CICLOS
Entre el momento
en que Dante Alighieri
concibe el
artificio
de que Virgilio
sea su acompañante
en los tres
estratos del trasmundo,
la hora exacta
en que Virgilio
pone música
acentual al primer hexámetro
para cantar al
varón esclarecido de Troya,
el minuto
preciso en que Ovidio
decide recrear
la metamorfosis de Dafne,
el instante en
que Kafka
define la
fantasía de una transformación
y este ahora en
que me acuerdo
más o menos
aleatoriamente de ellos cuatro,
median varios
siglos, varios miles de kilómetros,
varias lenguas,
pero en realidad
todo sucede
dentro de esa
cápsula de anacronía
en que la literatura
se protege del tiempo
desde su
inmortalidad desvalida y estática,
pero más
poderosa que la vida,
ese concepto
oscilante
en cuyo fluir
sucumben los imperios,
pero no las
ficciones;
nosotros, por
supuesto, pero nunca jamás
la herencia de
los embaucadores prodigiosos
que nos llevan
de la mano
a ese dominio ilusorio
y sin confines
que al cabo existe
más
que el mundo
mismo, en paralelo
a este ser del
no ser de ser nosotros,
aproximadamente.
F.B.R., del libro Ya la sombra, que se publicará en abril
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