sábado, 4 de junio de 2011

ILUSIONISMOS PIADOSOS

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En buena medida, la felicidad depende -o eso dicen los que saben- de la realización de nuestras ilusiones, pero es posible que también dependa en buena parte de la constatación de nuestros temores. Una persona a la que le toca la lotería está casi obligada a mostrarse feliz, porque muy mal talante hay que tener para que te señale con su dedo caprichoso la fortuna y te pongas de malhumor, pero me temo que también experimenta una variante melancólica de la felicidad la persona a la que no le toca jamás la lotería, porque esa desatención por parte de la suerte le confirma una vieja sospecha: que aquello no toca nunca, y esa certeza le sirve de consuelo, y creo que estarán de acuerdo conmigo en que todo consuelo constituye una forma modesta de felicidad, porque si bien es verdad que el consuelo no ahuyenta la desventura, al menos la palia.

Hay quienes dedican la vida a alimentar quimeras improbables, supersticiones descabelladas, convicciones conspiranoicas y suposiciones irracionales. Algunos de ellos tienen la suerte o la desgracia de acabar medicados, pero otros se pasan la vida en estado natural, por así decirlo, y creo que, en una sociedad que aspira al igualitarismo, estos seres de intimidad complicada merecerían una atención específica por parte de las administraciones públicas. ¿Qué trabajo le cuesta a un ayuntamiento echar a volar de vez en cuando un platillo volante para satisfacer la fantasía de aquellos vecinos que no pueden vivir en este mundo sin la sospecha de la existencia de otros mundos? ¿Qué trabajo le cuesta al portavoz de un gobierno autonómico anunciar que se ha designado un comité de expertos para estudiar las apariciones de la Virgen María en una cueva? Ninguno.

Fuera ya del ámbito administrativo, ¿qué trabajo le cuesta a los redactores de una revista musical publicar un par de fotografías borrosas en las que se entrevea a un Elvis Presley envejecido y gordinflón, saliendo de un restaurante panameño o guatemalteco del brazo de una exmodelo rubia como la cerveza y tersa como la silicona, como constatación de que el ídolo sigue vivo, aunque retirado del mundo ruidoso? ¿Qué trabajo le cuesta a un crítico musical lanzar la suposición de que las canciones de Bob Dylan las escribe en realidad Georgie Dann, para que los amigos de las hipótesis raras sientan una punzada de felicidad en el hipotálamo, o donde sea? Ninguno.

La vida tiene mucho de espejismo, aunque hay quienes se limitan a verla reflejada en un espejo convexo, o cóncavo, o psicodélico, o qué sé yo. Y así andamos todos, cada cual con sus quimerismos, con sus fantasmas. Buscando la felicidad hasta en nuestros miedos y delirios. Y capaces de aterrarnos ante un simple pepino almeriense.

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6 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Queda claro que hay personas a las que la vida, simplemente, les aburre. Saludos.

Microalgo dijo...

Por favor, se lo suplico: páseme el teléfono de su camello.

Gracias por anticipado.

Anónimo dijo...

Cierto, Bob Dylan es el Georgie Dann de la música de protesta folk, es Vd un genio Sr. Reyes. Lo de Elvis es más difícil de creer...

Anibal dijo...

Una buena aparicion mariana puede arreglarle la existencia a todo un pueblo.
Y Bruce Lee en relaidad esta vivo con su hijo sentado a al derecha.

MArian dijo...

Hay que elegir muy bien el espejo en el que reflejarse, porque cierto que la vida es muy suya y, entre que ella es caprichosa y que el personal está por deformarla, hay quienes sólo quieren ver fantasmas como compañía.

Geniales estas divagaciones, Felipe.

Gracias por esos ratos compartidos entre nosotros. Los seguimos paladeando...
Gracias eternas por todo.
MArian

Miguel Ángel dijo...

Sabio tu consejo, Marian. Y te confesaré que personalmente efectivo, aunque desde otra óptica. En mi caso los fantasmas que una vez me acompañaban se fueron con viento fresco de mi vida gracias al personal, que me cambió de casa los espejos en los que me deformaba. Y es que uno ya no era capaz de verse como debía verse. Cuestión de enfoques.

No bromees con los pepinos, Felipe, que son peligrosísimos. Si se abusa de ellos resultan terriblemente indigestos. Si se utilizan las toneladas que se han podrido en campos y palés de transporte como supositorios para cierta canciller teutona ignoro qué efectos le producirían. Es cuestión de probar y ver, y luego nos echamos unas risas. Que de nuestros agricultores ya se han descojonado bastante estos cabritos. ¿Probamos? Bah, venga….

Saludos.