domingo, 9 de enero de 2022

LA CARNE

 


(Publicado ayer en prensa)


Como el ambiente político está como está, un simple mechero puede convertirse en una bomba de hidrógeno.

A pesar de que la función de un ministro no consiste tanto en denunciar problemas como en intentar solucionarlos, el ministro de Consumo hizo unas declaraciones a la prensa británica que han sido consideradas por muchos como un ataque a la industria cárnica española. Hasta ahí bien: el ministro formuló algo constatable –el impacto medioambiental de la ganadería intensiva- y la industria ha replicado lo previsible. Cada cual, pues, en su sitio. La dialéctica, como quien dice.

Lo raro de este asunto es que ambos tienen razón, o al menos sus razones. Porque si bien los efectos dañinos de las macrogranjas están fuera de discusión, por mucho que se discuta sobre ellos, también lo está el hecho de que sin esas macrogranjas el consumo de carne no resultaría asequible para una familia por cuyas puertas solo entrase un salario mínimo interprofesional, pongamos por caso.

Y vamos así directos a la paradoja: la sostenibilidad puede acabar siendo insostenible.

Si queremos comprar un kilo de filetes a 14 euros, a alguien que no sea el comprador tiene que salirle caro, y ese alguien no es otro, en última instancia,  dejando al margen al animal que lo paga con su vida, que el planeta.

No cabe duda, al menos que yo sepa, de que un chuletón de Ávila o un solomillo de Kobe tienen mejor calidad que el paquete de carne picada que compramos en el supermercado, pero el problema no acaba siendo, en fin, la calidad, sino la posibilidad del acceso a su consumo. ¿Que sería conveniente reducir, por el bien del ecosistema y de nuestra salud, el consumo de carne? Parece ser que sí, pero tan conveniente como que no nos picasen los mosquitos o que existieran los unicornios. Porque la realidad no está hecha con nuestras ilusiones, sino más bien con nuestras contradicciones, y el objetivo no consiste tanto en neutralizar esas contradicciones como en conciliarlas con la sensatez y con el bien común, al menos dentro de lo posible, ya que no parecemos demasiado dispuestos a renunciar a los beneficios que nos brinda el progreso aun a costa de los perjuicios inherentes al progreso: queremos un planeta limpio a la vez que queremos estar en Madrid y a las siete horas estar en Nueva York, queremos frutas y verduras ecológicas, mimadas artesanalmente, al mismo precio que los alimentos transgénicos y tratados con pesticidas; queremos tener una vacunación triple mientras que buena parte de la humanidad no puede disponer de un analgésico, y así sucesivamente.

         La vida por la que hemos optado en el llamado primer mundo tiene su lado salvaje, su germen despreocupadamente destructivo, y nos sugestionamos de que estamos salvando el planeta cuando llevamos nuestros residuos a los contenedores de papel y de plástico. Sí. Tan sencillo como eso.

         A lo largo de la historia, el género humano ha demostrado una habilidad prodigiosa para darse la absolución, a menudo mediante la indolencia. Y en eso estamos. Entre el chuletón y la ecología. Entre la insostenibilidad de lo sostenible y la sostenibilidad peligrosa de lo insostenible.

Feliz año.


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4 comentarios:

laportademanolomartinez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Los chuletones de Kilo que desayunan vascos y navarros no entran en la crítica de Garzón, tampoco la carne que usa Mac o el pollo de KFC o Burger King , aunque las cadenas americanas han sustituido el pollo frito por fritanga de proteínas orgánicas vegetales con la textura del pollo , se trata de atraer clientes veganos , aunque tienen el problema de freír la proteína vegetal en con el aceite y freidoras en las que elaboran la carne , grave despropósito para los gustos vegetarianos.
Lo de los purines es un grave problema , ya que es fácil se desborden las balsas, ahí es donde hay que poner el ojo , pero tenemos el problema del glifosato en la producción de frutas , verduras y otros cultivos , las vacas son muy necesarias en España , no sobran reses , y gracias a las vacas se inventaron las vacunas y tenemos los productos lácteos.
Como pescado cinco veces a la semana si lo hay ,ya que vivo muy cerca de la lonja , pero no hay pescado para todos y encima sale muy caro y llena poco , la mayoría de comensales de restaurantes exigen comer carne , en un menú del día no puedes meter pescado ya que el precio no cuadra . Cuando yo era niño nos regalaban 2 o 3 kilos de angulas al año , hoy 100 gramos te cuestan 100 € , con las cosas de comer no se juega , y los dichos son realidades y no perspectivas personales

Teresa dijo...

Comemos veneno porque los animales almacenados en esas macrogranjas,o como se llamen,y alimentados con cosas que son de todo menos saludables son veneno para nuesta salud.Y torturamos animales desde que nacen hasta que los matan.Y luego están los purines, etc.¿Quién nos ha dicho que es necesario comer carne 5, 6 veces al semana?Cuando yo era chica se comía carne,con suerte, una vez a la semana.Costará cambiar esta situación , si es que se consigue cambiar.Seguimos consumiendo huevos procedentes de gallinas criadas en jaulas porque son más baratos , claro,pero ¿de verdad sabemos las condiciones en que se producen esos huevos? Hay que tener valor para comérselos.En fin, a la vista de tanta barbarie a lo mejor es cierto que lo razonable para salvar el planeta es que nos extingamos nosotros.

José Márquez dijo...

Que las macrogranjas no sean el pretexto para que coman carne los pobres, porque estos, solo pueden comer los despojos triturados en un chopeed lleno de glutamato y colorantes con mucha grasa. La demagogia y el cinismo están bien evidente en los que las defienden.