Hoy no he tenido más remedio que salir a la calle, por aprovisionamiento forzoso.
En el pequeño supermercado del barrio, la cajera le comenta a una anciana: "No hace falta que venga usted. Nos llama, nos dice lo que necesita y se lo llevamos. Gratis".
En la farmacia, a un anciano: "No se tome usted la molestia de venir por su medicación. Nos llama y se la llevamos a casa".
Y piensa uno que sí, que estos gestos son coyunturales, pero que también responden a un fondo solidario y humanitario que está SIEMPRE ahí, en el núcleo más noble de cada cual. El sentido profundo del amparo colectivo.
Y piensa uno también que muchos gobernantes, ensimismados en su bucle metapolítico, no aciertan a oír ese latido, ese fondo de bondad que nos dignifica como sociedad y como individuos. Porque a veces no entienden del todo que el complemento básico de la solidaridad espontánea es una justicia social estable.
Ese es el punto de partida y a la vez la meta.
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