lunes, 7 de septiembre de 2015

EL FENÓMENO



Comoquiera que los micropatriotismos están de moda, van a permitirme que les hable hoy de un extraño fenómeno que tuvo lugar en mi patria chica. Un fenómeno para el que nadie ha encontrado todavía una explicación convincente y que en su día trituró el sentido lógico de los vecinos de mi pueblo, al implicar un descoyuntamiento de todos los patrones de realidad que manejábamos hasta entonces. “¿Se les posó un ovni en el tejado del ayuntamiento?”, se preguntarán ustedes. No, afortunadamente no. “¿Sufrieron la temida invasión de las arañas mutantes venidas del espacio exterior?” Tampoco.

            El caso fue que uno de nuestros concejales se levantó un día con la mente más preclara de lo habitual y tuvo una ocurrencia menos política que psicodélica: semipeatonalizar una calle. “¿En qué consiste la semipeatonalización?”, se preguntó todo el mundo. Algunos conjeturaron que se trataría de una calle con el tráfico restringido, para uso exclusivo de los residentes con garaje. Otros, que estaría abierta al tráfico durante un horario reglamentado. Y así sucesivamente. Cada cual aportando su parecer, como en los concilios ecuménicos.

            Lo curioso es que nadie acertó. Lo que se dice nadie: la calle semipeatonal sigue abierta al tráfico sin más restricciones que las que los dueños de los vehículos quieran imponerse, que no son muchas. Bien es verdad que no se prohíbe la circulación en esa calle semipeatonal a los peatones, a pesar de haberse eliminado las aceras, pero, en fin, que cada cual asuma el riesgo que su valentía le permita, porque en nuestra calle semipeatonal no rige ni siquiera un límite de velocidad para los vehículos, de modo que quienes tienen que acelerar son los peatones, para escapar cuanto antes de esa calle sin ley. Cada vez que uno de nosotros pasa por allí, asume su condición peligrosa de semipeatón, en tanto que los vehículos no se ven afectados por ningún código de semivehiculización, y de ahí el misterio que envuelve a nuestra calle semipeatonal.

            A estas alturas, lo único que tenemos semiclaro es que el concejal que semipeatonalizó la calle pertenece a alguna congregación semimasónica o semisatánica dedicada a enloquecer la vida común, a añadir factores de desquiciamiento a la política municipal.

            Vivimos aterrados por culpa de esa calle. Vivimos en vilo. Muchos dan rodeos para no pasar por esa calle maldita, por esa calle que encierra más incógnitas que los muñecones de la Isla de Pascua. Nadie se atreve a pasear por ella por miedo a que lo pille un coche y pasar así a la historia pequeña del pueblo como el tontaina que murió atropellado por un coche en una calle semipeatonal.

            Por su parte, el concejal que la semipeatonalizó vive retirado de la vida política, riéndose sin duda de nosotros con la mueca maligna de los grandes villanos del cine de villanos. El tío.


(Publicado el sábado en la prensa)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo.

Microalgo dijo...

Ay, madre.

No me nieguen que la idea es malignísima. Maquiavélica, incluso.