(Publicado el sábado en prensa)
El incipiente idilio geopolítico
entre Putin y Trump podría trasladarse al territorio de las fábulas
protagonizadas por animales: el zorro plateado y el oso pardo… teñido de rubio.
El zorro astuto que intenta ganarse la confianza del oso para que no interfiera
en sus depredaciones y el oso grosero y fanfarrón que se cree más astuto que el
zorro y da por sentado que lo manejará a su antojo y conveniencia.
Las
principales virtudes de Putin las conocemos: psicopatía, megalomanía y cinismo.
Las de Trump también: insensatez, megalomanía e ignorancia. Coinciden en lo de
la megalomanía, lo que no deja de abrir una expectativa interesante: ¿cuánto
tiempo tardarán dos megalómanos de libro en tirarse los trastos a la cabeza?
Hay diferencias,
no obstante, entre ellos, aunque tal vez menos esenciales que aparentes: Putin entiende
la política exterior como un videojuego de guerra en el que mueren unos meros muñecos,
mientras que Trump parece concebir el mundo como una cadena de franquicias de
una megaempresa de su propiedad, y de ahí tal vez que tanto en Gaza como en
Ucrania no vea un conflicto bélico, sino una oportunidad de negocio.
Para asegurar
la prosperidad y los beneficios de la empresa, Trump le ha regalado al
visionario Elon Musk unas tijeras patrióticas para que recorte en gasto público,
sin miramientos ni sentimentalismos, a partir de la convicción de que el gasto
público supone un despilfarro. Como gesto de profundo simbolismo, el pintoresco
presidente argentino, por su parte, le ha regalado a Musk una motosierra,
emblema macarra del neoliberalismo en estado salvaje.
Aunque
zorro el uno y oso el otro, Putin y Trump coinciden en lo básico: no les basta
con la erótica del poder, sino que aspiran a la pornografía dura del poder. Ya
dijo el tenebroso Kissinger que el poder es el afrodisiaco más potente. Aun
así, estos dos parece que lo suplementan con viagra.
De
momento, la armonía fluye entre ambas potencias y la Guerra Fría ha sido
sustituida por una fiesta de pijamas, celebrada en Arabia Saudí, en la que han
jugado a la PlayStation con Ucrania y, por extensión, con el resto del mundo. Visto
lo visto, Europa en concreto quedaría como un territorio geopolíticamente
insignificante, militarmente débil y comercialmente amenazado, por no hablar de
su tendencia autodestructiva a dejarse fascinar por facinerosos equiparables a
los actuales líderes ruso y norteamericano, así sea en la escala de los
imitadores que acentúan los rasgos grotescos de un original ya de por sí
grotesco, hasta el punto de que las convenciones de la ultraderecha
internacional acaban teniendo mucho que ver con los concursos de imitadores de
Elvis Presley.
Pero
no todo resulta preocupante: hoy es sábado. Tal como están las cosas, no es
poco.
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