Anoche murió el pintor sevillano Joaquín Sáenz.
Llevaba muchos años ciego, consumiéndose.
Llevaba muchos años ciego, consumiéndose.
Esto que sigue lo escribí en 1988 para el catálogo de una exposición suya. Le hizo mucha gracia -y lo recordaba décadas después, como una broma recurrente- lo de visir de Samarcanda.
Muchos recuerdos de repente, en desorden. Mucha tristeza.
JOAQUIN SAENZ: LA PINTURA DEL TIEMPO FUGITIVO
Joaquín Sáenz podría
perfectamente ser un personaje huido de alguna novela de Stevenson, de Salgari
o de Baroja. Podría ser -perfectamente- un pariente del príncipe Florian
-trasunto del rey Shahryar- venido de Samarcanda con provisión de esclavos
enjoyados, con caballos piafantes, con camellos guarnecidos de gala, para vivir
en Sevilla de incógnito, disfrazado de pintor impresionista.
Joaquín Sáenz podría ser el
corsario implacable -la esmeralda en la frente- que levanta al cielo la media
luna de su cimitarra, amenazando a los piratas frente a las costas de
Turquía... o dirigiendo una partida de filibusteros en aguas de Jamaica, según.
Joaquín Sáenz podría ser el
conspirador decimonónico que blasfema y que amenaza al rey en cafetines
sombríos, dando un zapatazo en el suelo recubierto de serrín, ante la mirada
desfallecida y turbia de los marineros borrachos de mar y de ron, esas dos
cosas líquidas y bravías.
Todo esto podría ser Joaquín
Sáenz si lo deseara.
Algún día se sabrá que, desde hace años,
tiene prisionero en esos sótanos a un pintor japonés que, bajo tortura, le revela los secretos
de la luz sobre las aguas, sobre los árboles, el secreto de la luz sobre sí
misma.
Los cuadros de este pintor
de personalidad plural -visir de Samarcanda paseando por Triana, corsario
beligerante de Turquía pintando el Guadalquivir, conspirador decimonónico con
terno de lino colonial-, los cuadros de Joaquín Sáenz, decía, no representan
esencialmente paisajes, sino que parecen más bien el paisaje invisible del
tiempo fugitivo. Una elegía: la luz con el tiempo dentro.
Joaquín Sáenz, entre todos
los destinos que se le han ofrecido, ha escogido el de testigo silencioso de la
hermosura pasajera, de la frágil luz, de las aguas que son metáfora del tiempo
huyente, y ha hecho eternas en nuestra memoria esa hermosura, esa luz, esas
aguas. En su pintura del tiempo fugitivo.
(1988)
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1 comentario:
...."testigo silencioso de la hermosura pasajera"...
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