Un banco puede atracarse desde
dentro o desde fuera. La primera opción resulta más barata en lo que se refiere
a los materiales (no hay necesidad de comprar armas, antifaces ni bigotes
postizos, por ejemplo) y cabe la posibilidad de que también salga más barata a
efectos penales, pues lo frecuente es que el atracador endógeno acabe
disfrutando de esa benevolencia que los mecanismos estatales aplican a los
villanos de guante blanco y de corbata de tono pastel. El atracador exógeno lo
tiene, en cambio, más complicado y contingente. Te hartas de hacer planos, te
gastas un dineral en pistolas, te vas a un banco y dices: “La pasta”, y la
pasta te la dan, como es lógico, ya que los empleados de ventanilla no aspiran
generalmente a esa gloria inmortal por la que suspiraban los héroes homéricos,
pero igual te pillan antes de que llegues a la calle, y ya estás perdido,
colega. Ya la pringaste, chori, porque van a darte mismamente la del pulpo, como si dijéramos.
Ahora bien, si
atracas el banco del que eres directivo, las cosas no sólo se simplifican, sino
que se dulcifican lo indecible: si tienes la mala suerte de que te pillen antes
de que Dios te llame a su lado, ya sabes: reconoces tu delito, devuelves el
botín y no pisas la cárcel, ya que las cárceles están pensadas para otro tipo
de gente: para el que roba una motocicleta o para el que trapichea con un kilo
de hachís, entre otras bellaquerías de dimensiones similares o incluso más
espeluznantes. Si un exdirectivo de Caixa Penedès –por no señalar a nadie en
concreto- pisara la cárcel, no sé qué iban a pensar de nosotros no ya en
Europa, sino incluso en Ruanda: ¿que somos una sociedad de seres rencorosos,
que nos regimos por las leyes monolíticas del Far West, que no respetamos a
nadie?
Uno
se alegra de que los atracadores endógenos de bancos no sean carne de talego,
lo que no le impide la comprensión de que esa alegría supone, quieras que no, un
agravio comparativo para los atracadores exógenos, que, así reconozcan su
culpa, así devuelvan lo robado y así aleguen obnubilación transitoria, acaban
de todas todas en el trullo. Y es que la justicia es igual para todos, con la
única excepción de que jamás es igual para todos.
Si
usted está planeando atracar un banco, lo primero que tiene que hacer es
procurarse el acceso a la dirección del banco que planee atracar. No cometa la
imprudencia de dar el golpe a la manera de los atracadores tradicionales, ya
que la modernidad ofrece otra opción no sólo más ventajosa, sino también más
distinguida: vaciar la caja desde dentro, sin necesidad de recurrir a la
violencia, que es siempre reprochable. Y si tiene la mala suerte de que lo
pillen con las manos en la masa o con la masa en Suiza o debajo del colchón, ya
sabe: reconozca el delito, asuma la culpa, devuelva la pasta y a vivir, que son
dos días mal contados.
Por raro que
resulte –créame-, la cosa cuela.
.
3 comentarios:
Where da money go?
https://www.youtube.com/watch?v=pVqZPUnpxTE
Es increíble, sí, pero cuela. Cuando nos invada el emperado chino todo eso se va a acabar.
En el tercer párrafo hay erratum: donde dice 'compresión' debe decir 'comprensión'. Lo demás, genial o lamentable, según se mire.
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