domingo, 26 de febrero de 2023

LA DIPLOMACIA

 (Publicado en prensa)


Según Putin, en Occidente tenemos dos diversiones: practicar con impunidad la pedofilia y obligar a los curas a celebrar matrimonios homosexuales. Aparte de eso, da por hecho que lo que de verdad nos gustaría es destruir Rusia, deseo prevalente de cualquier occidental desde que abre los ojos por la mañana: “Apreciados vecinos, ayer destruimos Volgogrado y la semana próxima haremos una excursión para destruir Novosibirsk”, se supone que anuncia el delegado del Gobierno en Almería, pongamos por caso, mientras que el alcalde de Múnich firma un bando en que incita a la destrucción de Saratov o de Ekaterimburgo, según le pille el día. Da la impresión de que quien no tiene interés en destruir nada es el propio Putin, y tal vez por eso ha anunciado el incremento de su arsenal nuclear.

         La ventaja de poner al mando de un país a un chulo barato es que todo suena a épica, y ya sabemos que la épica se vende bien entre los hechizados por los patriotismos irracionales: apelas a la patria y ya vale todo, en parte porque la palabra “patria” no solo es polisémica, sino que además no significa nada en concreto: lo que cada cual interprete. A la carta. La sofística tampoco podía quedar al margen: según Putin, Rusia no empezó la guerra en Ucrania, sino que la culpable es Ucrania por defenderse de la invasión rusa. Ya no sabe uno, en fin, si Putin, aparte de un delincuente, es un idiota infantilizado o un cínico resabiado, aunque, al tratarse de cualidades compatibles y acumulables, cabe la posibilidad de que sea un poco de todo.

         Nuestra ministra Belarra lleva reclamando desde el principio de la guerra que se opte por una solución diplomática, ya que el envío de material bélico a Ucrania solo consigue prolongar el conflicto. Tiene razón: sin la ayuda internacional, a estas alturas la guerra hubiese terminado y la bandera rusa ondearía hoy en Ucrania, a la espera –quién sabe- de poder ondear mañana en Estonia o incluso en Finlandia, en el caso de que los rusos más delirantes renuncien a su sueño grandioso de trasladar la frontera euroasiática a la costa atlántica portuguesa. Pero sí, cómo no: la diplomacia, aunque razonar con Putin sea algo parecido a discutir en una reunión del bloque con ese vecino que, en vez de votar a favor del arreglo de los tendederos, se empeña en acondicionar en la azotea una pista de aterrizaje para las naves extraterrestres. De todas formas, la diplomacia flower power es una opción. Si la ministra Belarra fuese nombrada embajadora de la UE ante el Kremlin, tal vez acabaría de inmediato con la guerra. Incluso podría aprovechar para convencer a Putin de que apruebe en Rusia una ley trans y de que subvencione a los colectivos LGTBI. Seguro que algo consigue.


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domingo, 12 de febrero de 2023

LA CONVIDADA

 (Publicado en prensa)



Alfonso, el de la compañía de seguros, llegó al bar en que nos reunimos a la salida del trabajo y soltó la bomba: “Acabo de oír en la radio a un alto cargo de la Agencia Tributaria”. Quedamos expectantes, porque todo el mundo sabe que la intersección de la Agencia Tributaria con la ciudadanía es siempre peligrosa. “¿Y?” El caso era que el alto cargo en cuestión, preguntado al respecto, había dicho que si alguien invita a alguien a una simple caña de cerveza en un establecimiento público, por ley estaría obligado a pagar el impuesto de donaciones. 

       Enmudecimos, pues somos muy de convidar, y caímos de repente en la cuenta de que, por nuestra culpa, el Estado está perdiendo un dinero que podría emplear en construir autovías y hospitales. Y decidimos tomar medidas.

         “El café de ese lo pago yo. Pero el impuesto de donaciones que lo pague él, porque no quiero líos con Hacienda”, dijo Martínez, el de la zapatería. Se planteó una duda: si alguien invita a uno a una copa de coñac, pongamos por caso, y ese uno invita al otro a lo mismo, ¿queda neutralizada la obligación de tributar? Sería, según se argumentó allí, como lo del IVA: compensar las convidadas repercutidas con las convidadas soportadas. A todos nos pareció razonable, pero hubo quien no tardó en objetar que eso podría hacerse conforme a la ley si ambos tomasen lo mismo, porque una copa de coñac cuesta el doble que un tinto con casera, lo que complicaría bastante la estimación tributaria. 

          Otro supuso que si invitaba a alguien a un tercio del desayuno (al café, pero no al zumo ni a la tostada), la tributación debería ser proporcional, al tener el desayuno un precio unitario, no sujeto a fragmentación.  Pepe, el camarero, quedó en consultarlo con su gestor para no incurrir en irregularidades. Julio Piedra, nuestro parado de larga duración, planteó un caso entre práctico y teórico: “Si pago la consumición de alguien como compensación por el dinero que le debo, ¿es donación?”. No: sería un pago en especie. Y así.

         La cosa fue derivando a un terreno macroeconómico: Pedro Ramírez reconoció que a la boda de su hija asistieron más de 200 invitados y allí nadie pagó nada, ni el menú ni el impuesto, y mucho menos la orquesta. Por si fuese poco, los regalos en metálico que recibieron los contrayentes fueron en B, pues durante el banquete no se rellenó ningún impreso ni nadie firmó papel alguno en que constasen esas donaciones.

Se nos ha metido en el cuerpo, en fin, el temor de que un día llegue un inspector de Hacienda camuflado y acabemos todos en el cuartelillo.

         “Pepe, pon una ronda a los amigos para celebrar el nacimiento de mi nieto”, según se envalentonó Pepe Miranda, el del ultramarinos. Pepe, el camarero, asintió: “Pero bajo su responsabilidad, don José”.

Seguimos convidándonos, por supuesto. Pero ahora lo hacemos con la turbiedad de los furtivos. Y estamos pensando que si persistimos en el vicio de convidar, lo más prudente es que nos acojamos a la tributación por módulos.

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viernes, 3 de febrero de 2023

jueves, 2 de febrero de 2023

CARLOS EDMUNDO DE ORY

En el nº de febrero de TINTA LIBRE, en mi sección "Fantasmas ilustrados", escribo sobre Carlos Edmundo de Ory, con su correspondiente caricatura de Toño Benavides.