(Publicado el sábado en la prensa)
Cuando la realidad decide ponerse
estupenda, no se para en barras. De ahí la sospecha de que el surrealismo no es
tanto un invento de índole estética como una derivación espontánea de la
realidad. En el momento en que escribo estas líneas, más de 170.000 personas han
prestado su firma a la petición de indulto de la vaca Margarita, de raza brava,
aunque domesticada y amiga por tanto del género humano en general y de algunos
vecinos de Tarragona en particular. Vacas se matan cada día a millares, pero la
vaca Margarita, a pesar de no disponer de papeles que legalicen y regulen su
situación social como vaca, tiene muchas papeletas para librarse de la
escabechina que afecta a diario a sus congéneres en los mataderos de todo el
país, en los que las vacas entran anónimas y salen despiezadas, rumbo a los
mostradores refrigerados. Sin sentimentalismos. De ahí tal vez el hecho de que
no conozcamos a nadie que quiera ser vaca.
El
Departamento de Agricultura de la Generalitat catalana esgrime el argumento de que
una vaca sin papeles no tiene hueco en el mundo de los seres vivos, ya que así
lo dispone la normativa europea en cuestiones de vacas, aunque estoy convencido
de que ningún gerifalte o funcionario de dicho departamento puede ser tildado
en rigor de matarife despiadado, sino en cualquier caso de cumplidor celoso de
las leyes, que es para lo que a los de ambos gremios se les contrata y
retribuye: donde exista una norma, que se quite una vaca.
Lo raro del asunto es
que a estas alturas no haya saltado a escena un político independentista que proclame
con indignación que el asunto de la vaca Margarita no es más que otro palo en
la rueda que el gobierno central, en complot con la Unión Europea, le ha puesto a
Cataluña, ya que inaugurar la independencia catalana con el sacrificio de la vaca
Margarita no puede decirse que sea lo más lucido que se despacha en relatos
épicos. Y es que hay que calibrar el riesgo de que los futuros libros de
historia empiecen de este modo: “Cataluña se declaró independiente a los pocos
días de la muerte de la vaca Margarita”, y a ver cómo se explica de manera
convincente a las generaciones que nazcan en la nueva Cataluña libre que se
prohibieron las corridas de toros pero que se condenó a muerte a Margarita -aunque
siempre cabrá el recurso al argumento de la inevitabilidad de las víctimas
colaterales en todo proceso revolucionario, en especial si ese proceso tiene
como promotor principal a la derecha catalana tradicionalista.
Es
posible que el drama de esta vaca sea una maniobra más de distracción de las
muchas que se operan a diario desde todos los frentes políticos. “¿Distracción
de qué?” No tengo ni idea, pero estarán de acuerdo conmigo en que una persona
no puede pensar a la vez en una vaca y en la familia Pujol, pongamos por caso,
por ser asuntos incompatibles e inconexos. Piensas en una vaca y sólo puedes
pensar en una vaca, ya que nuestra mente no da para muchas dispersiones
conceptuales.
No alcanzó a
imaginar, en fin, qué se esconde detrás del caso de la vaca Margarita. Pero
algo hay. Algo que quisiéramos saber y que a la vez nos da miedo saber. Algo. Eso
seguro.
Para no perder comba, y de paso para contribuir a la potenciación de nuestros misterios intranacionales, ya he firmado.
Para no perder comba, y de paso para contribuir a la potenciación de nuestros misterios intranacionales, ya he firmado.
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