martes, 22 de enero de 2019

EN TORNO A VARIAS SERIES TELEVISIVAS




En el diario El Mundo escribo sobre varias series televisivas.

(El título que le puse no es ese, sino "Heroísmos y macarrismos". La entradilla tampoco es mía. Algunos aspectos tipográficos -cursivas que faltan o que sobran, por ejemplo, y ese guión absurdo en Beowulf-, así como algunos detalles de puntuación, se los debo al listillo o a la listilla de la redacción del periódico -generalmente un becario- que vive de perfeccionar textos ajenos.)

(La acidez de algunos de los comentarios se debe a que el listillo o la listilla en cuestión me cambió -no me pregunten por qué: misterio- la 4ª temporada de Peaky Blinders por una imaginaria 5ª que aún no existe, y ahí formó el lío. Ya está corregido, no obstante.)

https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/01/21/5c44b53121efa0ac2c8b4582.html

lunes, 21 de enero de 2019

LO VENIDERO



(Publicado el sábado en prensa)


Acabamos de dejar atrás un año de rumbo incierto y entramos en un año que promete incertidumbres, de modo que lo más probable es que sigamos por el estilo, salvo que todo decida ir a peor, pues con las cosas de la realidad nunca se sabe… y casi mejor no saberlo hasta que no quede más remedio que darse por enterado. 

El gobierno central sigue en precario y en vilo, con un presidente convertido no ya sólo en un habilidoso funambulista, sino también en un crupier bondadoso que procura repartir las cartas equitativamente entre quienes lo auparon a la presidencia para que no le dinamiten en cualquier momento el podio y lo sometan de nuevo a la incertidumbre no tanto de las urnas de la nación como a la incertidumbre maquiavélica de las urnas de Ferraz. Como no podía ser de otra manera, la política-ficción catalana seguirá vertebrando la realidad común, y no dejan de resultar enternecedores los intentos del gobierno de Sánchez de contentar a quienes no tienen contento posible más allá de sus pretensiones innegociables, pues difícil resulta que quien aspira al disfrute del paraíso terrenal se conforme con que le den dinero para mejorar unas cuantas carreteras o con que le regalen un estatuto inaceptable para una nación oprimida. Por ahí el Waterloo está más que cantado… para ambas partes, por mucho que la música de piano la ponga el señor Puigdemont, ya sea en su calidad de fugado o de exiliado, que eso depende del cristal con que se mire: el de las gafas de Borrell, pongamos por caso, o el de las de Torra, por no meter en esto el cristal de las bolas de los videntes, a los que por cierto es muy aficionado –según dicen quienes saben- el exmuy exhonorable exseñor Pujol, padre de su patria e hijo adoptivo de la banca andorrana.

De aquí a poco, el gobierno tendrá que hacer frente a promesas difíciles, y, sin ir más lejos, ya tiene ahí a los sindicatos desenterrando el hacha de guerra, porque los sindicatos no se inventaron para formar orquestas especializadas en valses vieneses. En cuanto a la política en su vertiente gore, parece ser que la exhumación de Franco va a llegar un poco más tarde que el entierro de la sardina. La realidad, en suma, y el deseo.

En Andalucía, por su parte, andamos muy entretenidos. Gracias a la expansión de la escuela filosófica del cuñadismo y del debate socrático de barra de bar, los cruzados de VOX van a tener un papel decisivo en el arbitraje parlamentario, de modo que dispondremos de unos árbitros que están más necesitados que nadie de arbitraje, en el caso optimista de que tal cosa sea posible, sobre todo si deciden acudir al parlamento a caballo y no en coche oficial.

No sé, se supone que la incertidumbre agudiza el pensamiento. Pero eso –como todo- depende, ¿verdad? También está el cansancio. El ya vale. El venga ya.

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lunes, 14 de enero de 2019

En el suplemento LA ESFERA DE PAPEL, del diario EL MUNDO, escribo sobre la miniserie -en todos los sentidos- La verdad sobre el caso Harry Quebert.

https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/01/11/5c2e311ffdddff5e778b45e7.html


miércoles, 2 de enero de 2019

OTRO MÁS



(Publicado el sábado en prensa)

Sí, por supuesto: esto de los años es una mera convención, y lo mismo un año podría abarcar 500 días, o 157, o 18, o los que nuestros antepasados hubiesen decidido establecer como medida de tiempo, pero el caso es que otro año se nos acaba, y nosotros un poco con él. Será sugestión, sin duda, aunque lo cierto es que llegamos a diciembre con un fardo acumulativo de tareas y de obligaciones asumidas a lo largo de 12 meses, 12 meses que por una parte se nos han hecho interminables y que, por otra, se nos han ido volando, gracias a esas sensaciones contradictorias que nos suscita el paso del tiempo: algo que a veces se nos hace eterno y algo que a veces nos resulta un visto y no visto, como si, según el día, se calzara unas botas de plomo o tuviera los tobillos alados, como el dios Mercurio.

            Llegamos cansados al final de cada año, ya digo, lo que no impide que alimentemos propósitos para el nuevo, que es algo que supone un cansancio añadido a este cansancio menos de cuerpo que de mente. Estrenamos agenda y almanaque y, por extensión, nos hacemos a la idea de que estrenamos una forma de vida, aunque luego la vida sigue su curso, que suele ser el de siempre, y casi mejor así. Lo más probable es que sigamos fumando, que sigamos sin hacer un poco de ejercicio, que mantengamos nuestra dieta tóxica, por mucho que el médico nos pinte un futuro espeluznante. Porque a ver quién lucha no ya contra la vida como concepto genérico, sino contra sí mismo como concepto específico.

            Llegamos, sí, cansados. Para llegar aún más cansados, hemos tenido la ocurrencia de inventar la comida de empresa y la cena familiar de nochebuena, el almuerzo de navidad con los restos de la cena de nochebuena y la cena de orgía romana de nochevieja, seguida no sólo de esos licores y confites que hay que gastar como sea para que no dormiten en la despensa durante meses antes de tirarlos, sino también de una atragantada de uvas, a razón de una por segundo. (Y, allá en el horizonte, la amenaza pringosa del roscón de Reyes, y la compra de regalos, para que no olvidemos que el mundo es un lugar difícil.)

            Como conclusión medianamente científica, podemos decir que, puesto que, por inercia, llegamos muy cansados a las postrimerías de cada diciembre, hemos decidido llegar a enero no ya cansados, sino exhaustos. A lo grande. De ahí que hayamos establecido esta maratón de celebraciones sagradas tras convertirlas en todo lo pagano que puede dar de sí lo sagrado: desde celebrar el nacimiento del Niño en una discoteca hasta entrar en el año nuevo con una resaca de bucanero. Porque ¿a quién no le gusta salirse durante unos días de sí mismo antes de reingresar en la rutina en cuanto desmonte el arbolito y el belén?

            Pero, aunque cansados a priori, que tengamos todos un buen año. Otro.

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