(Publicado ayer en prensa)
Estamos ante una coyuntura
extraña: si no hay investidura, el país va a tener un problema de gestión; si
la hay, el gobierno resultante va a tener el problema de gestionarse a sí mismo:
un ejecutivo no sólo complicadamente compartido con UP desde el recelo mutuo y
en el que cada cual se arrogará los éxitos y achacará a su socio las
frustraciones, sino además en situación de precariedad parlamentaria, obligado
a negociaciones conflictivas.
Ante la incertidumbre, las conjeturas tienden a
dispararse. En principio, si el PSOE, tras sus prolongadas y misteriosas
negociaciones, consigue la abstención de ERC, resulta improbable que cuente con
su apoyo para aprobar medidas que vayan más allá de la más quimérica de todas
ellas: la vía libre a un referéndum de autodeterminación, dado que el
independentismo catalán vive ensimismado en su micropatriotrismo y poco va a
interesarle que en Extremadura reclamen la modernización de su línea
ferroviaria, que los agricultores murcianos demanden acuerdos de exportación
tras el Brexit o que los olivareros de Jaén
se vean afectados por los aranceles impuestos por EEUU, pongamos por
caso. Al fin y al cabo, patria no hay más que una, y la de ellos está donde
está: concentrada en la bandera de una república fantaseada. Hay quien supone
que a los independentistas catalanes les interesa más un gobierno de izquierdas
que uno de derechas, aunque puede quedar un margen para la duda, ya que ellos
juegan con las dos barajas: si un gobierno central de izquierdas no pone fin a
sus siglos de opresión y no libera a sus presos, ya tienen potenciado su
discurso de martirio histórico; si un gobierno de derechas les aplica el 155,
ese discurso pasa a ser plenipotenciario. En cualquier caso, y a pesar de que
todo tiene la apariencia de una teatralización con un desenlace previsible, es
de elogiar que, frente a la gestualidad antisistema de la derecha catalana, ERC
se haya aplicado el “sit and talk”,
que en catalán significa algo así como “siéntate a hablar conmigo de lo que yo
te diga para llegar a la conclusión que yo te dicte”.
En
el caso de que Sánchez sea investido y comparta gobierno con Iglesias, las
incógnitas serán múltiples: ¿qué será de la reforma laboral, qué de la subida
del SMI, qué de los impuestos a la banca y a las grandes fortunas, qué de la
fiscalidad de la Iglesia, qué de la regulación del alquiler, qué del oligopolio
de las eléctricas y qué del objetivo de déficit impuesto por la UE? Etc. Porque
los matrimonios de conveniencia funcionan mal: pueden compartir la
conveniencia, pero no la convivencia.
Entretenidos
estamos, desde luego. Aunque mucho me temo que esto no es nada comparado con lo
que nos queda por ver. O por no ver.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario