En Cádiz, el temporal ha dejado al descubierto, en una playa, restos de la calzada y del acueducto romanos.
A veces, se hace verdad aquel apotegma frívolo de O. Wilde según el cual la naturaleza imita al arte: recuerdo una chirigota que cantaba la historia cómica de un gaditano al que, al retirar los azulejos de su cuarto de baño para poner unos nuevos, le apareció un teatro romano en la pared.
(La
historia, sí, es cíclica: la playa se llenó al instante de gente
que se puso a rebuscar entre los restos por si aparecían monedas de
oro. Como lo de los duros antiguos... pero en versión nueva.)
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