Documental dirigido por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega.
Me parece una pieza maestra del género. Un retrato equilibrado y hondo tanto del personaje como de la persona, que al fin y al cabo se retratan a sí mismos: el histrión y el tímido, el lírico y el soez, el ególatra y el frágil, el machista rijoso a lo Pajares y el galán baboso, el payasete televisivo y el escritor superdotado que decide derrochar buena parte de su talento en bagatelas, porque en esas bagatelas le iban el dinero y la fama.
La complejidad de la figura de Umbral -una complejidad hecha de grandísimas contradicciones- está reflejada aquí con un pulso sutilísimo.
Qué sumamente astuto fue Umbral para inventarse un personaje banal, y qué finísimo instinto literario el suyo para escribir de vez en cuando unos libros magníficos.
Siempre entre la genialidad y la chapuza. Ese raro equilibrio que le caracteriza.
Pudo optar por la imagen ejemplar y discreta de su paisano Delibes, al que tenía más a mano como referente, pero prefirió el modelo histriónico y grotesco de Cela. (Y, de fondo, el cinismo de Ruano.)
Aparte de eso, qué rara y rancia resulta ya esa época, esa manera de ser escritor, esos modales de gamberro impostado y de dandy que se viste en el Corte Inglés, que es casi lo último que haría un dandy.
Me ha resultado, en fin, fascinante, y me quedo con esta frase suya que resume casi todo: "El éxito está vacío".
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