Mi artículo sobre la serie israelí SHTISEL:
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/02/20/5c6440defc6c83ea3c8b470a.html
miércoles, 20 de febrero de 2019
martes, 19 de febrero de 2019
ROMA o MRAO
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Hubo polémica por la decisión de subtitular la película Roma. Como
consecuencia de aquel escándalo artificial, se suprimieron los
subtítulos. Bien.
Anoche intenté verla, pero desistí a los 15 minutos. No me enteraba de casi nada. (Y tengo un televisor que suena bien, y tengo bien el oído -al menos para mi edad-, y cuando he ido a México me he entendido a la perfección con los nativos.)
Algunos se echaron las manos a la cabeza: "¿Cómo va a subtitularse algo que está en nuestro mismo idioma?".
Pues muy sencillo: por tres razones, a saber: por motivos de sonorización defectuosa -de la que tanto sabe, dicho sea de paso, el cine español-, por carencia de vocalización de los actores y, sobre todo, porque la modulación oral de una misma lengua puede dar pie a un habla ligeramente incomprensible para quien no tenga el oído hecho a ella, y muy en especial si quien la habla tiende a hacerlo en susurros.
(Y son desencuentros de ida y vuelta: pónganle una película española a un mexicano... o la actuación de una chirigota gaditana.)
Volveré a intentarlo... aunque sin demasiada esperanza de que mi oído panhispánico se universalice por sí solo.
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lunes, 18 de febrero de 2019
ESTADO DEL MOMENTO
(Publicado el sábado en prensa)
Si alguien levanta el puño, no
tardará en aparecer quien salude a la romana. Vamos de eso. Estamos en eso.
Durante
los años en que PSOE y PP se repartieron el gobierno central, así fuese con el
apoyo de doble filo de los nacionalistas, compartían un espacio confortable
tanto en el mando como en la oposición. Una cuestión básica de antagonismo
dual, según soplase el viento del electorado: o vosotros o nosotros, sin
sobresaltos. La irrupción de Podemos les supuso un elemento de distorsión en
aquel panorama, y algunos intuíamos que era cuestión de tiempo el que surgiera
el discurso opuesto, aunque de raíz idéntica: el de la purificación social a
partir de un proceso de purificación política. Y ahí tenemos ya a VOX, que ha
ascendido de anécdota pintoresca a comodín potencial de los futuros gobiernos
en todas sus escalas. Ciudadanos, por su parte, aporta a esta biodiversidad el
desconcierto: el que parecen padecer ellos y el que transmiten a la gente
gracias a sus incoherencias de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión.
En ese mercado
de espejismos en que nos han convertido la política, el discurso ha sido
sustituido por el pregón, sin miedo a los argumentos gruesos, desenmascarando
de ese modo el gran engaño de la politología, a saber: que todos los ciudadanos
se rigen por criterios politológicos a la hora de votar. De ahí que los
políticos cuenten con el factor de irracionalidad y de visceralidad en que se
fundamentan por lo común las decisiones de voto, y de ahí –al menos en buena
parte- su estrategia de sobreactuación.
Los dirigentes
de los principales partidos parecen estar en fase de metamorfosis: Sánchez asumiendo
el desengaño de no haber podido gobernar con el apoyo incondicional y leal de sus
adversarios, incluida la derecha catalana; Iglesias desinflándose como el
mesías de la izquierda que quiso ser y Casado inflándose como el caudillo de la
derecha dura que alguien le ha recomendado que sea, en tanto que Rivera ha
pasado de la pretendida moderación a la desacomplejada indefinición, hasta el
punto de convertirse no tanto en un representante del pensamiento líquido como
en un malabarista del pensamiento gaseoso.
Frente a las
teatralizaciones del independentismo, PP, Ciudadanos y VOX no han tenido otra
ocurrencia que promover una teatralización unionista, como si los fuegos se
apagasen con fuego y como si una plaza representase a todo un país, cuando ya
sabemos que un mismo espacio puede llenarse por la mañana con los partidarios
de una cosa y por la tarde con los partidarios de la inversa. Las dos caras, en
suma, de una misma moneda: la independencia y la reconquista.
Mientras tanto,
Sánchez, tras su tentativa aventurada de convertir en fortaleza su debilidad, ha
estado deshojando hasta ayer mismo la margarita de las elecciones, aunque por
cada pétalo que le arrancaba le añadía dos, sin duda porque intuye lo mismo que
intuimos algunos.
Y todo está
por ver. Y ya veremos.
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miércoles, 6 de febrero de 2019
INVOLUCIONES
(Publicado en prensa)
En esa pesadilla que viene a ser
la novela 1984, de George Orwell, hay
un filólogo que trabaja en la creación de una nueva lengua y en la
simplificación y modificación del diccionario tradicional mediante la
eliminación de palabras consideradas inútiles, con especial saña hacia los
sinónimos y antónimos, que en esa nueva lengua van siendo sustituidos por prefijos
y sufijos que indican la negación o el aumento de una cualidad. Mediante ese
sistema, se eliminaban los sinónimos y los antónimos, pero, como efecto
secundario, se multiplicaban los neologismos. A ese filólogo debemos la
siguiente apreciación: “La destrucción de palabras es algo muy hermoso”.
En
nuestros días, no necesitamos funcionarios dedicados a esas tareas, ya que el
lenguaje no sólo admite la transformación, al ser fruto de ella, sino también
la degeneración y la manipulación, y por supuesto la simplificación, hasta el
punto de que, según quienes se dedican a ese tipo de análisis, los adolescentes
de hoy manejan habitualmente unas 200 palabras, que desde luego son muchas para
soltarlas de golpe, pero quizá pocas como acervo.
Mucho
se ha elogiado la capacidad visionaria contenida en esa distopía de Orwell,
que, más que un visionario, se limitó a ser un hombre lúcido. Un experto,
digamos, en el arte de verlas venir.
En
su novela, ideó la existencia de un Ministerio de la Verdad, cuya labor
consistía en destruir o modificar la documentación de los anteriores regímenes
para que se ajustase a la versión oficial de la historia impuesta por el nuevo
Estado omnividente. Algo que puede sonarnos familiar en estos tiempos en que
algunos pueblos se afanan en reescribir su pasado, como una especie de lavado
de la conciencia colectiva, de igual modo que hace el cínico con su conciencia
particular, y en reinterpretarlo en beneficio de las estrategias políticas del
presente, sobre todo si lo que se busca en las brumas pretéritas es una
identidad diferencial; se proponen relecturas condenatorias de obras literarias
conforme a criterios morales o se censuran obras artísticas no por su valía,
sino por la adivinación de su presunta carga ideológica, hasta el punto de que
hay quienes reclaman el descuelgue de imágenes de desnudos femeninos en los
museos, con el argumento de la cosificación de la mujer, por no hablar de la
política de puritanismo que aplica el tan orwelliano Facebook, donde pueden
decirse atrocidades escalofriantes, pero donde está prohibido exhibir un cuerpo
no ya sin ropa, sino incluso con poca ropa.
Tiempos
raros, en fin. Tiempos confusos.
La
paradoja de las civilizaciones avanzadas es que potencian la involución, como
si el pensamiento se nos pasara de rosca y buscase pretextos para destruir lo
construido. Y en eso casi nunca fallamos. Casi nunca.
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lunes, 4 de febrero de 2019
DOS SERIES
En el suplemento LA ESFERA DE PAPEL, del diario EL MUNDO, escribo sobre dos series: Fuga en Dannemora y El método Kominsky.
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/02/04/5c52e5cf21efa088638b4670.html
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/02/04/5c52e5cf21efa088638b4670.html
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