"LA ESCRITURA TIENE UN LADO ANGUSTIOSO, Y ESO NADIE TE LO PAGA"
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28-5-2016
JUAN CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA
Hemos tenido la oportunidad de hablar con Felipe Benítez Reyes sobre esta
nueva novela y su escritura. En El azar y viceversa el protagonista
nos va narrando su propia vida, sus aventuras y desventuras, en primera
persona. Nos cuenta cómo ha ido creciendo en Rota, con sus soldados y su mar, a
través de oficios diversos, engaños y desengaños… Felipe Benítez Reyes maneja
muy bien el ritmo narrativo, la palabra justa y la reflexión pertinente.
Según se mire desde el ángulo del optimismo o del nihilismo, entre otros muchos ángulos posibles. Por mucho que nos empeñemos, todas las vidas terminan con la misma frase: “Y un día de tantos se murió”, lo que no quiere decir que lo anterior no merezca la pena, sino todo lo contrario.
Hay una relación entre existencia y narración: “Disfrutamos de la facultad de narrarnos”. ¿Por qué esa primera persona, al viejo estilo?
En la narración en tercera persona no me siento cómodo. Me gusta como lector, pero no como escritor. No domino la omnisciencia, digamos. La primera persona permite la duda, el aturdimiento, la mera conjetura. El narrador sabe tanto como desconoce.
El protagonista sigue una norma básica, de su padre: “Dejarme fascinar por todo sin caer en la ansiedad de pretender poseerlo, de querer interpretarlo ni de procurar trascenderlo”. ¿Qué significa? ¿Realmente la sigue el protagonista?
Lo procura al menos. Pero, a la hora de la verdad, parece comprobado que las guías espirituales y morales no sirven de mucho. Las circunstancias suelen mandar sobre los principios.
En la novela no sólo aparecen las peripecias vitales del protagonista, sino también un retrato social de su pueblo, Rota…
Sí, en la primera parte procuro dar una panorámica de mi pueblo en la década de 1970. Entonces había una presencia muy vehemente de la colonia militar norteamericana, y aquello creó un espacio sociológico bastante peculiar, por no decir que bastante anómalo, y también unos escenarios pintorescos con respecto a la realidad española de la época.
Ha sido un proceso creativo largo… ¿Dónde han estado las mayores dificultades?
En los equilibrios. Es el relato completo de una vida, y había que armonizar la evolución de un pensamiento y de una conciencia, jugar con diferentes registros estilísticos y con diferentes puntos de vista, dar una coherencia al personaje dentro de lo incoherente que suele ser el fluir de cualquier existencia… Entre otros aspectos, claro está. Escribir no es fácil.
¿Qué narradores le sirven de modelo?
Ya es un poco tarde para tener modelos. Cuando empieza, uno quiere ser Cervantes, Shakespeare, Proust y Homero juntos. Luego se conforma con ser uno mismo.
¿Cuáles son sus rutinas creativas, tanto en poesía como en novela?
La novela requiere un trabajo continuado, algún tipo de disciplina, porque de lo contrario aquello corre el riesgo de estancarse. Un poema tiene una ejecución más rápida, como es natural, pero un periodo de reflexión previa que también puede durar años.
¿Es posible vivir de la escritura? ¿Es tan bonito como parece…?
Depende. Pero sí. Convirtiéndote en una especie de artista de variedades literarias. ¿Bonito? En la medida en que te ganas la vida con lo que te gusta, sí. Pero no olvidemos que la escritura tiene un lado angustioso, y eso nadie te lo paga, porque es un factor que está fuera del mercado.
¿Se publica más de la cuenta? ¿Hay, quizás, demasiadas editoriales? ¿Hay cauces, instituciones, medios, que orienten al lector ante tanto libro?
La impresión digital ha tomado el relevo de las instituciones oficiales en cuanto a la divulgación de libros que casi nadie lee. El problema no es que alguien tenga el capricho de publicarse un libro con sus poemas o con sus pensamientos profundos, sino pretender situarse con eso en la historia de la literatura y en el mercado. Ahí suelen venir los líos. Por lo demás, la única guía para un lector suele ser el instinto ante las novedades y la lealtad a los autores que aprecia.
¿Qué proyectos tiene? ¿Qué está escribiendo?
Tengo proyectos, pero he acabado muy cansado de la escritura de esta novela, de modo que, a efectos prácticos, como si no los tuviese.
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