Imaginemos que tres personas se
ponen de acuerdo para echarse juntas al monte en busca de un oso. Una de ellas
es un cazador. La otra, el representante de una asociación defensora de los
animales. La tercera, un pastor al que los osos han diezmado su rebaño. ¿Qué
hace cada cual cuando se encuentra finalmente frente al oso? Imagino que lo
mismo que tenían calculado los socios del Junts pel Sí con respecto a Cataluña:
debatir sobre el destino del oso desde posturas ligeramente incompatibles,
aunque coincidentes en lo esencial: lo importante del oso es que sea un oso, no
lo que cada cual tenga pensado con respecto al oso, al margen por supuesto de
lo que el oso tenga pensado para sí.
Osos
aparte, resulta curioso que unos partidos políticos de signo divergente sean
incapaces de ponerse de acuerdo en los asuntos prácticos que afectan a todo el
mundo, pero que en cambio estén dispuestos a llegar a pactos inquebrantables
con respecto a las entelequias que afectan a unos pocos. Algo así, no sé, como
si una comunidad de vecinos, en vez de dedicar su presupuesto al arreglo del
ascensor, lo emplease en contratar una cuadrilla de cazafantasmas para espantar
al espectro en pena que el vecino del 3º asegura tener pululando por su piso.
En
contra de lo que pudiera parecer, ese tipo de convenios abstractos sobre
cuestiones abstractas no deja de tener su mérito: la aplicación de un parámetro
metafísico –la identidad patriótica, en este caso- que suplanta unas realidades
–el paro, la corrupción, los recortes- que tal vez lo que menos necesitan sea
la metafísica, a pesar de que todos reconozcamos que la metafísica es una cosa
estupenda.
Visto
lo visto en Cataluña, es posible que el debate no hubiera que centrarlo en la
realidad nacional, envuelta en unas neblinas retrohistóricas, sino en la
realidad a secas. Y es que, se mire como se mire, resulta menos real que
surreal el hecho de ver a Oriol Junqueras sacar pecho por Artur Mas, por mucho
que Artur Mas sepa de sobra sacar pecho por Artur Mas. Se mire como se mire,
tiene menos que ver con el surrealismo que con el realismo el hecho de que
Artur Mas –precisamente él- se postule como el redentor de una nación oprimida
por unos políticos que, al fin y al cabo, son sus cofrades ideológicos.
Amparados
por la inflexibilidad y la torpeza del gobierno central, los abanderados
independentistas disponen de barra libre: convertir unas elecciones autonómicas
en un plebiscito, convertir las matemáticas en una ciencia inexacta y convertir
una sociedad diversa en una sociedad dividida. No está mal. Como tampoco
estaría mal que todos empezásemos a entender que el patriotismo es una cuestión
privada, aparte de variable tanto en su grado de intensidad como en sus límites
geográficos. Las patrias, al igual que los Reyes Magos, son, en definitiva, los
padres. Y no precisamente los padres de la patria.
(Publicado ayer en la prensa)
2 comentarios:
De acuerdo con tu reflexión Felipe.Que pena que queriendo o sin querer de algún modo y en alguna medida todos seamos el oso.¿Se pondrán de acuerdo para matarlo?
Diáfano.
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