En contra de una difusa prevención -absurda como casi todas-, me ha
gustado mucho esta película de Jarmusch: una visión irónica y a la vez
tierna de la complejidad de las vidas triviales, de la bondad sin
recovecos, de esas ilusiones pequeñas que, aun siendo muy pequeñas,
acaban resultando desmesuradas, dadas las circunstancias.
Eso sí: los poemas que escribe el protagonista son tan malos que incluso podrían tener mucho éxito. (Me gustaría pensar que el director y el guionista optan por el hecho de que los poemas sean espantosos para añadir una dimensión dramática a los anhelos vanos de dicho protagonista, pero me temo que no es así.)
(Para quienes ya la hayan visto, la posibilidad de un título alternativo: Lo que arregló el perro lo estropeó el japonés.)
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