viernes, 17 de enero de 2014

GELMAN: EL POETA EN LO SUYO

(Esto se publicó ayer en la prensa)




La poesía del bonaerense Juan Gelman se nutrió de tensiones muy diversas. Entre esas tensiones, dos de ellas me parecen las principales, o al menos las más características: la que se establecía entre su afán de esencialidad lírica y su inclinación al esparcimiento verbal. (Una tensión pareja a la que marcó la obra del peruano César Vallejo, por ejemplo, que acertó a fundir su condición de gran verbalista con la de gran dramatizador: un poeta fascinado tanto por la pirueta como por los abismos, por el juego en verso y por el desastre en vida.) Cuando ambas tensiones conseguían conciliarse, encontrar un punto adecuado y armonioso de intersección, la poesía de Gelman alcanzaba una cualidad diamantina. En otras ocasiones, la balanza tendía a inclinarse del lado de la indagación retórica, basada en él en recursos que parecían buscar tanto la sorpresa como el extrañamiento, la fijación de unos modos de expresión que violentaran lo previsible. 

Juan Gelman se convirtió en un experimentado maestro de las distorsiones verbales, adquiriendo así unas fórmulas expresivas que dan carácter peculiar a su obra poética. Una poesía la suya que huye no tanto de la anécdota como de la explicitud, aunque no desde formulaciones más o menos jeroglíficas, sino a través de un sentido propio del monólogo poético, un monólogo que a veces no tenía intención alguna de transformarse en diálogo con el lector, sino de mantenerse en su estado de mensaje críptico: el tanteo de lo inefable. Esa fue la índole esencial de su apuesta estética. Su obra poética adquiere de ese modo la condición de gran aventura. Una aventura ligada insobornablemente a los enigmas insondables del sentimiento y a los enigmas calculados del lenguaje. Una aventura en la que resuenan –como no podía ser de otro modo- los ecos de muchas tradiciones: desde la cancioneril a la vanguardista, pasando por la barroca o neopopular. Su crisol.

En persona, Gelman ofrecía varias paradojas evidentes: parecía fuerte y frágil, silencioso y hablador, melancólico y alegre, abstraído y atento. 

Nos deja miles de poemas y el ejemplo, también, de sus luchas privadas, que no fueron pocas ni sencillas. En uno de sus últimos poemas conversó con su “esqueleto saqueado”: “No estorbará tu vista ninguna veleidad. / Aguantarás el universo desnudo”.

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