(Publicado en prensa)
Tras unas elecciones vienen no
solo las interpretaciones de las elecciones, sino también las controvertidas interpretaciones
de las interpretaciones de las elecciones. Es unos de los privilegios o una de
las servidumbres –según se quiera entender- de la política: ser un misterio
insondable en el que todo el mundo se anima a sondear. Da la impresión, no sé,
de que en política no importa tanto lo que pasa como lo que cada cual
interpreta que ha pasado, y se hacen ahí más verdad que nunca aquellos versos
de Ramón de Campoamor que han ascendido a dicho popular: todo es según del
color del cristal con que se mira.
Cristales los
hay de todos los colores y cada cual tiene el suyo, incluidos los cristales de
aumento que magnifican las victorias y los cristales opacos que anublan un poco
las derrotas, aunque en esto último parece ser que hemos avanzado desde
aquellos tiempos en que, tras el recuento de votos, todos los partidos
políticos se presentaban como ganadores morales, a pesar de que la moral fuese
por un lado y los números por otro. Hoy, para variar, los políticos que pierden
se resignan a haber perdido, lo que no deja de ser un gesto de respeto hacia la
lógica, que es algo que los del vulgo agradecemos no saben ellos cuánto, pues
no hay nada que nos descoloque y descorazone más que la pérdida del sentido de
la realidad particular por parte de quienes aspiran a asumir la gestión de la
realidad común.
En
una noche dominical de elecciones, ni siquiera la más trepidante de las películas
puede competir con esas tertulias televisivas en las que analistas acreditados
en el arte de la floritura politológica nos revelan a los votantes las razones
ocultas –ocultas incluso para nosotros mismos- de nuestro voto. Gracias a eso, nos
enteramos de por qué hemos votado a uno y no a otro, y así podemos dormir más
tranquilos…o no, porque igual nos demuestran que hemos errado en la elección y
la mala conciencia nos desvela.
De
lo que no habla casi nadie, al menos que yo sepa, es del porcentaje creciente
de la abstención, lo que también admite una interpretación no diré que catastrofista,
pero sí tal vez preocupante: en una democracia que damos por consolidada, un
tercio del censo electoral vive en una especie de régimen anárquico, gracias al
cual le trae sin cuidado quién gobierne y quién se encargue de fiscalizar desde
la oposición a los gobernantes. ¿Desinformación, desideologización, desidia,
desencanto? De todo habrá. Lo curioso es que se trata de un factor no diré que
tabú, pero sí tácitamente silenciado, a pesar de que ese cupo de inhibidos representa
un riesgo latente, especialmente –y paradójicamente- si alguna vez le diese en
masa por votar.
2 comentarios:
Soy partidario. Así, también lo creo. Aunque añadiría a tu reflexión la apatía que asola las conciencias, quiero decir, la pereza a la hora de querer saber, ciertamente, quien dice algo aproximado a la verdad, o quien, deliberadamente miente........ Y, hablando de otra cosa....... No me canso de leer ese gran poema tuyo, "Advertencia". A algunas personas que conozco y lo merecen le he hablado de él..... Cómo se puede ser tan poeta y tan exacto
Advertencia, sí. Recitada por su autor. Cientos de veces la habré escuchado.En la cabeza tengo grabado:"aprende que la vida tiene un precio...'"
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