lunes, 26 de julio de 2021

LO DE CUBA

 (Publicado en prensa)



He viajado en cuatro ocasiones a La Habana. En total, poco más de un mes allí. A pesar de ser muy poco tiempo, he visto por dentro algunas casas en que viven políticos de jerarquía mediana y algunas casas en que vive la gente teóricamente uniclasista. He entrado en establecimientos en que se paga en dólares americanos y en otros en que se paga en pesos cubanos. He oído a un joven taxista licenciado en derecho: "Fidel arruinó la vida a mi abuelo, luego a mi padre y ahora a mí". He oído a un joven camarero de hotel: “Mi sueldo de aquí es nada y menos. Vivo de las propinas. Mi madre y mi padre son médicos y con lo suyo no llega para mantener la casa”. He oído a varios políticos: "Acá, por culpa del bloqueo, no podemos resolver nada", y encogerse de hombros, liberados de cualquier responsabilidad de gestión: el bloqueo, ese sinsentido que a estas alturas admite muy pocas justificaciones y que, paradójicamente, actúa como sostén victimista y exculpatorio del régimen y como azote de la gente de a pie.

He visto a poetas parasitarios y serviles convertir las consignas absurdas en una salida laboral. He hablado con un escritor que fue un preso político en los tiempos de Batista: "No habíamos luchado para esto". He visto a centenares de muchachas, cada cual con un melodrama tal vez menos real que estratégico, merodear por las zonas turísticas en busca de romances fugaces pero productivos.

Cada cubano lleva consigo, en suma, su novela.

La portavoz de Podemos en el Congreso dijo hace unos días que no considera que el de Cuba sea un régimen dictatorial, a la vez que pedía a las autoridades de allí que permitieran expresarse libremente a los ciudadanos en vez de molerlos a palos y encarcelarlos. ¿En qué quedamos?

Pese al oportunista y previsible vocerío derechista en torno a este asunto, lo diré: lo que los cubanos llevan décadas aguantando no lo aguantaríamos aquí ni cinco minutos sin poner el grito en el cielo de la indignación, pero hay quien tiende a defender la conservación de aquello como una especie de parque temático marxista, con sus especies en peligro de extinción, o como una pintoresca reserva apache a la que van de visita unos camaradas turistas "engagés" -muchos con una camiseta con la efigie del Che Guevara- para envidar lo que están perdiéndose ellos por tener la mala suerte de vivir en Suecia, en Francia o en España: nada menos que el disfrute de una utopía hecha realidad. Una utopía, eso sí, un tanto desconcertante: generalizar la pobreza.

A propósito de Cuba, le oí hará cosa de 20 años a Juan Marsé -que en su día apoyó la revolución castrista- una salida airada ante alguien que defendía el mantenimiento de aquella simulación del paraíso proletario: "Los experimentos con gaseosa, pero no con la gente. Ya está bien".

Lo dicen ahora muchos cubanos, que son quienes tienen más autoridad para decirlo: “Ya está bien”. Pero allí eso viene a ser lo de menos.


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viernes, 23 de julio de 2021


Pura screwball comedy, esta película, dirigida en 1939 por Mitchell Leisen, cuenta con Billy Wilder como coguionista, y su mano se nota muchísimo en más o menos la media hora final, cuando todo gira hacia un registro divertidamente descabellado.



miércoles, 21 de julio de 2021

CONSPIRANOICIONES

 


(Las elecubraciones de mis conspiranoicos antes de la comercialización de las vacunas.)


         (...) Por si fuese poco, ayer saltó la noticia de que Rusia dispone ya de una vacuna contra este famoso y controvertido coronavirus.

El presidente Putin ha proclamado a los cuatro vientos siberianos que ha vacunado a su hija y que todo ha ido bien. De ser cierta esa temeridad, sólo cabe cruzar los dedos para que la muchacha sobreviva a ese envenenamiento celular de efecto impredecible y que tanto su ADN como su ARN no le monten por dentro del organismo un aquelarre biológico degenerativo.

Pero lo peor no es eso, aun siendo bastante malo, en especial para la muchacha en cuestión, sino la evidencia de que en el fondo todo se reduce a una guerra comercial y a la vez a una guerra de vanidad: Putin se ha adelantado a Bill Gates, y eso es algo que el americano de Seattle –conociéndolo como le conocemos- no va a pasar por alto.

Su reacción puede ser tan enérgica como imprevisible.

Estamos en el momento, en definitiva, del gran choque de los grandes egos.

Y esos choques, según nos enseña la Historia Universal, son los que acaban resquebrajando, como quien no quiera la cosa, el mundo: todas las grandes guerras son, en esencia, guerras entre grandes egos, no entre países, porque a ver qué le importaba a un campesino polaco que lo esclavizara un paisano suyo o un alemán.

       Pero lo raro es que China no haya patentado aún una vacuna (incluso Cuba, donde no disponen ni de aspirinas, anuncia tener la suya en fase avanzada), en especial si consideramos que todos los indicios apuntan a que ellos son los propagadores estratégicos del virus, de modo que la creación de la vacuna hubo de ser paralela, como es lógico y prudente  a todos los niveles estatales, y como ha quedado dicho en razonamientos anteriores, a la del virus en cuestión.

       “¿A qué espera China?”, se pregunta, atónito, el orbe, concienzado ya de su dependencia sanitaria del gigante asiático, que no ha contaminado el mundo con este virus para vendernos más unidades de esos gatitos dorados que hacen el saludo comunista, aunque en realidad son felinos japoneses, sino para que nos veamos obligados a comprarles lo que quiera que sea que les echen a unos recipientes etiquetados como VACUNA UNIVERSAL, cuando todo el mundo sabe que el funcionamiento biomolecular de un chino –ADN, etcétera- no es igual que el de un indígena sudamericano, de modo que lo que a uno puede matarlo al otro puede dejarlo medio muerto.

