(Publicado en prensa)
En los últimos tiempos se ha diluido mucho la diferencia entre ver un telediario y ver un documental sobre animales salvajes. Por ejemplo, los leones se comen a las gacelas, a los búfalos y a casi todo lo que se le ponga por delante, incluidos animales de apariencia tan poco comestible como los elefantes o las jirafas. Intimidan, además, a los demás felinos, que bastante tienen con ser los parientes pobres del rey de la selva. Aparte de eso, los leones macho se pelean entre sí, se pelean también con las leonas, el león que destrona al macho alfa de una manada asesina a los vástagos del destronado, y así todo: un jaleo permanente. Un día a día que es un puro calvario, del que solo se libran los animales que tienen la suerte de acabar en un zoológico, por más que haya quienes consideren que los zoológicos son una aberración. No sé: si yo hubiese nacido gacela Thompson o incluso tigre de Bengala, hubiese dado cualquier cosa por caer en una trampa y acabar en el zoológico de Fuengirola, pongamos por caso, que es el equivalente animal de vivir en un chalet con piscina en la Costa del Sol.
Por si fuera poco, cuando los
leones abaten una presa, aparecen las hienas, con sus risitas sarcásticas, y si
superan en número a los leones y leonas, los espantan y el banquete les sale
gratis… a menos que aparezca una manada de perros salvajes y ahuyenten a las
hienas. Mientras las hienas o los perros salvajes disfrutan del festín, los
buitres esperan, impacientes, para rebañar los restos.
(Si
decidiésemos extrapolar ese comportamiento al que vemos habitualmente en el
Congreso de los Diputados, tal vez podríamos buscar algún que otro paralelismo,
aunque confieso que ahora mismo no se me ocurre ninguno en concreto).
Los cocodrilos también tienen lo suyo, ya que por algo son cocodrilos. Según quienes han estudiado su dietética, un cocodrilo puede pasarse hasta tres años sin comer, lo que no quita que no pase ni siquiera un solo segundo de su vida sin pensar en comer. Cuando los ñus y las cebras emigran en busca de pastos y se ven obligados a cruzar un río, los cocodrilos se dan la tragantona, y ya tienen reservas calóricas para una temporada, hasta que sus manjares nómadas hagan el camino de vuelta. (Aun así, si eres un turista aventurero, recuerda que no resulta recomendable bañarse en un río cuajado de cocodrilos, así estén ahítos, porque lo más probable es que también te coman, aunque sea sin ganas).
En otro
ámbito, un político puede pasarse cuatro años en la oposición, pero no pasará
ni un solo minuto sin ansiar el poder, y en ese tiempo soñará con devorar a sus
contrincantes, por la sencilla razón de que es un cocodrilo… Perdón, quise
decir por la sencilla razón de que es un político. Que ya se lía uno un poco con
las especies animales.
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