viernes, 27 de marzo de 2009

LORENZO SAVAL


LA EXACTITUD DE LA MAGIA
(LORENZO SAVAL)



Puede ser un cupido con sombrero
que mantiene el equilibrio entre unos rascacielos náufragos
y un trasatlántico que surca un mar de verdores fantasmagóricos.

Puede ser la mano que hurga entre unas piedras
o entre los bronces yertos de la hojarasca
para sentir el tacto de la muerte.

Puede ser el dandy de la flor en el ojal
que desciende desde una luna malhumorada por la escala de Jacob
para desembocar en un estudio de cine años 20
en el que una rubia platino nota en la nuca
la mordedura etérea del vampiro.

Puede ser la dama que tiene por torso
el tornasol de una mariposa, y se inclina, y baila con un espectro
que es una partitura y que es a la vez un cónclave de luciérnagas.

Puede ser el piloto del bombín
que se lanza al enigma azul Prusia del cielo.

Puede tratarse de una vista general del Hotel Paraíso,
con sus aborígenes expulsados del confort inherente a cualquier utopía
por un arcángel policíaco que blande una espada
que reluce como la plata homicida.

Puede ser la domadora de alma fría de los pájaros de fuego.

Puede ser Lady Building, que, como su nombre indica,
lleva por tocado un edificio de muchísimas plantas,
al tiempo que sostiene con la punta de los dedos
el hilo que convierte en cautivo a un felino impasible,
a punto de volverse de porcelana.

Pueden ser los astrólogos errantes,
cadavéricos en la tiniebla, perseguidores de una estrella anómala.

O bien puede ser el mago Houdini, con su chistera de prodigios,
entre naipes voladores, con un loro de pasado pirata
que sostiene en el pico un as de corazones.

O el hombre que vigila con un catalejo
el pensamiento imprevisible de los monstruos.

O los edificios caóticos, a medio derrumbar, o ingrávidos,
que componen la arquitectura descoyuntada
de las ciudades en los sueños.

O el caballo que es un relieve de mar
y que es una ola en forma de caballo de crines barrocas
y que es el ectoplasma acuático de un caballo
que es a la vez un maelstrom de espuma
y también una serpiente marina que anhela ser caballo
para cabalgar por los bosques de agua del reino de lo imposible.

Puede ser una escuela de sirenas aladas
que se arrojan a una piscina metafísica
bajo la vigilancia de un caballero
con aspecto de haber navegado de joven
en busca del edén fugitivo de los amores muy fugaces.

O bien la muchacha irreal
que carga sobre sus hombros de marfil un buque hundido.

Todo puede ocurrir en los cuadros de Lorenzo Saval.
Cualquier cosa puede suceder en sus mundos de magia exacta.
Y casi todo ocurre. Y voilà.




(2005)

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