lunes, 29 de diciembre de 2014

CUERPO Y ESPÍRITU



Como somos como somos, y como nos gusta complicar un poco las cosas -supongo que menos por vocación que por naturaleza-, hablamos mucho del espíritu navideño, que es un concepto de sugerencias entre volátiles y fantasmales, cuando en realidad el que trabaja duro en estas fechas es el cuerpo, el sufrido cuerpo navideño, al que ponemos hasta las cejas de manjares terrestres y marítimos e incluso de polvorones, ese producto que está en un punto intermedio entre el confite y el castillo de arena.

            En estas fechas tan señaladas, el que no para es –ya digo- el cuerpo, el cuerpo navideño, aunque el mérito se lo lleve el espíritu navideño, que practica una especie de intrusismo metafísico en estas fiestas de la gula y de los excesos en general, incluido en tales excesos el de estar bregando al filo de la medianoche con la boca de un bogavante o con la osamenta de un cochinillo, por no hablar del malabarismo de tragarte un cuenco de uvas al ritmo de unas campanadas tras descifrar las instrucciones de una presentadora de televisión que tirita de frío bajo un vestido de tirantes y lentejuelas.

            De todas formas, y por mucho que el cuerpo navideño se lleve la palma en cuanto a sacrificios, sería injusto negar la emanación del espíritu navideño. Se manifiesta ese espíritu, no sé, en las felicitaciones que recibes no sólo de tus amistades -que de repente parecen haberse hecho devotas de la secta literaria de Paolo Coelho-, sino incluso de esas empresas que durante el resto del año se dedican a estudiar la manera de sacarte más dinero del que ya te sacan, pues se ve que, en la escala moral de los negocios, la avaricia no constituye un pecado capital, sino que el pecado sería dejar pasar de largo el capital. 

Se manifiesta ese espíritu en los discursos de los gobernantes, del rey para abajo; esos discursos que se sustentan en una oratoria de inspiración Disney y en los que suele primar el imperativo ilusionado, el imperativo categórico e incluso el imperativo un tanto imperial, así lo formule un alcalde de pueblo: “Tenemos que construir el futuro sobre la base de…” (Sobre la base, en fin, de lo que buenamente corresponda, ya que se trata de un componente tan variable como la receta del pavo, del cordero o del besugo, que es en lo que todo el mundo piensa en realidad mientras oye esos discursos vaporosos: en comer, porque estas fiestas son menos retóricas que gastronómicas.) Se manifiesta el espíritu de la Navidad, en fin, en… Pues en el propio espíritu de la Navidad, que es un espíritu glotón y algodonoso, delicuescente y tragaldabas, orondo como Papá Noel, y lo raro es que nadie haya inventado todavía una receta para poder comernos tras la Noche de Reyes el abeto. 

         Y, sobre todo, feliz año.


(Publicado el sábado en prensa)

viernes, 26 de diciembre de 2014

En según qué diócesis, lo del sorteo del niño puede prestarse a equívoco.

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lunes, 22 de diciembre de 2014

LA SIMULACIÓN DIFERIDA EN DIRECTO

Al igual que todos los años, unos actores profesionales contratados por el Ministerio de Hacienda interpretan el papel de agraciados por la lotería, con un guión invariable: pagar la hipoteca, hacer un viaje, ayudar a los hijos, tapar agujeros... 

Según parece, cobran un plus por movilidad forzosa y otro por la ducha de cava.

Cuando gobierne Podemos, demostrarán con documentos del CNI lo que ya es un secreto a voces: que la lotería es un fraude estatal y que los bombos están trucados para que los 3 primeros premios les toquen a los actores profesionales, que por supuesto no pueden cobrar los décimos premiados. Si alguno se va de la lengua y revela el montaje, lo eliminan -y de ahí los crímenes sin móvil aparente de los que nos enteramos de vez en cuando por la prensa.

Esto es así: el espíritu jubiloso y azaroso de la navidad.

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jueves, 18 de diciembre de 2014

LA BROMA



         Somos tan optimistas, disfrutamos de una naturaleza tan alegre y desahogada, que seguimos manteniendo esa broma colectiva según la cual los políticos están ahí para resolvernos problemas, para ordenarnos la realidad y para convertirnos a todos, sin exclusión, en ciudadanos prósperos, iguales, fraternos y libres. Desinteresadamente. La broma dura ya mucho (más o menos, desde la Revolución Francesa), pero se ve que se trata de una broma afortunada, de un chiste imperecedero que, por muchas veces que nos lo cuenten, sigue arrancándonos una carcajada incontenible.


            Se trata, en realidad, de un divertimento recíproco: ellos se ríen de nosotros a través de sus discursos y de sus promesas electorales y nosotros nos divertimos un poco yendo a votar para ponerlos en el brete de tener que cumplir lo que ellos saben mejor que nadie que no pueden cumplir, aunque lo que de verdad nos divierte es que metan de vez en cuando a uno de ellos en la cárcel, cosa que suele ocurrir con la frecuencia de los milagros o de los eclipses lunares, porque las cárceles están pensadas para otro tipo de gente y tampoco se trata de convertir un presidio en un parlamento autonómico, con sus reclusas señorías trabajando a destajo por el bien común, así sea desde su desventurada circunstancia personal, por mucho que el político de raza lleve la filantropía en la sangre y no pueda purificarse de esa intoxicación congénita ni siquiera cuando se ve entre rejas. De ahí la crueldad que supone el que se impida concurrir a las elecciones a los políticos imputados en asuntos más o menos escalofriantes, con lo conmovedora que resultaría una candidatura que pareciese un martirologio, pues como mártir vocacional puede considerarse a todo aquel hijo de vecino que se levanta un día y se dice: “A partir de ahora, mi misión en la vida consistirá en engrandecer mi país, así sea desde un puesto de vicedelegado”.


