Con el paso de los años, ¿se le afianza un criterio propio a la hora de
establecer un canon de su poesía?
-El paso del tiempo suele traer menos
certezas que incertidumbres. La relación que uno mantiene con lo que ha escrito
no sólo es conflictiva, sino también inestable. Hay poemas que en principio te
resultaban secundarios y que a la larga potencian su significación privada, y
al revés. Una obra literaria es un organismo cambiante que actúa además sobre
el ente mudable que la escribió.
Podríamos hablar de una primera parte de su poesía más influida por
un corte bohemio….
Bueno, bohemio tal vez sea mucho
decir. Fui un joven que salía mucho de noche, como casi todos. Y me gustaban
los maudits franceses y los modernistas
hispánicos, con su decadentismo y sus cadencias alejandrinas. Pero le aseguro
que nunca llegué a tomar absenta ni a pedir dinero prestado a nadie, y me temo
que eso me inhabilita como bohemio en sentido estricto.
Después fue apareciendo un componente más metafísico y meditativo…
-Eso lo impone la edad, supongo. La
juventud es fundamentalmente acción. La madurez propone pactos más abstractos
con tu pensamiento. Más abstractos y más complejos. Innecesariamente complejos
tal vez, pero inevitablemente complejos. Por una cosa o por otra, en la vida se
avanza poco. Tiene más de espiral que de camino.
¿Sirven las ausencias del mundo editorial para que el autor reflexione y
no se repita?
Repetirse no es malo si la repetición
es buena. Todos los autores tienen derecho de plagiarse a sí mismos, siempre y
cuando el plagio esté a la altura del original; es decir, siempre que el autor
esté a la altura de su rango. Se produce la paradoja de que exigimos a un autor
que sea dueño de un estilo propio y, cuando lo consigue, le exigimos que no sea
esclavo de su estilo. El problema tal vez no sea tanto la reproducción de una
fórmula como la degradación de una fórmula.
¿Qué me puede adelantar acerca de la novela que se publicará en mayo?
Las novelas, si se resumen, siempre
parecen una tontería. La mía trata de lo mismo que el Lazarillo o David Copperfield.
Es decir, la invención de una conciencia a través de la invención de una vida.
¿Ha de partir la buena literatura del ingenio?
Depende de lo que entendamos por
ingenio. Por sí mismo, el ingenio es un factor más, no un factor determinante
de la escritura. Ser ingenioso lo mismo puede ser una virtud que un defecto.
Más que ingenioso, creo que a un autor le conviene ser astutamente imprevisible.
Y muy prudente con respecto al ingenio, que puede provocar hartazgo.
Ha conquistado un humor muy propio en su obra, ¿ha de moldear suavizar el
mundo y la literatura?
Para mí el humor no consiste en hacer
reír, sino en establecer con la realidad una relación razonable y equilibrada.
Una relación de distanciamiento que me permita interpretarla con más cercanía.
La solemnidad te lleva por lo general a la grandilocuencia y al tremendismo. La
vida es fascinante y a menudo puede resultar terrible, pero también es bastante
absurda y ridícula. Si prescindimos del humor, le mutilamos la mitad.
¿Qué postura ha de adoptar el escritor ante la calamitosa realidad actual?
La que cada cual considere oportuna.
Tengo la suerte de escribir artículos de opinión en periódicos. Por ahí me
aplico a ponerme los incidentes de esa realidad en claro, dentro de lo que
cabe, que nunca es mucho.
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1 comentario:
¡Señor, qué barbaridad! No salgo de mi asombro, qué profundidad y qué belleza hay en sus respuestas! Permítame una pregunta: ¿La entrevista fue realizada in situ, o se la enviaron por correo y fue devuelta por el mismo sistema contestada? Como creo que fue realizada in situ el asombro me va a durar.
No es esta la primera entrevista que leo o escucho de usted, y en todas el mismo tono de conciencia y palabras que unidos me asombra.
Uno de la Judería
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