jueves, 27 de febrero de 2014

UN HOMBRE Y SEIS CUERDAS














Tuvo seis cuerdas para hacer milagros y para hacerse inmortal en su arte, para seguir en el tiempo cuando acabara su tiempo. Los milagros no sólo los hizo: los prodigó. Ascendió desde muy joven a la condición figurada de inmortal, en el sentido de que lo suyo no puede morir, por ser imborrable, por haberse incorporado a la trama de lo imperecedero del mundo, pero él acaba de morirse. De la inmortalidad en vida, en fin, a la inmortalidad metafórica: lo que sigue viviendo en los otros.

            Fue grande sin necesidad de parecerlo. Tenía el secreto de la música misma y lo convirtió en un secreto a voces. Fue un virtuoso que no tuvo necesidad de ejercer de tal, ya que su virtuosismo, aun siendo una de sus cualidades prodigiosas, quedaba como una categoría secundaria: no buscaba pasmar sino emocionar. No pretendía hacer malabares sino milagros. Con seis cuerdas.

            Cuentan quienes le trataron que llegó un momento en que, al ver una guitarra, se descomponía. Le entraba el asco, la grima. “La guitarra es una hija de puta. Ojalá encontrara algo que me permitiera no tocar más”, declaró a lo largo de una entrevista en 2008. ¿Tenía la música tan atormentadoramente adentro que no lograba zafarse de ella? ¿Se había convertido la guitarra en una herramienta esclavizante desde el día en que, siendo él un chiquillo, su padre le compró una para que se sacase unas pesetas y las arrimase a la casa? En cualquier caso, sólo puede odiarse con esa extremosidad lo que más nos importa, lo que más nos ha importado, lo que el curso de la vida nos ha impuesto como decisivo. Llegó también el momento en que dejó de componer por no considerarse a la altura de sí ni de su pasado. Tuvo la honradez de la renuncia y la lucidez, en fin, de no convertirse en un sucedáneo de quien fue.

            En el debate sobre innovación o pureza del flamenco, sobre la aventura o el orden, supo bien dónde estaba: “Sigo siendo un purista porque he respetado siempre lo que me parece respetable. Lo que no tengo es esa obediencia que siguen los puristas”. Al fin y al cabo, la suya fue la pureza mas esenciada: la de ser quien era a través de quien quiso ser.

            El payo más gitano de Algeciras. La guitarra hija de puta. Un hombre, en fin, y seis cuerdas infinitas.





(Publicado hoy en prensa)

domingo, 23 de febrero de 2014

Ayer fui al cine a ver La gran belleza.
En la sala contigua ponían Robocop.
Lamenté no haber elegido la sala contigua.

lunes, 17 de febrero de 2014

sábado, 15 de febrero de 2014

AQUÍ-ESTOY-YO

La ciclogénesis explosiva es algo así como la Mae West de los fenómenos meteorológicos.

viernes, 14 de febrero de 2014

jueves, 13 de febrero de 2014

SUELTOS DEL DÍA

Por inercia jerárquica, todo Peter Pan asciende a capitán Garfio.

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DIAGNÓSTICO ONTOLÓGICO

Fundamentalmente, existen dos clases de personas: las que han visto un ovni y las que no.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Así de nórdico estaba hoy el pueblo por la parte del pinar y las dunas.
 

(Foto de Antonio Cordero.)

 

lunes, 10 de febrero de 2014

SUELTOS DEL DÍA

DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Primera acepción de INFANTA: "Niña que aún no ha llegado a la edad de siete años".

 .
El espectáculo pueril de la vanidad en su grado más obsceno: los goyas en vinagre.

 .
"Sople aquí con fuerza", le ordenó la Guardia Civil a doña Ciclogénesis Explosiva.
Y dio positivo.
 

sábado, 8 de febrero de 2014

EL SACRIFICIO



Según nos ilustra la cinematografía, King Kong -que era víctima de esa perversión sexual conocida como bestialismo- exigía el sacrificio de doncellas para aplacar no tanto su lujuria -que quedaba descartada por una simple cuestión volumétrica- como su furia, que en gran medida podría interpretarse como una furia sin porqué, ya que nadie tenía la culpa de que, aparte de hacer nacido gorila, fuese un gigante obligado a la soltería a pesar de sus inclinaciones románticas, más propias de un oso panda que de un gorila que al fin y al cabo se comía crudas a las vírgenes después de juguetear un poco con ellas, como si fuesen una Barbie en su versión Víctima Selvática. Hubiera sido interesante conocer el diagnóstico de Sigmund Freud, en fin, sobre los mecanismos mentales de Kong.

