(Publicado en prensa)
La realidad resulta extraña
incluso cuando se desenvuelve en unos patrones convencionales de normalidad,
pero resulta absurda cuando se sale de todo patrón y se manifiesta como una
trama sin sentido ni lógica alguna.
Las
noticias caducan muy pronto, porque la actualidad es una novela vertiginosa que
agrega capítulos incesantemente, pero recordarán ustedes que la semana pasada,
en la ciudad alemana de Magdeburgo, un tipo se lanzó con su coche contra la
multitud que visitaba un mercado navideño. Cinco muertos y más de 200 heridos.
En un principio, oído o leído el titular, uno piensa, menos por prejuicios que
por inercia, en un atentado islamista. Una vez enterado de los pormenores, la
realidad te estalla dentro de la cabeza: el conductor homicida es un ciudadano
saudí, residente en Alemania desde 2006, que decidió castigar a su país de
acogida por ser precisamente un país de acogida y aplicar ese castigo de corte
islamista precisamente desde su fanatismo antiislamista. Para completar su
perfil asombroso, nos enteramos de que ejercía como psiquiatra, y se compadece
uno de los pacientes que confiaron su sanación a un loco de remate.
Las
autoridades saudíes alertaron a las alemanas del peligro latente de este
trastornado, pero al parecer la alerta se desatendió, y eso que dio bastantes
pistas con respecto a su trastorno: pedir la pena de muerte para Angela Merkel
por su plan diabólico para islamizar Europa, acusar a Alemania en abstracto no
solo de querer destruir Europa sino también de ser responsable de la muerte de
Sócrates (¿?), declararse simpatizante de la ultraderecha xenófoba y admirador
de Elon Musk, en cuya red X daba vuelo a sus majaderías y delirios.
La
mente humana es un mecanismo curioso: un mindundi cualquiera puede alcanzar la
sugestión de tener dentro de su cabeza la fórmula mágica para encauzar el
destino del mundo. El peligro es que el mindundi deje de ser un mindundi
anónimo y llegue a la presidencia de EEUU, pongamos por caso, y tenga la
ocurrencia de comprar Groenlandia, de anexionarse Canadá y de invadir México. O
que un mindundi prospere en la vida y alcance el poder suficiente para
exterminar al pueblo palestino, para atacar a los libaneses, a los sirios y a
los iraníes y que la comunidad internacional se limite a sugerirle que no es
del todo bonito comportarse como un genocida. O bien que un mindundi con
complejo de zar de todas las Rusias se convierta de hecho en el zar de todas
las Rusias, incluidas Crimea y Ucrania, y masacre a una población para hacerle
el favor de liberarla del yugo neonazi.
Y
así vamos: de un año feliz a un año nuevo aún más feliz.
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