            El principal problema que existe entre ellos y nosotros es que no solemos encontrar un punto de intersección que merezca ese nombre. Un vínculo de realidad. Porque el caso es que parecemos extraterrestres mutuos: ellos enrocados en su discurso metapolítico, mareando leyes y números, asistiendo a reuniones y comisiones en que se debate el debate del debate del debate, y nosotros cruzando los dedos para que no nos suban el precio de la luz ni el IVA de las patatas, y así, ya digo, no hay manera, sobre todo si tenemos en cuenta la distancia metafísica que existe entre alguien que tiene que gobernar un país y alguien que va al supermercado con la ilusión de pillar una oferta de 2 x 1 en el champú.


            Sabemos por experiencia que la broma es resistente y que no hay motivo alguno para alarmarse. Haremos lo posible por seguir manteniéndola, oh camaradas políticos. 

               Pero tampoco os paséis.


(Publicado el sábado pasado en prensa.)


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jueves, 11 de diciembre de 2014

DOS SUELTOS

Me piden desde un periódico mi opinión sobre el hecho de que desde hace 25 años ningún español -excluido el ciudadano híbrido Vargas Llosa- recibe el premio Nobel. Mi respuesta:
"También llevamos 40 años sin que ninguna española consiga el título de Miss Universo y no creo que haya motivos suficientes para que el premio Nobel haya que tomárselo más en serio que ese concurso de belleza".


Harold Bloom, con su tono irrenunciable de santón que se ha creído que de verdad es un santón: "No creo que haya nada radicalmente nuevo en la literatura actual".
De lo que se deducen al menos dos cosas: que ha leído toda la literatura actual -de todas las lenguas y países- y, sobre todo, que da por hecho que puede existir algo "radicalmente nuevo", lo que a estas alturas resulta bastante improbable -y bastante innecesario también- no ya en el arte literario, sino incluso en el mecanismo de las ollas exprés o en la elaboración de ensaladas.
A veces, las visiones universalistas sólo sirven, en fin, para camuflar al pueblerino infatuado.

martes, 9 de diciembre de 2014

El pequeño Nicolás amenaza con sacar a la luz vídeos eróticos protagonizados por "personalidades".

Al final, detrás de esto va a estar incluso Walt Disney.

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jueves, 4 de diciembre de 2014

La novela como una barraca de feria (con su mujer barbuda, con su fakir meditabundo, con su híbrido de serpiente y doncella, con sus gemelos unidos por el cráneo). Y con un título que podría ser invariable para todas: Pasen y vean.

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lunes, 1 de diciembre de 2014

LO FUTURO



(Publicado el sábado en la prensa)


A las campañas electorales les pasa lo mismo que a las campañas navideñas: que sabemos cuándo acaban, pero no exactamente cuándo empiezan. Hay quienes suponen que un político está en precampaña desde el día siguiente al de su toma de posesión, y buena parte de razón llevan en eso, aunque no toda: cualquier político electo sabe que dispone de unos tres años y medio para fastidiar a los votantes y de aproximadamente un semestre para prometerles el paraíso en la tierra. Entre generales, autonómicas y municipales, nos pasamos la vida en una venta de motos, como quien dice. En el tiempo feliz de las ocurrencias en torno al porvenir.

            Los programas electorales vienen a ser los cuentos de hadas de los regímenes democráticos: algo que todos sabemos que es mentira y fantasía, pero que nos gusta que nos cuenten. Detrás de los redactores de un programa político hay siempre un equipo de fabuladores que  saben transformar al candidato X en el príncipe de la armadura plateada que asesinará al dragón que tiene cautiva a la princesa pálida de la economía, que saben presentar a la alcaldable Z como la maga de la varita mágica que convertirá en un cofre repleto de monedas de chocolate la deuda municipal heredada del anterior equipo de gobierno, cuya gestión funesta propició la llegada de la era de las tinieblas, en la que todo fue miseria y desolación, bosques neblinosos con fieras administrativas que devoraban a los inocentes, y tristeza, mucha tristeza colectiva: el mismísimo país de Mordor. 

            Creo, no sé, que las campañas electorales podrían durar como mucho un día, tiempo suficiente para que los candidatos nos expusieran el relato de ciencia-ficción que cada partido haya considerado más convincente para trasladar a los votantes a unas regiones imaginarias que suelen estar situadas entre la Arcadia y Shangri-La. Los catorce días restantes deberían dedicarse a la exposición de sus planes por parte de los poderes económicos, lo que tendría la virtud de contrarrestar el efecto de esas fábulas risueñas con unos desasosegantes relatos de terror. La realidad resulta menos apacible que los sueños quiméricos, pero es la realidad, a la que la propia realidad se encarga de devolvernos en cuanto perdemos un poco el rumbo.

            Vivimos, en fin, en un régimen de ficciones mutuas: los políticos nos pregonan un futuro que se parece mucho a un lugar que está fuera del tiempo y nosotros, a pesar de los escarmientos padecidos, nos resignamos a dar por hecho que los políticos tienen nuestro futuro en sus manos, unas manos inmaculadas con respecto a ese futuro ilusorio, aunque por lo general manchadas de pasado. 

            Los discursos políticos acaban girando sobre sí mismos, lo que viene a ser como decir que giran sobre la nada. Quizá porque la política ha perdido eso, lo básico: el punto de intersección con la realidad común. Y todo suena irremediablemente a cuento. Chino.

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