jueves, 14 de agosto de 2025

LA HONRA

 


(Publicado en prensa)



A punto de iniciar sus vacaciones veraniegas, algunos políticos tuvieron un sobresalto, seguido de un episodio de pavor, aunque afortunadamente resuelto en la mayoría de los casos con una rectificación urgente de su currículo oficial, ya que han sido pocos los dimisionarios a causa de sus fraudes académicos. Era sencillo: se corrige la mentira y deja de ser mentira. Es el peligro, en fin, que tienen los currículos, sobre todo en ese gremio: que te vienes arriba cuando redactas el tuyo, ya que nadie se encarga de verificarlo, y se te desata la fantasía, de manera que acabas otorgándote grados imaginarios, másteres ficticios y magnificando con una titulación rimbombante un cursillo de tres días.

         Al fin y al cabo, ¿qué más da? Como dijo la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades –precisamente de universidades- ante un caso de falseamiento curricular que tuvo como consecuencia la dimisión del afectado: “Es un gesto que le honra”. Y ahí ya las cosas se complican un poco: ¿te honra dimitir porque no tienes más remedio que dimitir?, ¿te honra haber mentido?, ¿es honrosa la deshonra?

         Por su parte, la parlamentaria que desencadenó este curioso episodio con un currículo no ya fantástico, sino delirante, presumió de rigor moral tras haber dimitido al ser descubierta su falsía, aunque sin especificar si hubiese dimitido motu proprio de no haber sido descubierta. Ignoro si, según los parámetros de la ministra, su dimisión también le honra. Supongo que sí, ya que, al parecer, no hay nada más honroso que dimitir cuando se evidencia tu deshonra.

         Lo que no acaba uno de entender, más allá de las debilidades consustanciales a la condición humana, es qué pretenden estos políticos con el falseamiento de sus méritos: ¿apabullar a la ciudadanía con medallas de hojalata?, ¿garantizar su eficacia con cualificaciones imaginarias que además no tienen nada que ver con la gestión pública?, ¿acreditar su valía personal desde el complejo de ser un mundundi? Quién sabe. Es un colectivo peculiar, con sus razones insondables y específicas.

         Al comienzo de la implantación de las redes sociales, mucha gente, en su perfil, optaba por la melancólica cursilería de precisar que había estudiado en la Universidad de la Vida, lo que venía a suplir la circunstancia de no haber estudiado en universidad alguna. No es la alternativa idónea, pero me atrevería a sugerir a algunos políticos que opten por esa fórmula, en la seguridad de que les evitará muchos líos.

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