martes, 29 de diciembre de 2020

lunes, 28 de diciembre de 2020

domingo, 27 de diciembre de 2020

EXPECTATIVAS

 (Publicado ayer en prensa)


Vamos acostumbrándonos a que todo sea anómalo y moderadamente absurdo, lo que no quiere decir que lo aceptemos, sino más bien lo contrario: hay una parte de nosotros que se niega a conformarse con esta nueva realidad, que más que nueva es mala y que, más que realidad, tiene mucho de pesadilla.

Las autoridades, tanto políticas como sanitarias, nos piden responsabilidad, y hacemos el propósito de ser responsables, aunque se da el caso de que lo que más nos pide el cuerpo, tras estos meses de rigideces normativas, es un poco de irresponsabilidad, y en eso tenemos más tradición que en lo otro, de modo que a la petición de responsabilidad respondemos con la alegría de quienes en el fondo se sienten invulnerables a la desgracia, hasta que nos toca de cerca, y ahí ya no es que optemos por la responsabilidad, sino por el miedo.

         A estas alturas, raro es quien no conoce a alguien que haya sido afectado por el virus, lo que hace que la pandemia deje de ser una abstracción estadística en nuestra mente para convertirse en nuestro ánimo en una amenaza concreta. Aparte de un historial médico, muchos de esos enfermos disponen también de una pequeña novela de terror: quien se ha pasado meses sedado e intubado en un hospital, quien se ha sentido morir de repente por falta de aire, quien no puede con su cuerpo… Y es que parece ser que estamos ante un virus imaginativo que ofrece un catálogo surtido de síntomas y de consecuencias y que reparte la desgracia con una aparente aleatoriedad, al igual que los Reyes Magos, que a menudo regalan más a su antojo que con arreglo a los deseos de los pequeños.

         No sé. La convención quiere que estas sean fechas de ilusión y de esperanza, pero en este año difícil nada resulta fácil. Nos anuncian, como una gran noticia, que en marzo estará vacunado un 5% de la población, pero resulta que ese 5% es apenas un poco más que nada, de modo que la previsión es que en 2021 sigamos como ahora, aunque sin duda más cansados, más abatidos y con nuestro famoso sentido de la responsabilidad transformado en desesperación, ya que nadie está del todo capacitado para vivir durante demasiado tiempo en la irrealidad, o en una realidad fracturada, o en un mal sueño del que nunca se despierta.

         Se supone, sí, que estamos obligados a ser optimistas, pero resulta que ese optimismo tendrá que verse constatado de manera incierta en el futuro, y lo que ahora echamos de menos es el presente. La esperanza se resigna –qué remedio- al medio y largo plazo, pero, cuando el plazo es indefinido, puede imponerse la desesperanza.

         Aunque aquí seguimos, en fin, a la espera de que el ángel exterminador no derrote al ángel de la guarda. Buena suerte.


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domingo, 13 de diciembre de 2020

sábado, 12 de diciembre de 2020

LA NOVEDAD

 (Publicado hoy en prensa)


Nada es del todo como era, y la esperanza de que las cosas vuelvan a ser como fueron va debilitándose en lo más profundo de nuestro sentir, porque algo allí nos susurra que nuestra antigua realidad era algo mucho más frágil de lo que nos atrevíamos a sospechar incluso en nuestras rachas de pesimismo.

En mayor o menor grado, con más o menos dosis de melancolía, vamos haciéndonos el ánimo al fatalismo de que, durante mucho tiempo, ni las cosas volverán a ser como antes ni nosotros volveremos a ser como fuimos. Estamos en el proceso de una rara metamorfosis individual y colectiva, y a ver qué sale de ahí.

Anhelamos una vacuna, pero al mismo tiempo desconfiamos de la eficacia y seguridad de estas vacunas urgentes que nos ilusionan y nos dan miedo. Y nos ilusionan y nos dan miedo porque ambas emociones son irracionales, como solemos serlo todos cuando nuestras supersticiones prevalecen sobre nuestro conocimiento. De vacunas entienden los que siempre han entendido de vacunas, lo que no quita que cada uno de nosotros se permita entender de lo que no entiende. Al fin y al cabo, llevamos la ciencia infusa y traemos la suspicacia de fábrica. Dudamos de todo, menos de nosotros mismos. Y ahora que tenemos vacunas toca el escepticismo ante la inmunización. Somos así. Somos peculiares.

No falta quien da por hecho que estas vacunas nos volverán loco el organismo y acabaremos convertidos poco menos que en mutantes, hasta el extremo de que nuestros descendientes acabarán con dos o tres narices y con cuatro brazos, en el caso afortunado de que no nazcan con unas cuantas orejas en los pies o con un pie en cada oreja.  Cuestión, en fin, de esperar: ya veremos. Porque se trata de solucionar el presente, no de imaginar futuros fantasiosos.

Nos damos cuenta ahora de que lo que teníamos no era mucho ni era poco, sino que era sencillamente lo nuestro: lo que nos regalaba la vida, que no estaba fundada en experimentar aventuras trepidantes ni en concatenar grandes sorpresas, sino en el disfrute de las pequeñas cosas que nos gustaban, que nos distraían y que conformaban una rutina tal vez muy simple, pero casi imperceptiblemente dichosa: tocar cosas sin miedo, tocarnos sin miedo, hablarnos cara a cara sin miedo y sin distancia...

De una manera o de otra, las circunstancias están obligándonos, muy a nuestro pesar, a reinventarnos a marchas forzadas, para no correr el riesgo de convertirnos en los fantasmas nostálgicos de nosotros mismos.

No puede decirse que se trate de una tarea sencilla, porque uno está medio acostumbrado a convivir con su propio pensamiento, con su historial de vida, con las brumas de su memoria, con sus manías y prejuicios, y de repente hay que aprender a convivir con un extraño en un mundo extraño.

 Ese extraño que se refleja en tu espejo y te pregunta “¿Y ahora qué?”.

martes, 8 de diciembre de 2020

 Lo más extraño de todo es recordar lo que genéricamente llamábamos "la vida" como un algo abstracto: un confiado fluir de gente por las calles, el rumor que salía de los bares como un guirigay festivo, la despreocupación por nuestra corporeidad, sin temor a sus fragilidades...

Y, de pronto, esta sensación de ausencia y de silencio.
Como si lo invisible se hubiera solidificado.

lunes, 7 de diciembre de 2020

sábado, 5 de diciembre de 2020