Ramón Rozas escribe sobre LA GENTE en DIARIO DE PONTEVEDRA
(Publicado ayer en prensa)
Ayer se clausuró en Arequipa el X
Congreso Internacional de la Lengua Española y piensa uno que en la
programación académica hubiese encajado un coloquio entre Ábalos y Koldo en
torno al uso del lenguaje figurado como maniobra de despiste y al empleo de la
metáfora como recurso delictivo, habilidad que les atribuyen la UCO, los
jueces, los fiscales, los periodistas y todo el país, salvo ellos dos.
En cualquier
caso, sean inocentes o culpables, hubiese estado bien que dilucidaran filológicamente
ante la comunidad filológica el empleo del término “chistorra” para referirse a
los billetes de 500 euros en el mundo específico del hampa de guante blanco,
que ellos parecen conocer bien, al menos de oídas, así como que ofrecieran su
hipótesis sobre detalles más concretos: ¿por qué identificar el color morado de
esos billetes con la chistorra, que es rojiza, y no con la remolacha, pongamos
por caso?
Como es
natural, ambos niegan que, cuando hablaban de chistorras, hablasen de billetes,
y no hay motivo para dudar de su palabra, a pesar de que los indicios pueden indicar
que algo raro había. Sea como sea, yo al menos creo en su inocencia, convencido
de que lo suyo no era un entramado criminal, sino un mero juego literario que
se traían entre ellos.
Por ejemplo, si Koldo avisa en el año 2019 a su entonces mujer de que ha conseguido 2000 chistorras, hay que ser un poco enrevesado para suponer que se trata de 2000 billetes de 500, ya que lo normal es que si a una persona le gusta la chistorra, la compre -o la consiga- por miles, no por unidades, y más aún si tiene previsto organizar una barbacoa familiar, ya que esos tres conceptos (chistorra, barbacoa, familia) están históricamente vinculados.
De modo que por ese lado bien, aunque una maliciosa voz
mental nos susurre que el consumo de tanta chistorra no puede ser bueno, entre
otras razones por lo de las grasas saturadas. En cualquier caso, tanto Ábalos
como Koldo, ante la suspicacia popular y judicial, se han acogido al “Me gusta
la fruta” de Ayuso, convenientemente transformado en “Me gusta la chistorra”, y
todo arreglado.
Chistorras
aparte, la UCO da por hecho que cuando hablaban de “lechugas” se referían a los
billetes de 100, que son verdes como los cogollos de Tudela. No sé yo, la
verdad. Igual es que a los dos les gusta la lechuga, a pesar de que la
Naturaleza no creó la lechuga para que gustase a los humanos, que únicamente la
comemos por tomar algo verde que compense el consumo masivo de chistorra, no
porque nos agrade. Ni siquiera en la poesía bucólica encontramos una sola
mención a la lechuga, por no ser verdura de prestigio lírico, sino un producto
que rechinaría en los prados amenos de Garcilaso de la Vega.
Por lo demás,
los billetes de 200 euros serían presumiblemente “soles” en la presumible jerga
privada de nuestros dos prohombres. Y eso sí es poético: 200 euros como 200
soles.
Ay, el maldito
parné.
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(Publicado en prensa)
¿Genocidio sí o genocidio no? Pues basta con consultar el diccionario...
Hay ocasiones en que una derrota
acaba siendo una victoria. Es lo que ha ocurrido con la flotilla Sumud: sus
organizadores sabían de antemano que no llegarían a Gaza, pero sabían también
que en lo fallido de esa tentativa radicaría el éxito de su misión, como así ha
sido, en forma de clamor mundial contra el Gobierno gansteril de Netanyahu, que
no ha sabido o no ha querido calcular las consecuencias de neutralizar militarmente
una escaramuza pacífica y al fin y al cabo simbólica.
Bien. Al hilo de esto, resulta curiosa la actitud del PP madrileño, en su exótico empeño por situarse a la derecha de la ultraderecha. “Ya se han dado el baño. Ahora subvenciones para chiringuitos, para el teatro, para el cine. Ya han hecho su agosto”, según la casi inconcebible presidenta Ayuso, cuyos mecanismos mentales van siempre por delante de los de las personas corrientes y cuyo sentido de la lógica resultaría peculiar incluso en el País de las Maravillas al que fue a parar la niña Alicia.
(La Historia de la Humanidad le debe, eso sí, una frase lapidaria: “Me gusta la fruta”, que aún no entiende uno cómo no ha sido incorporada como lema heráldico al escudo de la comunidad madrileña, con el añadido tal vez de la imagen de una pera o de un plátano… pero nunca de una sandía).
Por su parte, se ve que el señor Serrano no es el segundo de la presidenta por casualidad: “Son gentuza”, según catalogó a quienes boicotearon la vuelta ciclista, con lo cual seguimos en la lógica irrefutable: no es gentuza quien extermina a un pueblo, sino quien protesta por ese exterminio.
Tampoco
va mal el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid cuando define la expedición como
“batucada por el Mediterráneo” ni el presidente de la Cámara cuando se refiere
a la palestina como “banderita”.
Muy chistoso
está el PP madrileño, y eso es buena señal, ya que la gente bienhumorada
despierta confianza y simpatía y, de paso, equilibra un poco la preocupación de
muchos por la deriva que está tomando el mundo.
Podrían hacer
chistes sobre Netanyahu o sobre su padrino Trump, pero no: mucho mejor
convertir en caricaturas perroflautistas a todos los indignados por la barbarie
de Estado que practica Israel en nombre de la defensa de la civilización en abstracto.
Un intelectual
ultracatólico (Opus Dei) y ultraconservador (Vox) acaba de regalarnos su punto
de vista moral: él aplaudirá que Israel deje de matar palestinos únicamente cuando
Hamas libere a los rehenes. Mientras tanto, que se aguanten un poco. Se ve que el
quinto mandamiento es un precepto flexible: “No matarás… a menos que la gente a
la que mates haya hecho rehenes a algunos de los tuyos”.
Por lo demás, para zanjar la polémica en torno al genocidio sí o genocidio no, bastaría con consultar el diccionario de la Real Academia, que ofrece una única acepción para GENOCIDIO, a saber: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”.
Tan sencillo, en fin, como eso.
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