       ¿A qué espera, sí, el susodicho gigante asiático -donde la altura media de la población es de 1,65 centímetros?

Pues casi con toda probabilidad a que las demás vacunas resulten fallidas y, una vez reconocido ese fracaso por todos los gobiernos del mapamundi, con el coste de humillación patriótica que eso conllevará, los chinos puedan comercializar la suya a precio de joya, como el pueblo oportunista y codicioso que es, lo que hará que el PIB amarillo se dispare como un cohete, mientras que la economía del mundo civilizado se hundirá como un topo.


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jueves, 15 de julio de 2021

ROJO SOBRE FONDO NEGRO

 


Lleva uno vistas muchas películas raras, pero pocas tan raras como esta.

Raro fue incluso su destino: se estrenó con éxito en 1942, pero a las pocas semanas fue retirada de los cines y estuvo perdida hasta 1990.
Se cuenta que fue Franco quien dio la consigna de quitarla de la circulación. Aquello le costó a su director, Carlos Arévalo, una condena al ostracismo durante muchos años.

Se trata de una exaltación de la Falange a través de una joven de talante heroico, en contraste con los desmanes de los milicianos anarquistas. (De ahí el título: los colores de la bandera de la Falange y también los de la CNT.)

El arranque resulta desconcertante, con un texto engolado y críptico de José María Alfaro y con unos recursos visuales vanguardistas y alegóricos que acrecientan la expectación: "¿De qué irá esto?".

En los primeros minutos, los actores están bastante mal, cantando el texto, pero al poco se corrigen.

El plano secuencia de la tristemente célebre cheka de Fomento es uno de los más espectaculares que he visto, con reminiscencias del expresionismo más potente.

¿Qué molestó tanto a Franco? Cabría sospechar que el papel heroico que se atribuye al falangismo y el nulo papel que se asigna al propio Franco. También quizá el hecho de que Ismael Merlo interprete a un izquierdista honrado y de buen corazón.

Es un relato de parte, como no hace falta decir, pero, curiosamente, hay algo en esta película que trasciende -y no sólo en los aspectos artísticos- su mera función de propaganda: la lógica aterradora de la sinrazón, la exposición de la barbarie latente en toda comunidad humana.

La barbarie, en fin, que engendra más barbarie, como así fue.

(Disponible en la plataforma FlixOlé.)

domingo, 11 de julio de 2021

SÍ PERO NO

 (Publicado ayer en prensa)


Visto lo visto, parece claro que los políticos entienden de este virus lo mismo que este virus entiende de política. Es decir, lo justo. Hemos comprobado que los gobernantes aciertan a controlar el virus cuando aplican medidas represivas, como también hemos comprobado que el virus se desmanda en cuanto esas medidas represivas dan paso al optimismo de apelar a la responsabilidad individual para contener la pandemia, en parte porque un individuo puede ser responsable, eso sin duda, pero un colectivo humano lo habitual es que esté medio loco.

         Se pretendió “salvar el verano”, lo que significaba un intento –y una esperanza- de salvar parte de la economía, pero hemos entrado en julio con una quinta ola de contagios gracias a la susodicha responsabilidad individual, que ha resultado ser tan peligrosa como el virus mismo. Hay quien culpa a los jóvenes de este nuevo repunte y hay quien los exculpa, exculpación que suele fundarse en el argumento de que son jóvenes y tienen la obligación  de comportarse como jóvenes. Un juicio dual, como si dijésemos: los inquisidores frente a los comprensivos. En cualquier caso, donde esté un dato que se quite una opinión: la tasa de incidencia entre los jóvenes se dispara por días, y dispara a su vez la de todo el país.

Ha oído uno que esta pandemia está robando a los jóvenes el disfrute de su juventud. Sin duda. Pero podría ponerse en la balanza, no sé, lo que esta pandemia ha robado a otros en las residencias de ancianos, donde a muchos no sólo se les ha escamoteado el disfrute de su vejez, sino también la vida.

Hemos visto a adolescentes reclamar libertad –esa abstracción tan de moda- desde los balcones del hotel en que fueron aislados durante unos días, y a sus progenitores mostrar en las televisiones su indignación por lo que consideraban un secuestro. Y vuelvo a lo mismo: unos ancianos pueden soportar un año de aislamiento absoluto, sin pisar la calle y sin ver a sus familiares, pero unos adolescentes no pueden estar en Mallorca sin disfrutar de un botellón: ellos han leído en profundidad a los poetas clásicos –carpe diem- y saben de sobra que la juventud es flor de un día.

         Estamos a 10 de julio y no sabemos cómo estaremos en agosto, lo que añade un factor de expectación a estos experimentos que los gobernantes se traen con nosotros y a estas alegres temeridades que nos traemos con nosotros mismos.

         Uno de los recursos balsámicos de nuestra mente consiste en negar una realidad cuando nos resulta indeseada o nos sobrepasa emocionalmente hasta el extremo de lo insoportable. Muchos parecen andar ahora en esa negación, y están en su derecho emocional, pero no desde luego en su derecho cívico. Los gobernantes saben de sobra -menos por revelación que por escarmiento- que la aplicación de unas medidas represivas son las únicas eficientes en estos casos, pero también saben que tienen un coste no sólo económico, sino también electoral. Y ahí andan, en esa disyuntiva. Un poco como lo del chiste: makumba o muerte.


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