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Hubo polémica por la decisión de subtitular la película Roma. Como
consecuencia de aquel escándalo artificial, se suprimieron los
subtítulos. Bien.
Anoche intenté verla, pero desistí a los 15 minutos. No me enteraba de casi nada. (Y tengo un televisor que suena bien, y tengo bien el oído -al menos para mi edad-, y cuando he ido a México me he entendido a la perfección con los nativos.)
Algunos se echaron las manos a la cabeza: "¿Cómo va a subtitularse algo que está en nuestro mismo idioma?".
Pues muy sencillo: por tres razones, a saber: por motivos de sonorización defectuosa -de la que tanto sabe, dicho sea de paso, el cine español-, por carencia de vocalización de los actores y, sobre todo, porque la modulación oral de una misma lengua puede dar pie a un habla ligeramente incomprensible para quien no tenga el oído hecho a ella, y muy en especial si quien la habla tiende a hacerlo en susurros.
(Y son desencuentros de ida y vuelta: pónganle una película española a un mexicano... o la actuación de una chirigota gaditana.)
Volveré a intentarlo... aunque sin demasiada esperanza de que mi oído panhispánico se universalice por sí solo.
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