martes, 14 de abril de 2009

JOHN DONNE





Traduje este poema en 1980, con la ayuda de un diccionario bastante básico, cuando era un estudiante paradójicamente ocioso, con tiempo para perder en estos ejercicios, en detrimento de otros más preceptivos. Alguna vez estuve tentado de publicar esta versión un tanto arcaizante en la revista Fin de Siglo, que llevábamos Francisco Bejarano y yo por aquel entonces, pero me vencieron las dudas, así que la guardé en una carpeta. Hoy, 29 años después, la encuentro… y aquí la tenéis.

Como no hace falta decir, hoy traduciría este poema de otra manera. Pero hoy no es ayer.




EL ÉXTASIS

John Donne



Donde, cual almohada sobre un lecho,
la orilla fecunda para descansar se ofrenda
a las frentes reverentes de las violetas,
tesoro uno del otro, nos sentamos.

Unidas firmemente nuestras manos
por un bálsamo raudo desprendido,
rayos trenzados eran, enhebrados
en un doble sedal, los ojos nuestros.

Y era aquel don de confundir las manos
solo remedio para hacernos uno;
en la mirada nuestra las imágenes
de ambos eran sólo los reflejos.

Como cierne entre ejércitos iguales
el Hado si indecisa la victoria,
nuestras almas, salidas a la lucha,
sobre ella y yo cernidas levitaban.

Y en tanto allí las almas negociaban,
como estatuas yacíamos de un sepulcro,
en la misma postura el día todo,
sin pronunciar palabra en todo el día.

Si refinado tanto por amor alguno
que el idioma entendiese de las almas
y fuese por amor tan sólo pensamiento
estuviese, prudente la distancia, allí cercano

-aun sin saber de las almas cuál hablaba,
pues que ambas lo mismo pensaban y decían-,
pudiera allí aprender pureza nueva
y más puro marchar que en su arribada.

Este éxtasis –dijimos- clarifica,
nos dice cuanto amamos;
que no era sexo por él vemos,
mas vemos que no vimos cuál su impulso.

Pero como todas las almas contienen
mezcla de cosas que ellas mismas ignoran,
esas mezcladas almas amor mezcla de nuevo
y hace una de ambas, que es esta y es aquella.

Una simple violeta trasplantada
fuerza, color y dimensiones
-cuanto antes era en ella exiguo y breve-
despliega y multiplica.

Cuando amor a dos almas reanima,
la que de allí más fuerte brota
la imperfección resuelve del alma solitaria.
Nosotros, que somos esa alma nueva,
sabemos de qué estamos formados,
pues los átomos de que provenimos
almas son que no admiten mudanza.

Pero, ay, nuestros cuerpos, tanto tiempo lejanos,
¿por qué los olvidamos? Nuestros son
aunque no sean nosotros: somos el entendimiento
y son ellos la esfera. Gratitud les debemos
porque a nosotros mismos nos conducen,

su vigor nos otorgan, sus sentidos;
impureza no son y sí alivio que une.

Sin estamparse antes en el aire,
la influencia en el hombre no actúa de los astros:
así el alma en el alma manar puede
aunque primero al cuerpo se encamine.

A la manera de la sangre, que labora
para engendrar humores similares al alma,
puesto que tales dedos necesita
para enlazar ese nudo sutil que nos crea,

el alma de los amantes puros
a privilegios y afectos debe descender
que alcanzar pueda su sentido.
De no ser así, un gran príncipe yace encarcelado.

Volvamos, pues, a nuestros cuerpos,
y el revelado amor contemplen
los seres débiles. Los misterios de Amor
nacen del alma, pero el cuerpo es el libro en que se leen.

Si algún amante tal nosotros
ha oído este discurso enamorado,
que nos mire: advertirá leve mudanza
cuando vayamos a los cuerpos.




3 comentarios:

Jesús Aparicio González dijo...

Estimado poeta:

Descubro su blog que me parece muy interesante.
Hace tiempo que quiero enviarle un ejemplar de mi último libro de poemas LAS CUARTILLAS DE UN NÁUFRAGO publicado en Ediciones Vitruvio, pero no se a qué dirección enviarlo. Puede encontrar más información sobre mi poesía en mi blog http://jesusapariciogonzalez.blogspot.com/

Si está interesado le envío el libro.

De cualquier forma mi abrazo

JESÚS APARICIO GONZÁLEZ

jesapagon@telefonica.net

Antonio Rivero Taravillo dijo...

Excelente traducción, Felipe. Don John no se hubiera expresado mejor en español, de haber sido ésta su lengua.

blog dijo...

Gracias, Antonio. La versión, ya digo, tiene casi 30 años -no he modificado ni una coma- y hoy la haría -imagino, aunque quién sabe- con más habilidad. Pero que el elogio venga de ti, un traductor magistral, me da mucha alegría.