo de querer destruir Europa sino también de ser responsable de la muerte de Sócrates (¿?), declararse simpatizante de la ultraderecha xenófoba y admirador de Elon Musk, en cuya red X daba vuelo a sus majaderías y delirios.

         La mente humana es un mecanismo curioso: un mindundi cualquiera puede alcanzar la sugestión de tener dentro de su cabeza la fórmula mágica para encauzar el destino del mundo. El peligro es que el mindundi deje de ser un mindundi anónimo y llegue a la presidencia de EEUU, pongamos por caso, y tenga la ocurrencia de comprar Groenlandia, de anexionarse Canadá y de invadir México. O que un mindundi prospere en la vida y alcance el poder suficiente para exterminar al pueblo palestino, para atacar a los libaneses, a los sirios y a los iraníes y que la comunidad internacional se limite a sugerirle que no es del todo bonito comportarse como un genocida. O bien que un mindundi con complejo de zar de todas las Rusias se convierta de hecho en el zar de todas las Rusias, incluidas Crimea y Ucrania, y masacre a una población para hacerle el favor de liberarla del yugo neonazi.

         Y así vamos: de un año feliz a un año nuevo aún más feliz.

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lunes, 16 de diciembre de 2024

CARAS Y CARETAS

 


(Publicado en prensa)

A pesar de que nadie es responsable de la cara que le ha dado la genética, damos por hecho que la cara es el espejo del alma. Como casi todo, ese postulado tiene su parte de verdad y su parte de falsedad, de modo que ni es del todo cierto ni es del todo mentira.

Oscar Wilde concibió a Dorian Gray, un personaje que tenía muy buena cara, aunque la creciente podredumbre moral de su alma iba quedando reflejada en su retrato al óleo. En otra célebre fantasía, Robert Louis Stevenson planteó el juego del doble, de la doble cara: la metamorfosis del doctor Jekyll en el monstruoso señor Hyde. Por seguir en el ámbito de la literatura británica, sir Arthur Conan Doyle, al tiempo que ideaba las aventuras analíticas de Sherlock Holmes, se dedicaba a los experimentos paranormales y a defender la veracidad de las fotografías de ectoplasmas. 

Es curioso: en el siglo XIX, en paralelo a los avances tecnológicos de la revolución industrial y al auge del racionalismo científico, proliferaron las creencias esotéricas como el espiritismo, la teosofía o el mesmerismo.

Entre las muchas y pintorescas pseudociencias que distrajeron a nuestros antepasados decimonónicos se cuenta la fisiognomía, cuyo principio básico no era otro que el de adivinar la personalidad de alguien a partir del análisis de sus rasgos faciales. La cara, en fin, como espejo del alma.

A pesar de haber sido refutado por la ciencia, me temo que, en nuestra vida diaria, seguimos aplicando el método fisionómico: personas que nos dan mala espina a primera vista, personas que nos inspiran desconfianza nada más conocerlas, personas que nos provocan rechazo por su manera de sonreír o de mirar… Intuimos, por supuesto, que hay un caprichoso factor de injusticia en esas intuiciones, pero el caso es que acaban siendo concluyentes y resulta difícil que corrijamos nuestra impresión inicial con respecto a alguien.

Nos pasa también, claro está, con los políticos: los hay que parecen llevar escrita en la cara su condición de sobornador o de sobornable, de corrupto o de corruptible, de prevaricador o de malversador, de ególatra o de megalómano, de ineficiente o directamente de bobo. Tanto es así que una buena parte de la intención de voto depende de la cara de los candidatos, no de su programa, y de ahí que todos recurran a la magia de Photoshop en su cartelería electoral: saben que la cara no solo es el espejo del alma, sino también el espejo de la madrastra de Blancanieves. Lo más extraño de todo es que, más que a una cara, alguna gente opte por votar a un jeta, a unos de esos caraduras que llevan escrita en la cara la dureza de su cara.

Y ante eso, en fin, ya no sabe uno ni qué cara poner.


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lunes, 2 de diciembre de 2024

EL ÁRBOL

 (Publicado en prensa)


Las fiestas navideñas han pasado de ser celebraciones religiosas a convertirse en competiciones políticas. A falta de otros problemas que abordar y resolver, muchos alcaldes se esmeran en su labor gestora para que el árbol de navidad tenga unos metros más de altura que el del año anterior y, a ser posible, más altura que el de las otras localidades que han entrado en la dura pugna por ofrecer a su vecindario el árbol de navidad más alto del país. Cabe suponer que si algún alcalde consigue que la estrella que corona ese árbol esté casi a la misma altura que las estrellas propiamente dichas, tiene el cargo asegurado para varias legislaturas, pues no hay cosa que necesite más la gente que un árbol de navidad titánico. Si hay árbol, hay futuro y esperanza. Hay, en definitiva, eficiencia. Gestión. Espíritu de servicio. Espíritu navideño.

         A estas alturas, las fiestas navideñas ofrecen una peculiaridad curiosa: sabemos cuándo terminan, pero no cuándo empiezan, aunque sepamos –eso sí- que por lo general empiezan cuanto antes, pues su arranque no depende del calendario, sino de una decisión municipal. Al contrario que otros proyectos administrativos, que tienden a demorarse, los relativos a la navidad suelen ser no sólo rápidos, sino se diría que incluso impacientes. Y tiene su explicación: ¿vas a montar un árbol que roza el cielo para encenderlo únicamente durante unos cuantos días, cuando su montaje lleva semanas? Lo importante de un árbol de navidad no es que se encienda en navidad, ya que eso tendría poco mérito y revelaría una falta de imaginación por parte de las corporaciones municipales inscritas en el concurso del árbol de navidad más alto de España, sino que el árbol cree un ambiente navideño en unas fechas que no tienen nada que ver con las navideñas, lo que responde a un razonamiento impecable: mientras llega y no llega la navidad, un árbol de navidad resulta un anacronismo necesario para que, cuando llegue la navidad, todo el mundo esté ya un poco harto del árbol de navidad, en el caso optimista de que, una vez llegada la navidad en sentido estricto, todo el mundo no esté hasta la coronilla del árbol, de los villancicos y de los polvorones, pues algo tiene la navidad de maratón extenuante.

         Por evolución natural -o quizá no tan natural, no sé- , la navidad cuenta ya, en fin, con un periodo prenavideño que, a efectos prácticos, es tan genuinamente navideño como el tramo propiamente navideño.

         Todo el país está ya hoy iluminado. Los árboles metálicos y las guirnaldas parpadean. Millones de bombillas recrean un cielo estrellado que no vemos por culpa de esas bombillas. Y esa es la verdadera magia de la navidad: que es navidad incluso cuando no es navidad. Felices prefiestas.

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