            Nuestros gobernantes, aun sin tener más parentesco con King Kong que el que dispuso Darwin, nos piden sacrificios, con la peculiaridad de que nos los piden una vez que nos los han impuesto, con lo cual la petición adquiere un agradable matiz de  retórica ornamental. Piensa uno, no sé, que un gobierno que defiende las virtudes del capitalismo lo que menos puede hacer es pedir a la gente que se sacrifique, ya que lo suyo se sustenta, al fin y al cabo, en el afán de guiar al pueblo elegido al paraíso terrenal del libre consumo y de la libre especulación, de la libre desigualdad y del despido libre, entre otras libertades no menos emocionantes y aventureras. Entiende uno que el gobierno cubano, por ejemplo, lleve más de medio siglo imponiendo sacrificios a sus gobernados en aras de una utopía un tanto postergada e imprecisa, pero es que las utopías presentan ese inconveniente: que, aparte de no alcanzarse nunca, acaban teniendo más importancia que la realidad, considerada a fin de cuentas como un mero trámite para llegar a otra realidad. 

         Me arriesgo a dar por supuesto que estarán de acuerdo conmigo en que elevar el capitalismo a rango de utopía sería pecar por elevación, ya que al capitalismo le vienen grandes los futuros, al servirle cualquier presente para afianzarse, incluido, por supuesto, los presentes más críticos, los presentes más míseros, los presentes que se parecen mucho al pasado. “Sacrifíquense ahora, que dentro de poco vendrá lo bueno”, vienen a decirnos nuestros gobernantes, promotores de la vía ascética para alcanzar el éxtasis capitalista, que imagina uno que consistirá en pasar de la cola del paro a la posesión de una SICAV. “Ya hemos salvado la prima de riesgo. Ahora toca salvar a las personas”, según nos consolaba hace poco el nunca decepcionante González Pons. Y eso es ya magia: la salvación de una entelequia a costa de una inmolación aproximadamente colectiva.

            Por lo demás, King Kong cometió el error de enamorarse de la rubia exótica, acostumbrado como estaba a las indígenas de piel cobriza, y aquello acabó costándole la vida, pero esa sería otra historia.

jueves, 6 de febrero de 2014

RECIÉN

Relatos de Carlos Castán, Fernando Aramburu, Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes, Ignacio Martínez de Pisón, Andrés Neuman, Mercedes Abad, Almudena Grandes, Félix J. Palma, Eloy Tizón, Ricardo Menéndez Salmón, Care Santos, Pedro Ugarte, Óscar Esquivias, Cristina Cerrada, Cristina Grande, Hipólito G. Navarro, Elvira Navarro et alii.



sábado, 1 de febrero de 2014

UN DEBER DE LA CIENCIA




Creo, no sé, que la comunidad científica debería poner un poco de orden en sí misma y unificar criterios, porque el caso es que nos tiene descolocados con respecto a demasiadas cosas elementales, y eso no está del todo bien: nuestra vida cotidiana no puede basarse en la incertidumbre perpetua, pues demasiado tenemos ya con bandearla desde una inseguridad constante. 

Un día lees un informe médico de apariencia irrefutable según el cual el café –pongamos por caso- es beneficioso para la salud y al día siguiente lees otro informe de apariencia irrebatible en que un observatorio nutricional asegura que el café es un veneno, de manera que te ves obligado a optar por seguir ambos consejos a medias y te tomas, en fin, un descafeinado, para que la cosa quede en tablas y para no llevarle la contraria a nadie, aunque eso no te libra de la duda: no sabes si tomarlo solo o con leche, ya que la leche vacuna tampoco se libra de la controversia: hay quien le canta la oda como alimento indispensable y hay quien la considera más dañina que el whisky destilado en Chicago durante la Ley Seca. De alguno de los dos sitios tiene que venir, en fin, la calumnia, pero nuestro problema es ese: que no sabemos de cuál. (Incluso la alcachofa puede generar un espinoso debate en torno a sus propiedades dietéticas, que ya es decir.)

Otro día lees que un laboratorio ha demostrado que el chocolate no engorda y sales corriendo a la bombonería más cercana con la intención de comprar un surtido pecaminoso, aunque redimido ya –al parecer- de su pecado original. Pero, nada más llegar a casa, ves en un programa de televisión a un prestigioso nutricionista que asegura que el chocolate debe ser desterrado drásticamente de cualquier dieta, y te quedas paralizado, con tu flamante surtido de bombones convertido en un enigma, sin saber qué hacer con él y sin saber tampoco a quién dar crédito, aunque al final te lo comes, así te pongas como un elefante marino o así te quedes en alfeñique, según sea la respuesta de tu organismo –digo yo- no ya al chocolate en sí, sino a esas conjeturas contradictorias que escinden a los expertos. Te comes hasta el último bombón, como decía, ya que, amenazas o consuelos científicos al margen, no creo que haya nacido aún la persona que sea capaz de tirar a la basura una caja de bombones recién comprada, y si existe esa persona no debería descartar la idea de postularse para una beatificación en vida.

Necesitamos saber, en suma, la verdad. No podemos vivir con el alma en vilo cada vez que nos llevamos algo a la boca. Aunque, con arreglo al rumbo que está tomando esto, lo que tal vez debería preocuparnos es si mañana podremos llevarnos algo a la boca, y ahí entra en juego otra comunidad científica: la de los economistas nigrománticos, que también van apañados.

(Publicado en la prensa)