lunes, 1 de julio de 2024

EL TONO

 (Publicado en prensa)



El tan demorado acuerdo entre PP y PSOE para renovar el CGPJ podría haber sido una buena noticia en un tiempo en que predominan las noticias preocupantes, cuando no desoladoras, y un motivo de celebración democrática por lo que tiene de normalización institucional, al menos como contrapeso de otras anomalías. Lejos de eso, ha servido para convertirse en un nuevo pretexto de disputa entre ambos partidos, lo que nos lleva a una situación no creo que inédita, porque inédito en política no queda casi nada, pero sí desde luego peculiar: acordar algo para convertirlo de inmediato en la teatralización de un desacuerdo.

         Por no se sabe qué motivo, algunos políticos dan por hecho que la actitud pública de un cargo electo ha de ser la de una indignación permanente ante las decisiones y actuaciones del adversario, así coincidan en esencia con las propias, de manera que los espacios de gobernación parecen en ocasiones un bar de copas a la hora del cierre, cuando ya la clientela anda con la boca caliente y aplicando una variante tabernaria del método Stanislavski a sus razones iluminadas, cada cual voceando soluciones expeditivas para remediar, desde su particular punto de vista geopolítico, el caos universal.

         Esto tiene sus peligros, como casi todo: si te acoges al vocerío, siempre habrá quien vocifere más que tú; si te acoges al sofisma demagógico, siempre habrá un demagogo que extreme tus sofismas; si recurres al insulto y al bulo, estarás alimentando a los incendiarios.

         El avance de las formaciones de ultraderecha es posible que se sustente en buena medida en el tono de su discurso: la sustitución del argumento concreto por el agravio en abstracto, la recurrencia a la soflama frente al razonamiento, la prevalencia del simplismo visceral frente a la complejidad ideológica.

         Si los partidos a los que se supone un talante moderado deciden emplear esos recursos, se abre una puerta no a lo desconocido, porque de sobra nos indica la Historia adónde da esa puerta, sino a lo que no nos conviene conocer… de nuevo.

         En un mundo en que los conflictos bélicos nos hablan a diario del fracaso colectivo de la razón en su nivel más básico, ¿qué aportan las guerras retóricas enconadas en unos órganos de gobierno en que se supone que se preserva lo que entendemos por civilización?

         El novelista John Updike describió de manera muy gráfica la época en que buena parte del mundo estuvo simultáneamente en manos de Hitler, de Stalin, de Roosevelt y de Churchill: “Fue el más grande y el peor cuento de hadas que el mundo había visto jamás, uno de esos carnavales con gigantes que tienen la cabeza de cartón piedra”.

Apliquémonos el cuento, en fin, y procuremos no repetirlo.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

El dibujo muy bueno , el grito de Munch fue una premonición fatal , cuando el tono es el grito luego llegan los lamentos y los lloros.
Los debates no siembran optimismo ,Donald se ha transformado en Denis sin necesidad de esperar la luna llena de Paris , y Joe me recuerda a Joe Marmota de Minesota ( un cómic de los años 60 ) . El hombre lobo vs la Momia mientras vigilan Dracula Vladimir y el Franky Nethan y varias docenas de sátrapas que podrían tripular el barco de los locos de Bosco con pericia
En España tampoco se debate con un mínimo de cordura , pero al menos no nos enfrentamos entre nosotros , aunque empieza a haber actuaciones para policiales de algunos clanes contra bandas que parece ser los atacan y ocupan sus barrios , la situación de la etnia minoritaria española es insostenible y como español me avergüenza no se les ayude, si cada joven que acabe secundaria recibe 5000 € y por bachiller otros 5000 € , más comedor y libros gratis , seguro acabamos con una discriminación insostenible que afecta a casi un millón de españoles que están mayormente en situación de pobreza rozando la indigencia .