Comoquiera que los
micropatriotismos están de moda, van a permitirme que les hable hoy de un
extraño fenómeno que tuvo lugar en mi patria chica. Un fenómeno para el que
nadie ha encontrado todavía una explicación convincente y que en su día trituró
el sentido lógico de los vecinos de mi pueblo, al implicar un descoyuntamiento
de todos los patrones de realidad que manejábamos hasta entonces. “¿Se les posó
un ovni en el tejado del ayuntamiento?”, se preguntarán ustedes. No, afortunadamente
no. “¿Sufrieron la temida invasión de las arañas mutantes venidas del espacio
exterior?” Tampoco.
El
caso fue que uno de nuestros concejales se levantó un día con la mente más preclara
de lo habitual y tuvo una ocurrencia menos política que psicodélica:
semipeatonalizar una calle. “¿En qué consiste la semipeatonalización?”, se
preguntó todo el mundo. Algunos conjeturaron que se trataría de una calle con
el tráfico restringido, para uso exclusivo de los residentes con garaje. Otros,
que estaría abierta al tráfico durante un horario reglamentado. Y así
sucesivamente. Cada cual aportando su parecer, como en los concilios
ecuménicos.
Lo
curioso es que nadie acertó. Lo que se dice nadie: la calle semipeatonal sigue
abierta al tráfico sin más restricciones que las que los dueños de los
vehículos quieran imponerse, que no son muchas. Bien es verdad que no se
prohíbe la circulación en esa calle semipeatonal a los peatones, a pesar de
haberse eliminado las aceras, pero, en fin, que cada cual asuma el riesgo que
su valentía le permita, porque en nuestra calle semipeatonal no rige ni
siquiera un límite de velocidad para los vehículos, de modo que quienes tienen
que acelerar son los peatones, para escapar cuanto antes de esa calle sin ley.
Cada vez que uno de nosotros pasa por allí, asume su condición peligrosa de
semipeatón, en tanto que los vehículos no se ven afectados por ningún código de
semivehiculización, y de ahí el misterio que envuelve a nuestra calle
semipeatonal.
A
estas alturas, lo único que tenemos semiclaro es que el concejal que
semipeatonalizó la calle pertenece a alguna congregación semimasónica o
semisatánica dedicada a enloquecer la vida común, a añadir factores de
desquiciamiento a la política municipal.
Vivimos
aterrados por culpa de esa calle. Vivimos en vilo. Muchos dan rodeos para no
pasar por esa calle maldita, por esa calle que encierra más incógnitas que los
muñecones de la Isla
de Pascua. Nadie se atreve a pasear por ella por miedo a que lo pille un coche
y pasar así a la historia pequeña del pueblo como el tontaina que murió
atropellado por un coche en una calle semipeatonal.
Por
su parte, el concejal que la semipeatonalizó vive retirado de la vida política,
riéndose sin duda de nosotros con la mueca maligna de los grandes villanos del
cine de villanos. El tío.
(Publicado el sábado en la prensa)
2 comentarios:
Buenísimo.
Ay, madre.
No me nieguen que la idea es malignísima. Maquiavélica, incluso.
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