(Publicado ayer en prensa)
Llevamos casi un año viviendo en el
absurdo y en la angustia, pero es posible que cuando en el futuro leamos la
crónica de este tiempo todo nos resulte aún más absurdo y angustioso de lo que
ahora nos parece. Algo tendrá esa crónica de relato de una pesadilla, y ya
sabemos que las pesadillas son distorsiones más o menos aleatorias de la
realidad, aunque también sabemos que, mientras estamos dentro de ella, la
pesadilla es tan real como la realidad misma.
Estábamos
tan tranquilos y de pronto entraron en nuestra vida las mascarillas y los
guantes, el gel hidroalcohólico y la distancia social, los murciélagos y los
virólogos. Los políticos estaban ahí desde siempre, pero de repente se vieron
obligados a gestionar un problema que no figuraba en el guion, y sin guion sólo
queda improvisar, y para improvisar hay que ser muy buen actor o tener mucho
desparpajo, o conciliar tal vez ambas cualidades.
En
este carrusel de improvisaciones que padecemos, los ejemplos resultan un tanto
cómicos, con la peculiaridad de que, en un escenario dramático, lo cómico tiende
a derivar a lo grotesco.
En
plena tercera ola, con los contagios disparados en todo el planeta, un senador de
talante triunfalista tuvo la ocurrencia de afirmar que Madrid había vencido al
virus, cabe suponer que gracias a las artes nigrománticas de la presidenta de
aquella comunidad, cuyos razonamientos suelen ser una pedrada en la frente a la
diosa Razón, aunque hay que reconocer sus desvelos por el gremio de la
hostelería, hasta el punto de sugerir que se priorice en el orden de vacunación
a los camareros para que de ese modo los bares resulten espacios seguros para
los clientes, cabe suponer que siempre y cuando los clientes de los bares sean
también camareros vacunados.
Por su parte, el historial de pronósticos de nuestro cordial director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias daría para un sainete protagonizado por un vidente al que le han vendido una bola de cristal defectuosa. A dicho sainete tal vez podría sumarse la ministra de Industria, Comercio y Turismo, que acaba de alegrarnos el sinvivir con la insinuación de que en Semana Santa es muy probable que recuperemos nuestra antigua condición de trotamundos. Resulta curioso, en fin, ese afán profético, cuando a los gestores públicos nadie les pide profecías, sino en cualquier caso proyectos.
Clarividencias aparte, disfrutamos también de ocurrencias en forma de brindis al sol, como la del vicepresidente segundo: en un momento en que el ansia mundial se centra en la obtención de dosis de vacunas, proclama su voluntad teórica de nacionalizar la industria farmacéutica (¿la norteamericana, la alemana, la británica?), lo que resulta tan útil como proponer que se aprovechen los efectos de un maremoto en Asia para construir un parque acuático en Ciudad Real.
Y
en esas andamos. Expectantes. Muy expectantes.
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1 comentario:
Genial descripción de nuestro presente.
Que no te pique el bicho Felipe!!! Cuidate!!
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