domingo, 7 de noviembre de 2021

 


Ha muerto la pintora Carmen Laffón, que tan delicada fue en su obra como en su trato y que tan enérgica y exigente fue con respecto a su arte.

Tan querida por muchos como admirada por todos.

En 1996 le escribí este poema para el catálogo de una exposición de sus esculturas.



ANTE UNAS ESCULTURAS DE CARMEN LAFFÓN

 

La mano sobre el bronce toca el frío

corazón detenido de una niebla.

                                                  Toca

la inconmovible soledad de los objetos

dispuestos en un orden de espectros cotidianos.

 

La blancura desnuda

la exacta realidad, sobrecogida

de su propia extrañeza, y tan inmóvil.

 

La blancura parece

un tiempo destruido, un rastro de ceniza afantasmada.

Y fantasmal se expresa, y rotunda a la vez, la realidad,

detenida en su helor.

 

Quieta en su hondura.

 

Un fragmento de mundo

contiene la inquietud de todo un mundo.

 

Y qué espectral y en sí,

y qué ajena y qué firme

en su propia existencia cada cosa.

 

Aquí la claridad más honda de la nada:

 

lo blanco es una forma del vacío.

 

Y el tiempo pasa, con su guante blanco,

sobre la vida inerte.

 

Y el tiempo son las cosas que se rompen

por la presión desamparada

de su afán de existir entre nosotros. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Madre de Dios! Si tu prosa sigue siendo futuro, esto que acabo de leer qué coño es? Debe existir algo más allá del futuro. Tu poema es la prueba.