En el salón de actos abarrotado, el gran poeta, en un momento de 
debilidad, confesó: “Si algún poema mío flaquease un poco, no sería 
culpa mía, sino del poema, que no estaría a mi altura”, y en ese 
instante descendió del techo una lluvia de polvo de diamante que fue 
batido por los aplausos del público.
. 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario