(Publicado ayer en prensa)
Carnavales en Cádiz. Tocaba disfraz. En un principio, pensó en comprarse unas medias de malla, una minifalda negra, un top de lentejuelas muy ceñido, unos zapatos rojos de tacón vertiginoso, una peluca rubia, un sujetador con relleno y unos pendientes largos como lágrimas. Todo lo necesario, en fin, para disfrazarse de Prima de Riesgo. Pero lo pensó mejor y decidió comprarse un vestido muy ancho y reliarse el cuerpo con tiras de gomaespuma, para disfrazarse de Inflación. Tampoco le convencía: si ir de Prima de Riesgo tenía sus riesgos, ir de Inflación tenía sus incomodidades. “¿Qué tal una toga de magistrado?”, pero le entró la aprensión de que el tribunal supremo de su peña decidiera expulsarlo de la carrera carnavalesca y desistió. Calibró entonces la posibilidad de comprarse un traje negro y salir a la calle simplemente de eso: de individuo vestido con un traje negro, con su correspondiente factura de compra en el bolsillo, por si acaso, pero desechó la ocurrencia, en parte porque los trajes negros son un disfraz demasiado explotado por los políticos y por los invitados a las bodas.
Se le echaba la fecha encima y no había decidido, en suma, qué ponerse, lo que para un carnavalero vocacional supone un factor de estrés. Pensó en comprarse un uniforme y una porra, para ir de Cargador Policial, con un distintivo en el que constase su pertenencia a un cuerpo de elite: la Brigada Antiadolescente. Pero calculó que aquello, más que hacer reír a quien lo viera, le haría sentir un ligero escalofrío, porque los retornos al pasado tienen su punto dulce de nostalgia, qué duda cabe, pero no todos los días se encuentra uno a personas que sientan nostalgia de los palos indiscriminados de la policía, salvo algunos policías y jerarcas, claro está.
Pensó en ponerse un abrigo raído, unos pantalones sucios y colgarse al cuello una ristra de latas vacías y de pieles pochas de plátano, para ir de Bono Basura, pero le entró el temor de que los dueños de los bares hicieran uso de su derecho de admisión, así que cambió de registro y pensó en comprarse unos pantalones de payaso, con una culera de color muy vivo en la que estuviese estampada la huella negra de un zapato del número 46 por lo menos, para ir de Despido Barato. Pero quiso interpretarlo como un mal augurio a nivel personal y se dijo que tururú.
“¿De qué me disfrazo, Dios mío?”, se preguntó, nervioso por la indecisión. Decidió entonces comprarse una corona, ponerse el chándal y echarse a correr por las calles en una caracterización de Yerno, pero tampoco le apetecía pasarse la jornada festiva corriendo de un lado a otro, simulando una fuga perpetua. De repente, se le iluminó el sentido: “¡Ya lo tengo!” Salió a la calle desnudo. “¿De qué vas?”, le preguntaron. “¿De qué voy a ir? De Déficit Cero”. Se resfrió.
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6 comentarios:
Yo, de "Programa de gobierno", niña del exorcista de Rajoy, con el lema: "Recorta y pega".
Felipe ¿Por qué no nos das una tregua? ya estoy suficientemente desprimida y no necesito que aviven más el fuego...¿Por qué, aprovechando que es día de cabalgata, no nos ponemos la máscara de la felicidad y descansamos un poco de tanta penuria?
Una poesía, por favor...
Saludos. B
¡Hilarante!, a pesar de los pesares.
Hola Felipe,
Chapeau!!! (que puede formar parte de un disfraz francés)
Me ha encantado la entrada.
Un saludo
Es la cruda realidad, muy bueno ,
La cuestión es ir por el lado más oscuro de la vida. Cuanto jaleo , cuanto follón . Aquí hay más lío que en la Roma de Nerón. Un saludo
Vaya guasa, un punto dada seria alguien disfrazado de camps acompañado de alguien disfrazado de Rita
Santa rita, rita lo que pillé no me quitas
Las bromas son un buen antidoto, ahora que dicen que los españoles somos los menos felices del mundo
Lom
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