Comoquiera que en España tenemos
una experiencia privilegiada en ese particular, la corrupción política va
perfeccionándose, ramificándose y estableciendo sus jerarquías específicas. La
insistencia acaba dando, en fin, sus frutos, así sean amargos.
En primer lugar
estaría, por derecho propio, la corrupción a secas, la corrupción por
antonomasia: la que parte de la iniciativa particular de un individuo para
corromper de paso, y de rebote, al sistema, que para eso está, pues parece
claro que, a estas alturas, casi todo el mundo se ha hecho a la idea de la
imposibilidad del desarrollo de las utopías, mientras que las distopías vienen
solas. Ese lugar prominente corresponde, según decía, a la corrupción de toda
la vida: nuestra corrupción cañí, heredera de los modales propios del bandolero
que se lleva el botín a punta de trabuco, aunque, en atención a los tiempos y
al espíritu que debe regir las sociedades avanzadas, el trabuco haya sido
sustituido por la magia administrativa, ya sea aplicando el arte de la
prestidigitación a unos ERE o las mañas del escapismo a los fondos para unos
cursos de formación.
Una
vez reconocido el predominio y arraigo de esa modalidad, no debemos pasar por
alto otros rangos de corrupción que, no por menos vistosos, resultan menos
malolientes ni menos honorables. Podría hablarse de vicecorrupciones y de
semicorrupciones, por no hacer el catálogo demasiado extenso y que, al final,
los corruptos acaben liándose y no sepan con exactitud en qué modalidad se
enmarcan sus acciones.
De
todas formas, lo peor de la corrupción no es tanto la corrupción misma como las
excusas de los corruptos pillados en falta. Ahí entra en juego –“Yo no he
sido”- otro tipo de corrupción: la de la inteligencia. Si la hubiere.
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4 comentarios:
Agudo y genial; pero si te cargas los bandoleros, me voy quedando sin héroes...Los eres y fondos, lo veo màs en la ascendencia mora:pa mi primo, prima y pa mí.
Y todo en diferido...es lo peor ¿verdad?, que nunca sepas cuando se va a terminar.
Nota. Echo de menos al Trillo, gran humorista, ése del "¡Vivaaaa, Honduras!" y reputadísimo amigo de sus amigos juristas.
Esto no tiene nada que ver, lo sé, con lo que nos trae. ¿O sí?
Uno de la Judería
El corrupto es un ganador revestido de infamia, en el peor de los casos sin infamia. El poder del dinero (corruptor) puede con el poder político (el corrupto), pero singularmente es el político el instigador, como el adicto a la heroína busca al traficante. los papeles se trastocan. Ciertamente preocupante es el halo de buena fama (véase artistas o deportistas de élite defraudadores, políticos con dinero en paraísos fiscales o partícipes en SICAVS)que se pavonean a la salida de los juzgados o al ser inquiridos por ello. Aquí el autor de ese famoseo es el público, o el electorado, o los posibles trabajadores en obras con licencia amañada, etc. Partícipes de una ganancia, una complacencia y una indolencia.
y el corrupto que ahogado en sus malas artes ya no se lleva dinero; que el dinero no le va, porque a él le va seguir en el sistema de los corruptos, que es el modo más vil de todos, aquel parecido al cubo de cangrejos; de allí nadie sale porque desde abajo ya se encargan todos de arrastrarlo de nuevo a sus miserias?
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