Los oceanógrafos de los virus nos avisan ya del peligro casi cierto de una cuarta ola.
Si llega, nos preguntaremos qué hicimos mal en la tercera, y prometeremos solemnemente no caer en los mismos errores.
Y luego vendrá tal vez una quinta gran ola, y nos preguntaremos qué hicimos mal en la cuarta para acabar en una quinta.
Y así sucesivamente, en ese bucle.
(Por asociación caprichosa, te acuerdas de cuando eras niño y te sorprendía una ola grande en la orilla, y te volteaba, y te dejaba tirado en la arena como si hubieses salido de una lavadora en plena centrifugación, con un sabor a sal en la garganta, entre perplejo y aterrado, y metiéndote otra vez en el agua para volver a sentir esa angustia trepidante.)
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario