martes, 29 de noviembre de 2022
domingo, 20 de noviembre de 2022
ACTIVISMOS
(Publicado en prensa)
El concepto de “activismo” conlleva
necesariamente un grado de fanatismo, ya que sin un componente fanático no se
trasciende el grado de la pasividad, y se trata de todo lo contrario. El
activista no puede encogerse de hombros ante el detalle más insignificante que
afecte a su parcela temática, ya sea en el ámbito de la política, de la
ecología o del maltrato animal, pongamos por caso, pues todo activismo es
selectivo, tal vez por prudencia estratégica: si no se puede luchar contra el
mundo como totalidad caótica, dividamos el mundo en caos específicos. Gracias a
esa división, una persona puede amargarse la vida de maneras muy diferentes:
sufriendo por las condiciones de vida de los perros de las perreras, deseándoles
la muerte a los matadores de toros o poniendo el grito en el cielo por el hecho
de que alguien fume en la terraza de un bar, por ejemplo. Hay opciones.
Algunos
identifican el activismo con el histerismo, o al menos con una mentalidad
maniática, fruto de la extrapolación de alguna psicopatología necesitada de
manifestación pública, aunque tal vez habría que barajar la posibilidad de que
el antiactivismo sea una manifestación igualmente fanática del activismo.
Nuestra
forma de vida, la que hemos creado, tiene mucho de mecanismo desastroso, hasta
el punto de que señalar sus muchos desastres se considera un síntoma de
trastorno sociopático.
Algunos
activistas climáticos han vandalizado unas obras artísticas, con gran
repercusión mediática, que es lo que se supone que pretendían. ¿Por qué han
puesto su diana precisamente en el arte? Sería demasiado enrevesado suponer
que, a pesar de que a lo largo de la historia ha habido artistas culpables de
muchas cosas, una obra de arte es siempre, como tal, inocente. Y la agresión a
la inocencia provoca espanto. No sé. Podrían haber lanzado latas de tomate a un
surtidor de gasolina y pegarse la mano a la manguera, o incluso meterse la
manguera por algún orificio corporal por el que escueza un poco. Podrían haber localizado
a algún magnate del petróleo que sea calvo, verterle en la cabeza un bote de
fabada y pegarse luego la mano a su cogote, procurando evitar, eso sí, los
trozos de chorizo y de tocino. Etcétera. Con un poco de imaginación, la
repercusión mediática hubiese sido la misma. Pero no: los cuadros. Hay que
precisar que esas acciones las han llevado a cabo en obras protegidas por un
cristal, pero el peligro está en que a alguien le dé por elevar la temperatura
de la protesta al nivel de la iconoclastia y se anime con un cuadro
desprotegido.
Procurando
situarse en la mentalidad de estos activistas, se pregunta uno: ¿qué importa una
obra de arte en un planeta autodestructivo? Pero el caso es que todas las
respuestas posibles tienen forma también de pregunta.
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domingo, 13 de noviembre de 2022
martes, 8 de noviembre de 2022
LOS ABRACADABRAS. Relatos reunidos
Recién llegado a casa. (A librerías llegará el día 28).
Opción de preventa en https://www.editorialrenacimiento.com/los-cuatro-vientos/2787-los-abracadabras.html
domingo, 6 de noviembre de 2022
ENTRETENIMIENTOS GLOBALES
(Publicado en prensa)
Sin comerlo ni beberlo, y sin
tener que ir al frente de batalla, todos nos hemos convertido potencialmente en
carne de cañón. O de misil balístico intercontinental, para ser más exacto. Es
la esencia de la Historia: unos pocos deciden el presente y el futuro de
muchísimos, lo que no quita que muchísimos de esos muchísimos padezcan la
sugestión de ser agentes del destino del mundo mediante el método de alinearse
ideológicamente con las decisiones de esos pocos: hay quien va a una guerra
–pongamos por caso extremo- no con la sospecha de estar haciendo el tonto, sino
con la convicción de ser un héroe.
Los
pocos que mandan en Rusia exportan la imagen de un país enfervorizado de manera
unánime con la invasión de Ucrania, lo que no quita que allí hayan tenido que
hacer reclutamientos forzosos incluso entre la población reclusa, porque una
cosa es jalear desde lejos una guerra y otra muy distinta que te manden a la
guerra. El patriotismo también tiene sus límites, sobre todo cuando deja de ser
un sentimiento confortablemente abstracto.
Por lo demás,
se ve que en eso de las amenazas apocalípticas todo es cuestión de animarse:
ahí tenemos a Kim Jong-un lanzando misiles que sobrevuelan territorios de Japón
y de Corea del Sur, sin duda con algún misterioso afán intimidatorio y estratégico,
dentro de lo misteriosa que puede ser la insensatez, pero sobre todo con la mentalidad
de un idiota que juega a la PlayStation.
En
medio de estas hazañas bélicas, Bolsonaro, tras perder las elecciones, alienta más
o menos veladamente una confrontación civil que podría resolverse felizmente con
la guinda de un golpe de Estado, mientras
que Biden avisa de que en EEUU la democracia está en peligro, hasta el punto de
que cualquier chiflado –canadiense, además- puede entrar en la casa de la
presidenta del Congreso con la intención de romperle las piernas, algo que no logró
la horda trumpista que asaltó el Capitolio, con la frustración politológica que
eso conlleva para cualquier mente iluminada. Dentro del pintoresco ámbito
monárquico o del pintoresquismo a secas, la heredera de la corona belga vive
confinada por la sospecha de que el crimen organizado pretende secuestrarla. Al margen de todo esto, Feijóo, ante la exhumación
de los restos de Queipo de Llano, declara que hay que dejar a los muertos en
paz, aunque resulta curioso que los muertos a los que no quiere causar
molestias póstumas sean siempre del bando de aquel paisano suyo que ascendió a
caudillo.
Entretenidos
estamos, sí.
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