(Publicado en prensa)
Quienes saben cosas que no sabe
casi nadie aseguran que Putin dispone de al menos dos dobles –pocos me parecen-,
cuya tarea consiste en acudir a actos potencialmente peligrosos, irrelevantes o
soporíferos, mientras el Putin verdadero está en su casa viendo tranquilamente
una serie romántica, haciendo judo o planeando la invasión de un país para
liberarlo del yugo del nazismo. En nombre de la justicia sociolaboral, espero
que esos dobles estén bien pagados, porque lo suyo no es poca cosa: parecerse
por naturaleza a Putin, someterse a operaciones quirúrgicas para parecerse aún más
a Putin y renunciar a ser quienes son para convertirse en unas falsificaciones
de Putin, lo que los equipara a los productos chinos de imitación.
Que
un alto mandatario disponga de dobles resulta comprensible: hay días en que no
está uno para nada, y menos que nada para mantener al mundo en vilo, por mucha
afición que tengas a la matonería geopolítica. Pero nada es del todo sencillo
en este mundo… Un doble de Trump, pongamos por caso, lo tendría un poco más
complicado que uno de Putin: hacerse implantes de pelo, teñirse los implantes
de rubio platino, aprender a hablar con boca de asquito, encadenar disparates y
someterse a tratamientos de melanina para cambiar la pigmentación de la piel
hasta llevarla a un exótico color naranja. Ahí habría tarea.
Lo
raro es que otros muchos líderes no se acojan a ese privilegio de la
multiplicación de la identidad, que solo presenta ventajas. Por ejemplo, no sé,
el president Mazón, de contar con dobles, podría haber estado al mismo tiempo
durmiendo la siesta en su casa, presidiendo la reunión del CECOPI y disfrutando
de la sobremesa en El Ventorro, en tanto que el expresident Puigdemont podría
mandar a uno de sus dobles a que cumpliera condena en las lóbregas mazmorras
del Estado, mientras él seguiría de incógnito en Bruselas planeando la
independencia de su tierra nativa, en este caso no sometida al yugo del
nazismo, sino del españolismo, que no sabe uno lo que será peor. Y así
sucesivamente.
Nos
consta que nuestros políticos cuentan con muchos y variados asesores, pues sin
asesoramiento nadie va a ninguna parte, y se enfrenta uno además al peligro de
las decisiones unipersonales atolondradas, pero carecen en cambio de dobles, lo
que debería acomplejarnos un poco como país: a lo más que llega un político español
es a tener un “koldo”, categoría laboral resultante de fundir un mayordomo, un
guardaespaldas, un pagafantas y un testaferro.
Algo es algo,
sí. Pero donde esté un doble que se quite un simple.
.
2 comentarios:
Interesante y puede que bastante peligrosa profesión, sí.En el caso de Trump casi imposible, ¡que méritazo ser el doble del zanahorio! En cualquier caso, tu artículo es divertido me hace sonreír, y eso, en los tiempos que corren sí que de verdad tiene mucho mérito.
Y no solo dobles, seguro que tienen clones preparados para seguir in eternum en el poder, ameno y serio al mismo tiempo.
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