Llegas a un bar y pides un café.
Al café hirviendo, con temperatura de lava ardiente, el camarero le añade un chorro de leche borboteante con la que podría fundirse la plata.
Tocas la taza y la porcelana está casi en el punto de ignición.
Piensas en decirle al camarero: "¿Cuánto está dispuesto a pagarme usted si me bebo esto antes de cinco minutos?". Pero te lo callas. Y te tomas el café con valentía y con la esperanza secreta de que entre en el bar en ese instante un cazatalentos del Circo del Sol y te contrate para un número de comefuegos.
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1 comentario:
Hoy, yo también he "maltomado" una taza de café. Saludos
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