viernes, 7 de junio de 2013

(Me pidieron esto, por vía urgente, del periódico)



EL GALÁN IMPERECEDERO

En Bilbao, hace un par de años, en ese festival de la risa literaria que monta allí, con toda la seriedad del mundo, el escritor Juan Bas, apareció Tom Sharpe en silla de ruedas, sonrosado y sonriente, con su aspecto de anciano juguetón que acaba de resolver un asesinato difícil en una finca campestre o de haberle pedido matrimonio a una jovencita que le ha dado largas, aunque la vida sigue, pues siempre habrá puros y whisky para celebrar algo, así sea el hecho de no tener que tomarse la molestia de celebrar nada. 

Nos fuimos todos los participantes a comer cosas ligeramente imposibles al restaurante del Guggenheim, donde lo raro es que no te ponga de postre un cuadro al óleo. 

Sharpe se sentó al lado de otro humorista, aunque de talante más sombrío: Martin Amis. Una de las organizadoras del festival, una chica muy guapa y muy elegante, se acercó a Sharpe para preguntarle si necesitaba algo. Sharpe le besó la mano y se la retuvo, mirándola a los ojos, desde su silla metálica, como diciéndole: “Fúgate conmigo”. Los testigos mantuvimos la respiración durante unos segundos, pendientes del resultado del galanteo. 

Fue, en fin, el gesto más enternecedoramente humorístico de aquel festival de los buenos humores: el galán imperecedero, convertido –con todo el derecho del mundo- en uno de sus propios personajes. Sharpe convertido en una creación de Sharpe, al límite de la vida, que se le ha ido en un pueblo de Gerona sin haberse planteado escribir –al menos que yo sepa- la gran novela sharpeana que sin duda tiene Cataluña.

                                                                        FELIPE BENÍTEZ REYES

2 comentarios:

Costello dijo...

Una anécdota muy guapa . Me recuerda a Boris Karloff atrapado en Dracula y sus últimos papeles con el excelente Ed Wood ( director de culto , aunque han dicho misa de él ) .
Saludos

Microalgo dijo...

Descanse en paz y que cuando Anubis le pese el corazón, toda la risa que me ha causado haga que su víscera pese menos que una pluma.