Ahora -lo siento- toca andar en esto...
https://leerporleer.com/resenas/la-conspiracion-de-los-conspiranoicos/
Ahora -lo siento- toca andar en esto...
https://leerporleer.com/resenas/la-conspiracion-de-los-conspiranoicos/
https://www.hoyesarte.com/literatura/ficcion/si-no-conoces-a-walter-arias-ya-estas-tardando_253536/
(Publicado ayer en prensa)
Vamos acostumbrándonos a que todo
sea anómalo y moderadamente absurdo, lo que no quiere decir que lo aceptemos,
sino más bien lo contrario: hay una parte de nosotros que se niega a
conformarse con esta nueva realidad, que más que nueva es mala y que, más que
realidad, tiene mucho de pesadilla.
Las
autoridades, tanto políticas como sanitarias, nos piden responsabilidad, y
hacemos el propósito de ser responsables, aunque se da el caso de que lo que
más nos pide el cuerpo, tras estos meses de rigideces normativas, es un poco de
irresponsabilidad, y en eso tenemos más tradición que en lo otro, de modo que a
la petición de responsabilidad respondemos con la alegría de quienes en el
fondo se sienten invulnerables a la desgracia, hasta que nos toca de cerca, y
ahí ya no es que optemos por la responsabilidad, sino por el miedo.
A
estas alturas, raro es quien no conoce a alguien que haya sido afectado por el
virus, lo que hace que la pandemia deje de ser una abstracción estadística en
nuestra mente para convertirse en nuestro ánimo en una amenaza concreta. Aparte
de un historial médico, muchos de esos enfermos disponen también de una pequeña
novela de terror: quien se ha pasado meses sedado e intubado en un hospital,
quien se ha sentido morir de repente por falta de aire, quien no puede con su
cuerpo… Y es que parece ser que estamos ante un virus imaginativo que ofrece un
catálogo surtido de síntomas y de consecuencias y que reparte la desgracia con
una aparente aleatoriedad, al igual que los Reyes Magos, que a menudo regalan
más a su antojo que con arreglo a los deseos de los pequeños.
No
sé. La convención quiere que estas sean fechas de ilusión y de esperanza, pero
en este año difícil nada resulta fácil. Nos anuncian, como una gran noticia, que
en marzo estará vacunado un 5% de la población, pero resulta que ese 5% es apenas
un poco más que nada, de modo que la previsión es que en 2021 sigamos como
ahora, aunque sin duda más cansados, más abatidos y con nuestro famoso sentido
de la responsabilidad transformado en desesperación, ya que nadie está del todo
capacitado para vivir durante demasiado tiempo en la irrealidad, o en una
realidad fracturada, o en un mal sueño del que nunca se despierta.
Se
supone, sí, que estamos obligados a ser optimistas, pero resulta que ese
optimismo tendrá que verse constatado de manera incierta en el futuro, y lo que
ahora echamos de menos es el presente. La esperanza se resigna –qué remedio- al
medio y largo plazo, pero, cuando el plazo es indefinido, puede imponerse la
desesperanza.
Aunque
aquí seguimos, en fin, a la espera de que el ángel exterminador no derrote al
ángel de la guarda. Buena suerte.
.
Reportaje de Ignacio F. Garmendia en Diario de Sevilla:
https://www.diariodesevilla.es/delibros/conspiracion-conspiranoicos-benitez-reyes_0_1528047585.html
(Publicado hoy en prensa)
Nada es del todo como era, y la esperanza
de que las cosas vuelvan a ser como fueron va debilitándose en lo más profundo
de nuestro sentir, porque algo allí nos susurra que nuestra antigua realidad
era algo mucho más frágil de lo que nos atrevíamos a sospechar incluso en
nuestras rachas de pesimismo.
En mayor o
menor grado, con más o menos dosis de melancolía, vamos haciéndonos el ánimo al
fatalismo de que, durante mucho tiempo, ni las cosas volverán a ser como antes
ni nosotros volveremos a ser como fuimos. Estamos en el proceso de una rara
metamorfosis individual y colectiva, y a ver qué sale de ahí.
Anhelamos una
vacuna, pero al mismo tiempo desconfiamos de la eficacia y seguridad de estas
vacunas urgentes que nos ilusionan y nos dan miedo. Y nos ilusionan y nos dan
miedo porque ambas emociones son irracionales, como solemos serlo todos cuando
nuestras supersticiones prevalecen sobre nuestro conocimiento. De vacunas
entienden los que siempre han entendido de vacunas, lo que no quita que cada
uno de nosotros se permita entender de lo que no entiende. Al fin y al cabo, llevamos
la ciencia infusa y traemos la suspicacia de fábrica. Dudamos de todo, menos de
nosotros mismos. Y ahora que tenemos vacunas toca el escepticismo ante la
inmunización. Somos así. Somos peculiares.
No falta quien
da por hecho que estas vacunas nos volverán loco el organismo y acabaremos
convertidos poco menos que en mutantes, hasta el extremo de que nuestros
descendientes acabarán con dos o tres narices y con cuatro brazos, en el caso
afortunado de que no nazcan con unas cuantas orejas en los pies o con un pie en
cada oreja. Cuestión, en fin, de
esperar: ya veremos. Porque se trata de solucionar el presente, no de imaginar
futuros fantasiosos.
Nos damos
cuenta ahora de que lo que teníamos no era mucho ni era poco, sino que era sencillamente
lo nuestro: lo que nos regalaba la vida, que no estaba fundada en experimentar aventuras
trepidantes ni en concatenar grandes sorpresas, sino en el disfrute de las
pequeñas cosas que nos gustaban, que nos distraían y que conformaban una rutina
tal vez muy simple, pero casi imperceptiblemente dichosa: tocar cosas sin
miedo, tocarnos sin miedo, hablarnos cara a cara sin miedo y sin distancia...
De una manera
o de otra, las circunstancias están obligándonos, muy a nuestro pesar, a
reinventarnos a marchas forzadas, para no correr el riesgo de convertirnos en
los fantasmas nostálgicos de nosotros mismos.
No puede
decirse que se trate de una tarea sencilla, porque uno está medio acostumbrado
a convivir con su propio pensamiento, con su historial de vida, con las brumas de
su memoria, con sus manías y prejuicios, y de repente hay que aprender a
convivir con un extraño en un mundo extraño.
Ese extraño que se refleja en tu espejo y te
pregunta “¿Y ahora qué?”.
Lo más extraño de todo es recordar lo que genéricamente llamábamos "la vida" como un algo abstracto: un confiado fluir de gente por las calles, el rumor que salía de los bares como un guirigay festivo, la despreocupación por nuestra corporeidad, sin temor a sus fragilidades...
En la revista ZENDA, un adelanto de la novela:
https://www.zendalibros.com/la-conspiracion-de-los-conspiranoicos-de-felipe-benitez-reyes/