(Publicado en la prensa)
A estas alturas, no hay
charlista, ya sea profesional o meramente aficionado, ya sea de plató
televisivo o de barra de bar, que no nos haya ofrecido su elucidación
científica del éxito electoral de VOX en Andalucía.
No puede decirse que sean interpretaciones
coincidentes, ni siquiera medianamente convergentes, sino más bien versiones
libres de un fenómeno al fin y al cabo insondable: si un reportero le acerca un
micrófono a unos cuantos votantes de esa formación, uno dirá que lo hizo por
defender la unidad de España, otro que para evitar que los moros nos impongan
el ramadán y otro porque le gustan las corridas de toros. Y así. Sea como sea,
de ese cóctel emerge un electorado seducido por la irracionalidad de un discurso
disfrazado de resolutivo, sencillo y sin matices: “Los problemas del país no se
arreglan por la sencilla razón de que los políticos son unos vividores. Pero
aquí estamos nosotros”. Aparte de que en toda ideología retrospectiva suele
haber un componente retrógrado, la simplificación del mensaje político tiene la
virtud de arraigar -al margen de la razón y de la realidad misma- en los
bienaventurados que disfrutan de una mente tan simple –o más- que el discurso
en cuestión.
Las
interpretaciones en torno al fenómeno VOX podrán ser múltiples, pero su detonante
quizá no tanto: una utopía que ofrece soluciones milagrosas, la reparación
expeditiva de un descontento social en que se mezcla lo abstracto con lo
concreto: la patria y el IPC, la bandera y la tauromaquia, la legión y la
inmigración, etc. (Incluso la hípica.) A la carta. El problema es que lo que
para unos supone una utopía para otros representa una distopía, y esa es la
historia básica de la humanidad: un conflicto entre espejismos ideológicos, una
bipolaridad retórica. Al fin y al cabo, los mensajes políticos de brocha gorda
suelen basarse más en la indignación ante los problemas que en las claves de
gestión para solucionarlos, y de ahí su eficacia: no hay que razonarlos, ya que
basta con sentirlos.
Por lo demás,
es posible que, en su candidez, tanto PP como PSOE pensaran que su historial de
corrupciones no iba a tener un coste electoral, dando tal vez por hecho que a
la gente le entusiasma el que sus gobernantes se enriquezcan a costa de sus
impuestos. (Pero el caso es que la gente es como es.) El descenso de la alianza
entre fuerzas de Podemos e Izquierda Unida tal vez podría entenderse como un síntoma
de desencanto o desconfianza ante unas promesas de máximos, puesto que la
esperanza que en un primer momento suscitan las políticas redentoristas suelen
tener una fecha de caducidad muy temprana. Por su parte, en el ascenso de
Ciudadanos es posible que haya tenido mucho que ver el haber entrado en campaña
con su traje de primera comunión política en estado aún casi impoluto, sin
tiempo ni ocasión para haberlo manchado en el ejercicio del poder.
Nada
más conocerse el resultado de las elecciones andaluzas, Pablo Iglesias llamó a
la movilización ciudadana en las calles para deslegitimar lo que dijeron las
urnas. No sabe uno si es un buen método: según nos susurra la experiencia, el
problema es que a las calles van a echarse no sólo los contrarios a VOX, sino
también sus partidarios. Y nos vamos a entretener.
Eso
sí: al día siguiente, para ir neutralizando este populismo de derecha dura, el
Congreso aprobó una subida salarial del 2,5 % para los diputados y para sus
cargos de confianza.
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4 comentarios:
Excelente artículo (como siempre).
Tu artículo tan atinado como siempre. Y al final, como dejas ver, tan imposible de llegar a conclusiones certeras en política, donde todo es tan pringoso. Uno, al final, acaba eligiendo con criterios de brocha gorda. Yo, por ejemplo siento que el proyecto autonómico ha fracasado. Votaré, pues a Vox, así, a lo bruto. Me parece inadmisible que mi hijo, por no saber catalán, no pueda opositar no ya en Cataluña, sino tampoco en las islas Baleares. Ya sé que soy ridículamente simplista, pero me es imposible llegar en política a ninguna conclusión luminosa siendo inteligentemente complejo.
Yo he llegado a la conclusión estos días de que el ser humano está sencillamente ciego: tengo amigos inteligentes que votarán a Sánchez. Para mí, ese Sánchez es un ególatra oportunista sin principios.Mis amigos inteligentes no ven mi Sánchez, y yo no veo el suyo. Estamos ciegos perdidos, selectivament ciegos, claro. Ah, también yo votaré a Vox. No sé cómo aplicar la inteligencia a la política, y le aplico las tripas. No doy para más.
El video del líder de Vox con su mesnada, galopando con babiecas (caballos), no se sabe a qué sitio ni en busca de quién, todos de fina estampa, caballeros, caballeros de fina estampa, es fuerte, da para muchos pensamientos: Algunos se acordarán de sus padres, otros de cementerios olvidados, otros del linaje de los babiecas (repito, caballos),yo me acuerdo de Chaves Nogales y su relato sobre una mesnada; en fin, el video es el lienzo repetido de una parte de la historia que no acaba de irse.
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