lunes, 3 de abril de 2017

LAS CONFUSIONES

(Publicado el sábado en la prensa)



La simplificación de la realidad suele derivar en un enmarañamiento de la realidad. Por ejemplo: unos ciudadanos deciden sacar a la calle un autobús en el que exhiben esta argumentación: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. Las dos primeras frases resultan –al menos de entrada- tan obvias como inobjetables; la tercera, en cambio, la imperativa, es la que revela la carga ideológica. La carga ideológica y también una dosis de misterio: ¿a quién van a engañar no ya los niños con pene y las niñas con vulva, sino incluso los niños que quisieran tener vulva y las niñas que quisieran tener pene? La campaña en contra de la transexualidad infantil no sólo parte de la simplificación de un problema complejo y del afán de resolver un conflicto real mediante un ideal imaginario, sino que también implica la aplicación de unos principios morales abstractos a un conflicto biológico concreto, además de propiciar la conversión de un drama personal en una afrenta colectiva. Muy pervertido hay que tener el entendimiento, en fin, para suponer que los niños transexuales son unos pervertidos.

            Pero las simplificaciones de los conflictos no suelen ser unilaterales, de modo que la simpleza consistente en prohibir la circulación de ese autobús discordante ha tenido un efecto adverso: darle una visibilidad que nunca hubiera tenido de haberse permitido su tránsito y convertir además a sus promotores en estrellas mediáticas. Regalar un altavoz, en suma, al antagonista. Golpes de pecho al margen, no nos engañemos: ni la circulación del autobús hubiera incrementado el acoso a los niños transexuales ni la prohibición de que circulara va a disminuir los índices de ese acoso. En un sistema con solidez democrática, las ideologías con afanes impositivos, cuando resultan inoperantes, dejan de ser amenazas para descender al rango de pintoresquismos testimoniales, y nos las podemos permitir.

            Acaban de condenar a prisión a una joven transexual por difundir en Twitter unos chistes bobalicones sobre el asesinato de Carrero Blanco. El asunto resulta extraño se mire por donde se mire: ¿qué motiva a una casi adolescente a hacer bromas retrospectivas sobre ese almirante? Imagino, no sé, que a una persona de su edad Carrero Blanco debe de resultarle una figura histórica tan remota como la del rey godo Chindasvinto, lo que no quita que la ley que le han aplicado sea la de hoy. Una ley que no contempla como atenuante las paverías propias de la edad del pavo.

            ¿Censuramos un autobús por su supuesta incitación al odio y condenamos a una joven patosa por hacer chistes infantiloides sobre un atentado de hace más de cuatro décadas? Algo chirría en ambos casos. Y es que, como no conciliemos las divergencias consustanciales a una sociedad ideológicamente diversificada, me temo que nos vamos a liar.

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3 comentarios:

Teresa dijo...

¿Nos vamos a liar, nos quieren confundir o es eso que ahora llaman maniobras de desinformación?

Microalgo dijo...

Los liantes son quienes la van a liar. Los liados seremos nosotros, para variar, por tontainas.

Assul Bendeck dijo...

Excelente nota.